Inicio › Foros › Formación cofrade › Evangelio Dominical y Festividades › Evangelio del domingo 17/02/2019 6º de T. Ordinario Ciclo C.
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12 febrero, 2019 a las 21:31 #10853
Anónimo
Inactivo«Bienaventurados los pobres. Ay de vosotros, los ricos»Lectura del santo Evangelio según San LucasEn aquel tiempo, Jesús bajó del monte con los Doce, se paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.
Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía:
«Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.
Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.
Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya habéis recibido vuestro consuelo.
¡Ay de vosotros, los que estáis saciados!, porque tendréis hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis!
¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas».
Palabra del Señor15 febrero, 2019 a las 16:50 #12964Anónimo
InactivoOs dejo los comentarios al Evangelio del domingo. CONTACTO HUMANO[align=justify]Cuando el único afán de las personas es verse libres de todo sufrimiento, resulta insoportable el contacto directo con el dolor y la miseria de los demás.Por eso se explica que muchos hombres y mujeres se esfuercen por defender su pequeña felicidad, evitando toda relación y contacto con los que sufren.
La cercanía del niño mendigo o la presencia del joven drogadicto nos perturba y molesta. Es mejor mantenerse lo más lejos posible. No dejarnos contagiar o manchar por la miseria.
Privatizamos nuestra vida cortando toda clase de relaciones vivas con el mundo de los que sufren y nos aislamos en nuestros propios problemas, haciéndonos cada vez más insensibles al dolor ajeno.
Son muchos los observadores que detectan en la sociedad occidental un crecimiento de la apatía, la indiferencia e insensibilidad ante el sufrimiento de los otros.
Hemos aprendido a amurallarnos detrás de las cifras y las estadísticas que nos hablan de la miseria en el mundo y podemos calcular cuántos niños mueren de hambre cada minuto, sin que nuestro corazón se conmueva demasiado.
Incluso, las imágenes más crueles y trágicas que pueda servirnos la TV quedan rápidamente relegadas y olvidadas por el telefilme de turno.
El gran economista J.K. Galbraith ha hablado de la creciente «indiferencia ante el Tercer Mundo». Según sus observaciones, el aumento de riqueza en los países poderosos ha aumentado la indiferencia hacia los países pobres. «A medida que aumentó la riqueza, se podía haber esperado que la ayuda aumentara a partir de la existencia de recursos cada vez más abundantes. Pero he aquí que ha disminuí- do la preocupación por los pobres tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo rico».
La actitud de Jesús hacia los marginados de su tiempo resulta especialmente interpeladora para nosotros.
Los leprosos eran segregados de la sociedad. Tocarlos significaba contraer impureza y lo correcto era mantenerse lejos de ellos, sin contaminarse con su problema ni su miseria.
Jesús no sólo cura al leproso sino que lo toca. Restablece el contacto humano con aquel hombre que ha sido marginado por todos.
La sociedad seguirá levantando fronteras de separación hacia los marginados. Son fronteras que a un creyente sólo le indican las barreras que ha de traspasar para acercarse al hermano necesitado.
[/align]
[align=right]José Antonio Pagola[/align] REGRESION SEXUAL[align=justify]Lo queramos ver o no, algo paradójico está sucediendo en nuestros días. Vivimos en una sociedad que se afana por satisfacer todas las necesidades del hombre excepto la más humana de todas, que es la necesidad de amar y ser amado.Cada vez son más los que sufren de soledad. Las personas buscan que alguien se interese por ellas, pero no lo encuentran fácilmente. Necesitan amor y amistad pero no aciertan a experimentarlos.
Este déficit de amor se detecta tal vez de manera más trágica y paradójica precisamente allí donde más se habla de “amor”: en la experiencia de la sexualidad. Estamos viviendo una “inflación sexual” que, lo mismo que la inflación económica, trae consigo una devaluación y depreciación del mismo sexo.
La raíz más profunda de todo ello está, tal vez, en olvidar que, cuando la sexualidad no encarna ni expresa verdadero amor, deja de ser humana, y no puede satisfacer la necesidad más honda de la persona, que no es obtener placer, sino amar y ser amada.
Todo queda deshumanizado cuando una persona utiliza a otra, sólo con el fin de satisfacer su tensión sexual. El otro queda convertido en instrumento de placer. Ya no hay encuentro personal. Se elige un “objeto placentero”, pero no se ama a la persona en su singularidad y misterio.
Entonces se tiende fácilmente al cambio de ese “objeto sexual”. Un objeto debe ser útil y, si no satisface debidamente, ha de ser sustituido por otro mejor. Es algo intercambiable, canjeable.
Se llega así a la promiscuidad. Se cambia fácilmente de pareja. Se pasa de una experiencia a otra. Y si no satisface ya ni la misma promiscuidad, se llega a la pornografía que es la búsqueda del placer, sin seleccionar siquiera a una persona concreta como objeto sexual.
Todo esto puede ser exaltado como “libertad sexual” o superación de viejos tabúes. Puede ser favorecido por determinadas campañas de orientación sexual que se ofrecen a las nuevas generaciones. Pero, en realidad es una regresión. Y quien estimula una conducta regresiva del hombre no tiene nada de progresista.
Lo que esta sociedad necesita, incluso para disfrutar del sexo, es aprender a amar. Un científico tan poco ingenuo como A. H. Maslow llega a decir que “las personas que no saben amar, no obtienen del sexo la misma calidad de emoción que las que pueden amar”.
El mensaje cristiano del amor sigue de permanente actualidad. Sólo el amor vivido de manera responsable puede humanizar de raíz el disfrute sano del sexo y limpiar nuestras relaciones de aquello que las degradan.
[/align]
[align=right]José Antonio Pagola[/align] FELICIDAD[align=justify]Uno puede leer y escuchar cada vez con más frecuencia noticias optimistas sobre la superación de la crisis y la recuperación progresiva de la economía.Se nos dice que estamos asistiendo ya a un crecimiento económico, pero ¿crecimiento de qué?¿crecimiento para quién? Apenas se nos informa de toda la verdad de lo que está sucediendo.
La recuperación económica que está en marcha va consolidando e, incluso, perpetuando la llamada «sociedad dual». Un abismo cada vez mayor se está abriendo entre los que van a poder mejorar su nivel de vida cada vez con más seguridad y los que van a quedar descolgados, sin trabajo ni futuro en esta vasta operación económica.
De hecho, está creciendo al mismo tiempo el consumo ostentoso y provocativo de los cada vez más ricos y la miseria e inseguridad de lo scada vez más pobres.
La parábola del hombre rico «que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día» y del pobre Lázaro que buscaba, sin conseguirlo, saciar su estómago de lo que tiraban de la mesa del rico, es una cruda realidad en la sociedad dual.
Entre nosotros existen esos «mecanismos económicos, financieros y sociales» denunciados por Juan Pablo II, «los cuales, aunque manejados por la voluntad de los hombres, funcionaban de modo casi automático, haciendo más rígidas las situaciones de riqueza de los unos y de pobreza de los otros».
Una vez más estamos consolidando una sociedad profundamente desigual e injusta. En esa encíclica tan lúcida y evangélica que es la Sollicitudo rei socialis, tan poco escuchada, incluso por los que lo vitoreaban constantemente, Juan Pablo II descubrió en la raíz de esta situación algo que solo tiene un nombre: pecado.
Podemos dar toda clase de explicaciones técnicas, pero cuando el resultado que se constata es el enriquecimiento siempre mayor de los ya ricos y el hundimiento de los más pobres, ahí se está consolidando la insolidaridad y la injusticia.
En sus bienaventuranzas, Jesús advierte que un día se invertirá la suerte de los ricos y de los pobres. Es fácil que también hoy sean bastantes los que, siguiendo a Nietzsche, piensen que esta actitud de Jesús es fruto del resentimiento y la impotencia de quien, no pudiendo lograr más justicia, pide la venganza de Dios.
Sin embargo, el mensaje de Jesús no nace de la impotencia de un hombre derrotado y resentido, sino de su visión intensa de la justicia de Dios que no puede permitir el triunfo final de la injusticia.
Han pasado veinte siglos, pero la palabra de Jesús sigue siendo decisiva para los ricos y para los pobres. Palabra de denuncia para unos y de promesa para otros, sigue viva y nos interpela a todos.
[/align]
[align=right]José Antonio Pagola[/align] Y el de Kamiano.
BIENAVENTURADOS[align=justify]En el Evangelio Jesús nos habla de ser “dichosos, felices”, los que son pobres, los que tienen hambre, a los que les insultan. Hay que estar un poco loco para fiarse de la Palabra de Jesús. Si Él de verdad es nuestro amigo, no importa lo que pase en la vida, que todo irá bien, por eso somos felices, porque Jesús es de verdad el que nos ayuda, el que nos sostiene. Jesús es como un puente, que nos ayuda a pasar de un lado al otro, a esquivar las dificultades y, sobre todo, con Él, siempre seremos felices.¿Para qué quiere alguien muchas cosas si siempre está solo y no tiene amigos? Además, no podemos quererlo todo para nosotros, mientras hay personas muriendo de hambre en el mundo. ¡Ay, de los que no se fían de estas cosas del Señor! ¡Ay, de los ricos y saciados! Podríamos decir también de los ricos y “asociados”, de los que piensan que se es feliz con el tener.
[/align]
[align=right]Dibujo: Patxi Velasco FANOTexto: Fernando Cordero sscc
[/align] Fraternalmente.
15 febrero, 2019 a las 16:50 #19017Anónimo
InactivoOs dejo los comentarios al Evangelio del domingo. CONTACTO HUMANO[align=justify]Cuando el único afán de las personas es verse libres de todo sufrimiento, resulta insoportable el contacto directo con el dolor y la miseria de los demás.Por eso se explica que muchos hombres y mujeres se esfuercen por defender su pequeña felicidad, evitando toda relación y contacto con los que sufren.
La cercanía del niño mendigo o la presencia del joven drogadicto nos perturba y molesta. Es mejor mantenerse lo más lejos posible. No dejarnos contagiar o manchar por la miseria.
Privatizamos nuestra vida cortando toda clase de relaciones vivas con el mundo de los que sufren y nos aislamos en nuestros propios problemas, haciéndonos cada vez más insensibles al dolor ajeno.
Son muchos los observadores que detectan en la sociedad occidental un crecimiento de la apatía, la indiferencia e insensibilidad ante el sufrimiento de los otros.
Hemos aprendido a amurallarnos detrás de las cifras y las estadísticas que nos hablan de la miseria en el mundo y podemos calcular cuántos niños mueren de hambre cada minuto, sin que nuestro corazón se conmueva demasiado.
Incluso, las imágenes más crueles y trágicas que pueda servirnos la TV quedan rápidamente relegadas y olvidadas por el telefilme de turno.
El gran economista J.K. Galbraith ha hablado de la creciente «indiferencia ante el Tercer Mundo». Según sus observaciones, el aumento de riqueza en los países poderosos ha aumentado la indiferencia hacia los países pobres. «A medida que aumentó la riqueza, se podía haber esperado que la ayuda aumentara a partir de la existencia de recursos cada vez más abundantes. Pero he aquí que ha disminuí- do la preocupación por los pobres tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo rico».
La actitud de Jesús hacia los marginados de su tiempo resulta especialmente interpeladora para nosotros.
Los leprosos eran segregados de la sociedad. Tocarlos significaba contraer impureza y lo correcto era mantenerse lejos de ellos, sin contaminarse con su problema ni su miseria.
Jesús no sólo cura al leproso sino que lo toca. Restablece el contacto humano con aquel hombre que ha sido marginado por todos.
La sociedad seguirá levantando fronteras de separación hacia los marginados. Son fronteras que a un creyente sólo le indican las barreras que ha de traspasar para acercarse al hermano necesitado.
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[align=right]José Antonio Pagola[/align] REGRESION SEXUAL[align=justify]Lo queramos ver o no, algo paradójico está sucediendo en nuestros días. Vivimos en una sociedad que se afana por satisfacer todas las necesidades del hombre excepto la más humana de todas, que es la necesidad de amar y ser amado.Cada vez son más los que sufren de soledad. Las personas buscan que alguien se interese por ellas, pero no lo encuentran fácilmente. Necesitan amor y amistad pero no aciertan a experimentarlos.
Este déficit de amor se detecta tal vez de manera más trágica y paradójica precisamente allí donde más se habla de “amor”: en la experiencia de la sexualidad. Estamos viviendo una “inflación sexual” que, lo mismo que la inflación económica, trae consigo una devaluación y depreciación del mismo sexo.
La raíz más profunda de todo ello está, tal vez, en olvidar que, cuando la sexualidad no encarna ni expresa verdadero amor, deja de ser humana, y no puede satisfacer la necesidad más honda de la persona, que no es obtener placer, sino amar y ser amada.
Todo queda deshumanizado cuando una persona utiliza a otra, sólo con el fin de satisfacer su tensión sexual. El otro queda convertido en instrumento de placer. Ya no hay encuentro personal. Se elige un “objeto placentero”, pero no se ama a la persona en su singularidad y misterio.
Entonces se tiende fácilmente al cambio de ese “objeto sexual”. Un objeto debe ser útil y, si no satisface debidamente, ha de ser sustituido por otro mejor. Es algo intercambiable, canjeable.
Se llega así a la promiscuidad. Se cambia fácilmente de pareja. Se pasa de una experiencia a otra. Y si no satisface ya ni la misma promiscuidad, se llega a la pornografía que es la búsqueda del placer, sin seleccionar siquiera a una persona concreta como objeto sexual.
Todo esto puede ser exaltado como “libertad sexual” o superación de viejos tabúes. Puede ser favorecido por determinadas campañas de orientación sexual que se ofrecen a las nuevas generaciones. Pero, en realidad es una regresión. Y quien estimula una conducta regresiva del hombre no tiene nada de progresista.
Lo que esta sociedad necesita, incluso para disfrutar del sexo, es aprender a amar. Un científico tan poco ingenuo como A. H. Maslow llega a decir que “las personas que no saben amar, no obtienen del sexo la misma calidad de emoción que las que pueden amar”.
El mensaje cristiano del amor sigue de permanente actualidad. Sólo el amor vivido de manera responsable puede humanizar de raíz el disfrute sano del sexo y limpiar nuestras relaciones de aquello que las degradan.
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[align=right]José Antonio Pagola[/align] FELICIDAD[align=justify]Uno puede leer y escuchar cada vez con más frecuencia noticias optimistas sobre la superación de la crisis y la recuperación progresiva de la economía.Se nos dice que estamos asistiendo ya a un crecimiento económico, pero ¿crecimiento de qué?¿crecimiento para quién? Apenas se nos informa de toda la verdad de lo que está sucediendo.
La recuperación económica que está en marcha va consolidando e, incluso, perpetuando la llamada «sociedad dual». Un abismo cada vez mayor se está abriendo entre los que van a poder mejorar su nivel de vida cada vez con más seguridad y los que van a quedar descolgados, sin trabajo ni futuro en esta vasta operación económica.
De hecho, está creciendo al mismo tiempo el consumo ostentoso y provocativo de los cada vez más ricos y la miseria e inseguridad de lo scada vez más pobres.
La parábola del hombre rico «que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día» y del pobre Lázaro que buscaba, sin conseguirlo, saciar su estómago de lo que tiraban de la mesa del rico, es una cruda realidad en la sociedad dual.
Entre nosotros existen esos «mecanismos económicos, financieros y sociales» denunciados por Juan Pablo II, «los cuales, aunque manejados por la voluntad de los hombres, funcionaban de modo casi automático, haciendo más rígidas las situaciones de riqueza de los unos y de pobreza de los otros».
Una vez más estamos consolidando una sociedad profundamente desigual e injusta. En esa encíclica tan lúcida y evangélica que es la Sollicitudo rei socialis, tan poco escuchada, incluso por los que lo vitoreaban constantemente, Juan Pablo II descubrió en la raíz de esta situación algo que solo tiene un nombre: pecado.
Podemos dar toda clase de explicaciones técnicas, pero cuando el resultado que se constata es el enriquecimiento siempre mayor de los ya ricos y el hundimiento de los más pobres, ahí se está consolidando la insolidaridad y la injusticia.
En sus bienaventuranzas, Jesús advierte que un día se invertirá la suerte de los ricos y de los pobres. Es fácil que también hoy sean bastantes los que, siguiendo a Nietzsche, piensen que esta actitud de Jesús es fruto del resentimiento y la impotencia de quien, no pudiendo lograr más justicia, pide la venganza de Dios.
Sin embargo, el mensaje de Jesús no nace de la impotencia de un hombre derrotado y resentido, sino de su visión intensa de la justicia de Dios que no puede permitir el triunfo final de la injusticia.
Han pasado veinte siglos, pero la palabra de Jesús sigue siendo decisiva para los ricos y para los pobres. Palabra de denuncia para unos y de promesa para otros, sigue viva y nos interpela a todos.
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[align=right]José Antonio Pagola[/align] Y el de Kamiano.
BIENAVENTURADOS[align=justify]En el Evangelio Jesús nos habla de ser “dichosos, felices”, los que son pobres, los que tienen hambre, a los que les insultan. Hay que estar un poco loco para fiarse de la Palabra de Jesús. Si Él de verdad es nuestro amigo, no importa lo que pase en la vida, que todo irá bien, por eso somos felices, porque Jesús es de verdad el que nos ayuda, el que nos sostiene. Jesús es como un puente, que nos ayuda a pasar de un lado al otro, a esquivar las dificultades y, sobre todo, con Él, siempre seremos felices.¿Para qué quiere alguien muchas cosas si siempre está solo y no tiene amigos? Además, no podemos quererlo todo para nosotros, mientras hay personas muriendo de hambre en el mundo. ¡Ay, de los que no se fían de estas cosas del Señor! ¡Ay, de los ricos y saciados! Podríamos decir también de los ricos y “asociados”, de los que piensan que se es feliz con el tener.
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[align=right]Dibujo: Patxi Velasco FANOTexto: Fernando Cordero sscc
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