Inicio Foros Formación cofrade Evangelio Dominical y Festividades Evangelio del domingo 14/10/2018 28º de T. Ordinario Ciclo B

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    Anónimo
    Inactivo

    «Vende lo que tienes y sígueme»

    Lectura del santo evangelio según San Marcos

    En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó:

    «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?».

    Jesús le contestó:

    «¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios.Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre».

    Él replicó:

    «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud».

    Jesús se quedó mirándolo, lo amó y le dijo:

    «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven sígueme».

    A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste, porque era muy rico.

    Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos:

    «¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas!»

    Los discípulos quedaron sorprendidos de estas palabras. Peros Jesús añadió:

    «Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios».

    Ellos se espantaron y comentaban:

    «Entonces, ¿quién puede salvarse?».

    Jesús se les quedó mirando. y les dijo:

    «Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo».

    Pedro se puso a decirle:

    «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido».

    Jesús dijo:

    «En verdad os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, que no reciba ahora, en este tiempo, cien veces más – casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones – y en la edad futura, vida eterna».

    Palabra del Señor

    #12947
    Anónimo
    Inactivo

    Os dejo los comentarios al Evangelio.

    EL CAMBIO FUNDAMENTAL

    [align=justify]El cambio fundamental al que nos llama Jesús es claro. Dejar de ser unos egoístas que ven a los demás en función de sus propios intereses para atrevemos a iniciar una vida más fraterna y solidaria. Por eso, a un hombre rico que observa fielmente todos los preceptos de la ley, pero que vive encerrado en su propia riqueza, le falta algo esencial para ser discípulo suyo: compartir lo que tiene con los necesitados.

    Hay algo muy claro en el evangelio de Jesús. La vida no se nos ha dado para hacer dinero, para tener éxito o para lograr un bienestar personal, sino para hacernos hermanos. Si pudiéramos ver el proyecto de Dios con la transparencia con que lo ve Jesús y comprender con una sola mirada el fondo último de la existencia, nos daríamos cuenta de que lo único importante es crear fraternidad. El amor fraterno que nos lleva a compartir lo nuestro con los necesitados es «la única fuerza de crecimiento», lo único que hace avanzar decisivamente a la humanidad hacia su salvación.

    El hombre más logrado no es, como a veces se piensa, aquel que consigue acumular más cantidad de dinero, sino quien sabe convivir mejor y de manera más fraterna. Por eso, cuando alguien renuncia poco a poco a la fraternidad y se va encerrando en sus propias riquezas e intereses, sin resolver el problema del amor, termina fracasando como hombre.

    Aunque viva observando fielmente unas normas de conducta religiosa, al encontrarse con el evangelio descubrirá que en su vida no hay verdadera alegría, y se alejará del mensaje de Jesús con la misma tristeza que aquel hombre que «se marchó triste porque era muy rico».

    Con frecuencia, los cristianos nos instalamos cómodamente en nuestra religión, sin reaccionar ante la llamada del evangelio y sin buscar ningún cambio decisivo en nuestra vida. Hemos «rebajado» el evangelio acomodándolo a nuestros intereses. Pero ya esa religión no puede ser fuente de alegría. Nos deja tristes y sin consuelo verdadero.

    Ante el evangelio nos hemos de preguntar sinceramente si nuestra manera de ganar y de gastar el dinero es la propia de quien sabe compartir o la de quien busca solo acumular. Si no sabemos dar de lo nuestro al necesitado, algo esencial nos falta para vivir con alegría cristiana.[/align]
    [align=right]José Antonio Pagola[/align]

    ENFERMEDAD MAL DIAGNOSTICADA

    [align=justify]La “enfermedad del dinero” es una enfermedad silenciosa cuyos síntomas se manifiestan sobre todo en el interior de la persona, pero puede llegar a arruinar la alegría de vivir, el descanso y hasta la salud.

    Aunque casi nunca se quiere admitir así, es una enfermedad mental que pone de manifiesto un desarreglo interior de la persona. Una falta de equilibrio que consiste en equivocar los intereses vitales y los objetivos orientadores de la vida.

    Esta enfermedad se va agravando en la medida en que la persona va poniendo como objetivo supremo de su vida el dinero y lo que el dinero puede dar. Sin darse cuenta él mismo, el enfermo termina por reducir su existencia a ser reconocido y admirado por su dinero, por la posición social que ocupa, por los coches que posee o por el nivel de vida que se puede permitir.

    Entonces el dinero se convierte en lo más importante de la vida. Algo que se antepone a la ética, al descanso, a la amistad y al amor. Y la vida termina por arruinarse en la insatisfacción constante, la competitividad y la necesidad de ganar siempre más.

    Si la persona no sabe detenerse, poco a poco irá cediendo a pequeñas injusticias, luego a mayores. Lo que importa es ganar a toda costa. Llega un momento en que el corazón se endurece y la codicia se va apoderando de la persona corrompiéndolo todo, aunque casi siempre permanezca disimulada bajo apariencias respetables.

    El remedio no consiste en despreciar el dinero sino en saber darle su verdadero valor. El dinero que se gana con un trabajo honrado es bueno. Es necesario para vivir. Pero se convierte en nocivo cuando domina nuestra vida y nos empuja a tener siempre más y más, sólo por poseer y conseguir lo que otros no pueden.

    Cuando esto sucede, fácilmente se cae en el vacío interior, el trato duro con los demás, la nostalgia de un pasado en el que, con menos dinero, se era más feliz o el temor a un futuro que, a pesar de todas las seguridades, parece siempre amenazador.

    La manera sana de vivir el dinero es ganarlo de manera limpia, utilizarlo con inteligencia, hacerlo fructificar con justicia y saber compartirlo con los más necesitados.

    Se entienden las palabras de Jesús al rico. Aquel hombre tiene dinero, pero, al mismo tiempo, quiere vivir una vida digna. Jesús le dice que le falta una cosa: dejar de vivir acaparando, y comenzar a compartir lo que tiene con los necesitados.

    Aquel hombre “frunció el ceño y se marchó pesaroso porque era muy rico”. Está demasiado enfermo. El dinero le ha quitado libertad para iniciar una vida más plena. En contra de lo que solemos pensar, tener mucho dinero no es una suerte sino un problema, pues fácilmente cierra el paso a una vida más humana.[/align]
    [align=right]José Antonio Pagola[/align]

    CON JESÚS EN MEDIO DE LA CRISIS

    [align=justify]Antes de que se ponga en camino, un desconocido se acerca a Jesús corriendo. Al parecer, tiene prisa para resolver su problema: «¿Qué haré para heredar la vida eterna?». No le preocupan los problemas de esta vida. Es rico. Todo lo tiene resuelto.

    Jesús lo pone antela Ley de Moisés. Curiosamente, no le recuerda los diez mandamientos, sino solo los que prohíben actuar contra el prójimo. El joven es un hombre bueno, observante fiel de la religión judía: «Todo eso lo he cumplido desde pequeño».

    Jesús se le queda mirando con cariño. Es admirable la vida de una persona que no ha hecho daño a nadie. Jesús lo quiere atraer ahora para que colabore con él en su proyecto de hacer un mundo más humano, y le hace una propuesta sorprendente: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres… y luego sígueme». El rico posee muchas cosas, pero le falta lo único que permite seguir a Jesús de verdad. Es bueno, pero vive apegado a su dinero. Jesús le pide que renuncie a su riqueza y la ponga al servicio de los pobres. Solo compartiendo lo suyo con los necesitados, podrá seguir a Jesús colaborando en su proyecto.

    El joven se siente incapaz. Necesita bienestar. No tiene fuerzas para vivir sin suriqueza. Su dinero está por encima de todo. Renuncia a seguir a Jesús. Había venido corriendo entusiasmado hacia él. Ahora se aleja triste. No conocerá nunca la alegría de colaborar con Jesús.

    La falta de recursos para muchas personas nos está invitando a los seguidores de Jesús a dar pasos hacia una vida más sobria, para compartir con los necesitados lo que tenemos y sencillamente no necesitamos para vivir con dignidad. Hemos de hacernos preguntas muy concretas si queremos seguir a Jesús en estos momentos.

    Lo primero es revisar nuestra relación con el dinero: ¿Qué hacer con nuestro dinero? ¿Para qué ahorrar? ¿En qué invertir? ¿Con quiénes compartir lo que no necesitamos?

    Luego revisar nuestro consumo para hacerlo más responsable y menos compulsivo y superfluo: ¿Qué compramos? ¿Dónde compramos? ¿Para qué compramos? ¿A quiénes podemos ayudar a comprar lo que necesitan?

    Son preguntas que nos hemos de hacer en el fondo de nuestra conciencia y también en nuestras familias, comunidades cristianas e instituciones de Iglesia. No haremos gestos heroicos, pero si damos pequeños pasos en esta dirección,conoceremos la alegría de seguir a Jesús contribuyendo a hacer la crisis de algunos un poco más humana y llevadera. Si no es así, nos sentiremos buenos cristianos, pero a nuestra religión le faltará alegría.[/align]
    [align=right]José Antonio Pagola[/align]

    También el de Kamiano.

    ALAS PARA AMAR

    [align=justify]En el evangelio dominical -en este mes del Sínodo sobre los jóvenes- nos encontramos con el joven rico, tan modélico y cumplidor para algunas cuestiones. Sin embargo, tiene un punto débil un tanto problemático para alguien que admira a Jesús y que puede convertirse en posible seguidor suyo: le gusta más sumar que restar en aspectos como acumular mandamientos, méritos, prácticas religiosas y dinero. Era muy rico, luego había sumado grandes cantidades de dinero.

    Lo peor es que su posición económica le pudo con el deseo de seguir al Maestro bueno. En clave de acumular el joven quiere saber cómo conseguir “puntos” para heredar la vida eterna. Jesús trastoca sus planteamientos y el rico se marcha pesaroso y apesadumbrado. Su riqueza le puede, le ata, le carga, le imposibilita ser libre para acoger la valiosa invitación de Jesús en clave de resta, de desprendimiento, de quedarse con lo esencial que, paradójicamente, es el tesoro más preciado: el de la vida eterna. Revisar las claves de nuestra vida puede ser algo fundamental para situarnos adecuadamente para el seguimiento. Seguir a Jesús no ata, nos da alas para amar.

    Que los nuevos santos, Óscar Romero, Pablo VI y la Madre Nazaria, nos inspiren este sueño del desprendimiento y de la entrega hasta el final.

    Desátanos, Señor, de lo que más nos cueste para seguirte con valentía, decisión y a fondo perdido. Que sintamos que nuestra vida es solo tuya para el servicio de tu Reino.[/align]
    [align=right]Dibu: Patxi Velasco Fano

    Texto: Fernando Cordero ss.cc.[/align]

    #19000
    Anónimo
    Inactivo

    Os dejo los comentarios al Evangelio.

    EL CAMBIO FUNDAMENTAL

    [align=justify]El cambio fundamental al que nos llama Jesús es claro. Dejar de ser unos egoístas que ven a los demás en función de sus propios intereses para atrevemos a iniciar una vida más fraterna y solidaria. Por eso, a un hombre rico que observa fielmente todos los preceptos de la ley, pero que vive encerrado en su propia riqueza, le falta algo esencial para ser discípulo suyo: compartir lo que tiene con los necesitados.

    Hay algo muy claro en el evangelio de Jesús. La vida no se nos ha dado para hacer dinero, para tener éxito o para lograr un bienestar personal, sino para hacernos hermanos. Si pudiéramos ver el proyecto de Dios con la transparencia con que lo ve Jesús y comprender con una sola mirada el fondo último de la existencia, nos daríamos cuenta de que lo único importante es crear fraternidad. El amor fraterno que nos lleva a compartir lo nuestro con los necesitados es «la única fuerza de crecimiento», lo único que hace avanzar decisivamente a la humanidad hacia su salvación.

    El hombre más logrado no es, como a veces se piensa, aquel que consigue acumular más cantidad de dinero, sino quien sabe convivir mejor y de manera más fraterna. Por eso, cuando alguien renuncia poco a poco a la fraternidad y se va encerrando en sus propias riquezas e intereses, sin resolver el problema del amor, termina fracasando como hombre.

    Aunque viva observando fielmente unas normas de conducta religiosa, al encontrarse con el evangelio descubrirá que en su vida no hay verdadera alegría, y se alejará del mensaje de Jesús con la misma tristeza que aquel hombre que «se marchó triste porque era muy rico».

    Con frecuencia, los cristianos nos instalamos cómodamente en nuestra religión, sin reaccionar ante la llamada del evangelio y sin buscar ningún cambio decisivo en nuestra vida. Hemos «rebajado» el evangelio acomodándolo a nuestros intereses. Pero ya esa religión no puede ser fuente de alegría. Nos deja tristes y sin consuelo verdadero.

    Ante el evangelio nos hemos de preguntar sinceramente si nuestra manera de ganar y de gastar el dinero es la propia de quien sabe compartir o la de quien busca solo acumular. Si no sabemos dar de lo nuestro al necesitado, algo esencial nos falta para vivir con alegría cristiana.[/align]
    [align=right]José Antonio Pagola[/align]

    ENFERMEDAD MAL DIAGNOSTICADA

    [align=justify]La “enfermedad del dinero” es una enfermedad silenciosa cuyos síntomas se manifiestan sobre todo en el interior de la persona, pero puede llegar a arruinar la alegría de vivir, el descanso y hasta la salud.

    Aunque casi nunca se quiere admitir así, es una enfermedad mental que pone de manifiesto un desarreglo interior de la persona. Una falta de equilibrio que consiste en equivocar los intereses vitales y los objetivos orientadores de la vida.

    Esta enfermedad se va agravando en la medida en que la persona va poniendo como objetivo supremo de su vida el dinero y lo que el dinero puede dar. Sin darse cuenta él mismo, el enfermo termina por reducir su existencia a ser reconocido y admirado por su dinero, por la posición social que ocupa, por los coches que posee o por el nivel de vida que se puede permitir.

    Entonces el dinero se convierte en lo más importante de la vida. Algo que se antepone a la ética, al descanso, a la amistad y al amor. Y la vida termina por arruinarse en la insatisfacción constante, la competitividad y la necesidad de ganar siempre más.

    Si la persona no sabe detenerse, poco a poco irá cediendo a pequeñas injusticias, luego a mayores. Lo que importa es ganar a toda costa. Llega un momento en que el corazón se endurece y la codicia se va apoderando de la persona corrompiéndolo todo, aunque casi siempre permanezca disimulada bajo apariencias respetables.

    El remedio no consiste en despreciar el dinero sino en saber darle su verdadero valor. El dinero que se gana con un trabajo honrado es bueno. Es necesario para vivir. Pero se convierte en nocivo cuando domina nuestra vida y nos empuja a tener siempre más y más, sólo por poseer y conseguir lo que otros no pueden.

    Cuando esto sucede, fácilmente se cae en el vacío interior, el trato duro con los demás, la nostalgia de un pasado en el que, con menos dinero, se era más feliz o el temor a un futuro que, a pesar de todas las seguridades, parece siempre amenazador.

    La manera sana de vivir el dinero es ganarlo de manera limpia, utilizarlo con inteligencia, hacerlo fructificar con justicia y saber compartirlo con los más necesitados.

    Se entienden las palabras de Jesús al rico. Aquel hombre tiene dinero, pero, al mismo tiempo, quiere vivir una vida digna. Jesús le dice que le falta una cosa: dejar de vivir acaparando, y comenzar a compartir lo que tiene con los necesitados.

    Aquel hombre “frunció el ceño y se marchó pesaroso porque era muy rico”. Está demasiado enfermo. El dinero le ha quitado libertad para iniciar una vida más plena. En contra de lo que solemos pensar, tener mucho dinero no es una suerte sino un problema, pues fácilmente cierra el paso a una vida más humana.[/align]
    [align=right]José Antonio Pagola[/align]

    CON JESÚS EN MEDIO DE LA CRISIS

    [align=justify]Antes de que se ponga en camino, un desconocido se acerca a Jesús corriendo. Al parecer, tiene prisa para resolver su problema: «¿Qué haré para heredar la vida eterna?». No le preocupan los problemas de esta vida. Es rico. Todo lo tiene resuelto.

    Jesús lo pone antela Ley de Moisés. Curiosamente, no le recuerda los diez mandamientos, sino solo los que prohíben actuar contra el prójimo. El joven es un hombre bueno, observante fiel de la religión judía: «Todo eso lo he cumplido desde pequeño».

    Jesús se le queda mirando con cariño. Es admirable la vida de una persona que no ha hecho daño a nadie. Jesús lo quiere atraer ahora para que colabore con él en su proyecto de hacer un mundo más humano, y le hace una propuesta sorprendente: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres… y luego sígueme». El rico posee muchas cosas, pero le falta lo único que permite seguir a Jesús de verdad. Es bueno, pero vive apegado a su dinero. Jesús le pide que renuncie a su riqueza y la ponga al servicio de los pobres. Solo compartiendo lo suyo con los necesitados, podrá seguir a Jesús colaborando en su proyecto.

    El joven se siente incapaz. Necesita bienestar. No tiene fuerzas para vivir sin suriqueza. Su dinero está por encima de todo. Renuncia a seguir a Jesús. Había venido corriendo entusiasmado hacia él. Ahora se aleja triste. No conocerá nunca la alegría de colaborar con Jesús.

    La falta de recursos para muchas personas nos está invitando a los seguidores de Jesús a dar pasos hacia una vida más sobria, para compartir con los necesitados lo que tenemos y sencillamente no necesitamos para vivir con dignidad. Hemos de hacernos preguntas muy concretas si queremos seguir a Jesús en estos momentos.

    Lo primero es revisar nuestra relación con el dinero: ¿Qué hacer con nuestro dinero? ¿Para qué ahorrar? ¿En qué invertir? ¿Con quiénes compartir lo que no necesitamos?

    Luego revisar nuestro consumo para hacerlo más responsable y menos compulsivo y superfluo: ¿Qué compramos? ¿Dónde compramos? ¿Para qué compramos? ¿A quiénes podemos ayudar a comprar lo que necesitan?

    Son preguntas que nos hemos de hacer en el fondo de nuestra conciencia y también en nuestras familias, comunidades cristianas e instituciones de Iglesia. No haremos gestos heroicos, pero si damos pequeños pasos en esta dirección,conoceremos la alegría de seguir a Jesús contribuyendo a hacer la crisis de algunos un poco más humana y llevadera. Si no es así, nos sentiremos buenos cristianos, pero a nuestra religión le faltará alegría.[/align]
    [align=right]José Antonio Pagola[/align]

    También el de Kamiano.

    ALAS PARA AMAR

    [align=justify]En el evangelio dominical -en este mes del Sínodo sobre los jóvenes- nos encontramos con el joven rico, tan modélico y cumplidor para algunas cuestiones. Sin embargo, tiene un punto débil un tanto problemático para alguien que admira a Jesús y que puede convertirse en posible seguidor suyo: le gusta más sumar que restar en aspectos como acumular mandamientos, méritos, prácticas religiosas y dinero. Era muy rico, luego había sumado grandes cantidades de dinero.

    Lo peor es que su posición económica le pudo con el deseo de seguir al Maestro bueno. En clave de acumular el joven quiere saber cómo conseguir “puntos” para heredar la vida eterna. Jesús trastoca sus planteamientos y el rico se marcha pesaroso y apesadumbrado. Su riqueza le puede, le ata, le carga, le imposibilita ser libre para acoger la valiosa invitación de Jesús en clave de resta, de desprendimiento, de quedarse con lo esencial que, paradójicamente, es el tesoro más preciado: el de la vida eterna. Revisar las claves de nuestra vida puede ser algo fundamental para situarnos adecuadamente para el seguimiento. Seguir a Jesús no ata, nos da alas para amar.

    Que los nuevos santos, Óscar Romero, Pablo VI y la Madre Nazaria, nos inspiren este sueño del desprendimiento y de la entrega hasta el final.

    Desátanos, Señor, de lo que más nos cueste para seguirte con valentía, decisión y a fondo perdido. Que sintamos que nuestra vida es solo tuya para el servicio de tu Reino.[/align]
    [align=right]Dibu: Patxi Velasco Fano

    Texto: Fernando Cordero ss.cc.[/align]

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