Inicio Foros Formación cofrade Santoral 10/05/2019 San Guillermo, presbítero.

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    Nuestra Señora de los Desamparados. Nuestra Señora de la Alharilla. Santos: Juan de Ávila, presbítero, Patrono principal del Clero Secular Español; Aureliano, Agatón, Cantaldo, Antonino, obispos; Afrodisio, Gordiano, Epímaco, Palmacio, Simplicio, Félix, Blanda, Silvio, Filadelfio, Cirino, Cuarto, Quinto, Dioscórides, mártires; Concesa, Amaro, Maturino, confesores; Guillermo, Calepodio, presbíteroS; Job, profeta; Congal, abad; Damián de Molokai, beato.

    San Guillermo, presbítero.

    Las noticias que poseemos sobre este santo son escasísimas; no hay, por ejemplo, ninguna «Vida de», sólo unas breves noticias históricas, aunque afortunadamente transmitidas por dos cronógrafos contemporáneos: un monje de nombre Roberto, y Rigordo, historiador de la corte del rey Felipe Augusto (que reinó de 1180 a 1223 y profesó gran devoción a este santo).

    Aunque con diferencias de detalles, las dos noticias se complementan muy bien: según el monje Roberto, Guillermo (Guillelmus o Wilelmus) era un presbítero de origen inglés, que ejercía su ministerio en la parroquia de Pontoise, como miembro del clero diocesano. Era una persona de gran caridad para con los pobres, las viudas, los enfermos, y en general los desvalidos, a quienes ayudaba incluso con milagros. Pero no sólo destaca este aspecto, sino también que Guillermo era «vigilantísimo» ministro de los divinos oficios.

    Por su parte Rigordo lo describe como un presbítero de gran santidad de vida y costumbres, pero se enfoca más en el aspecto de taumaturgo o realizador de milagros, y destaca así que en cuanto murió su tumba fue escenario de distintos signos: ciegos que volvían a tener vista, paralíticos curados, y otras muchas y variadas enfermedades obtenían sanación, de modo que el lugar se volvió enseguida meta de peregrinaciones: «la fama de tan gran varón se difundió por todo el orbe, y fue causa de que desde diversas partes vinieran muchos en peregrinación hacia su sepultura», nos dice Rigordo.

    Su canonización fue como en muchos de la época «espontánea», es decir que simplemente se admitía popularmente la santidad a partir de los signos sobrenaturales observados. No han permanecido reliquias ni textos destinados al culto. Gracias a la precisión con la que los dos cronógrafos relacionaron la muerte del santo con la liturgia del año, podemos establecer con certeza que ocurrió en 1192.

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