Inicio Foros Formación cofrade Evangelio Dominical y Festividades Comentario del Evangelio domingo 13/02/2011

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    Anónimo
    Inactivo

    Buenas tardes:

    Os adjunto los comentarios.

    NIÑOS HAMBRIENTOS

    [align=justify]Cada hora se nos mueren en el mundo mil niños y niñas por desnutrición, enfermedad y miseria. Al año, más de once millones, todos menores de cinco años. Son niños que sólo nacen para pasar hambre, sufrir una enfermedad y morir. ¿Cómo lo podemos soportar?

    Muchos de ellos nacen heridos por el sida. A otros la falta de higiene los deja marcados para toda su corta vida. La mayoría muere por desnutrición, falta de agua potable o enfermedades que se podrían evitar fácilmente, como diarrea, tuberculosis, varicela o malaria. Su muerte, indigna y triste, es una vergüenza para todos nosotros. ¿Cómo nos podemos sentir humanos?

    Es inútil que nos escondamos detrás de nuestra crisis económica. Estamos invirtiendo cantidades exorbitadas en rescates financieros, ¿cuánto invertiremos para rescatar a estos niños del hambre y la muerte prematura? A veces bastaría que contaran con vacunas, antibióticos o algún suplemento nutricional. No está en crisis sólo nuestra economía. Desde hace mucho tiempo, está en crisis nuestra dignidad.

    ¿Cómo es posible que todo esto ocurra mientras nosotros seguimos viviendo ajenos a todo lo que no sea nuestros intereses económicos y nuestro bienestar? ¿Cómo podemos soportar que el mundo siga «funcionando» de manera tan absurda y cruel? ¿Cómo podemos vivir en la Iglesia de Jesús tan centrados en nuestros problemas y tan olvidados de los que sufren? ¿Cómo hemos llegado a perder de manera tan increíble su sensibilidad ante el sufrimiento?

    Es la hora de recordar un gesto profético de Jesús, que ha sido olvidado casi por completo en su Iglesia. La escena es conmovedora. Sus discípulos andan, como casi siempre, pensando en puestos de honor y de poder. Jesús se sienta y llama a los Doce. Luego, toma a un niño y lo pone en medio de ellos; lo estrecha entre sus brazos y les dice: «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, me está recibiendo a mí» (Marcos 9, 33-37).

    En el centro del colegio apostólico no ha colocado Jesús a Pedro sino a un niño. Su intención es clara: los más débiles e indefensos han de ocupar el centro de su Iglesia. Sus seguidores se olvidarán de sí mismos y se pondrán a atender a los más desvalidos. ¿Cómo pretendemos acoger a Jesús entre nosotros olvidando a los niños hambrientos del mundo?

    Tal vez, sólo el recuerdo del sufrimiento de tantos niños y niñas inocentes nos puede todavía sensibilizar y humanizar. Por eso, no podemos permanecer indiferentes ante la Campaña de Manos Unidas que, este año, nos recuerda sus gemidos y nos llama a la responsabilidad. No se trata sólo de entregar un donativo. Para más de uno, puede significar empezar a recuperar la dignidad.[/align]

    DESARMAR LA PALABRA

    [align=justify]El conocido escritor italiano, Alessandro Pronzato, publicó un libro titulado En busca de las virtudes perdidas. Su tesis es clara: hemos de cuidar mejor actitudes como la paciencia, el respeto, la discreción, la dulzura, la honradez, el sentido del deber…, si queremos vivir de manera más humana en una sociedad donde el individualismo, la búsqueda de eficacia o el éxito fácil parecen invadirlo todo.

    Entre otras cosas, Pronzato denuncia en su libro la «profanación del lenguaje» en nuestros días. No está de moda hablar respetuosamente y con delicadeza. Es más frecuente el lenguaje decadente y de mal gusto. Es fácil detectar tres hechos lamentables: la violencia verbal, la maledicencia en el hablar y la vulgaridad.

    El hablar actual refleja con frecuencia la agresividad que habita el corazón de las personas. De su boca brota un lenguaje duro e implacable. Palabras ofensivas e hirientes, pronunciadas sólo para humillar y despreciar, para descalificar y destruir. ¿Por qué está tan extendido este lenguaje hecho de insultos e injurias? A veces, todo proviene de la agresividad, el rechazo o el deseo de venganza. Otras, de la antipatía o la envidia. A veces, de la ligereza e inconsciencia.

    Otro rasgo del lenguaje actual es la maledicencia. Las conversaciones están llenas de palabras injustas que reparten condenas y siembran sospechas. Palabras dichas sin amor y sin respeto, que envenenan la convivencia y hacen daño. Palabras nacidas casi siempre de la irritación, la mezquindad o la bajeza. Palabras que no alientan ni construyen.

    Otro síntoma penoso es la vulgaridad, el lenguaje desvergonzado y hasta procaz. Hay quienes no pueden expresarse sin aludir de forma irreverente a lo sagrado, o sin utilizar términos groseros e indecentes. No está de moda el lenguaje amable o las palabras educadas. Impacta más el mal gusto y la transgresión.

    No ha perdido actualidad la advertencia de Jesús pidiendo a sus seguidores no insultar al hermano llamándolo «imbécil» o «renegado» Cuando se tiene un corazón noble y una actitud digna, se habla de otra manera más respetuosa y pacífica.[/align]

    AGRESION INUTIL

    [align=justify]Es insólito que un animal llegue a destruir a otro de su misma especie. La explicación científica es sencilla. En los animales, la agresión está controlada por mecanismos biológicos que impiden su mutua destrucción.

    No sucede así en la especie humana. En nosotros, la agresividad puede convenirse en ataque destructor que llega, incluso, hasta eliminar a otro ser humano.

    Nosotros no estamos defendidos por ningún dispositivo biológico que nos impida destruirnos mutuamente. ¿Qué es lo que puede salvar a las personas de la mutua agresión y el exterminio?

    Esta pregunta no es hoy algo teórico y sin importancia, sino una cuestión angustiosa en una sociedad cuya agresividad está creciendo hasta límites insostenibles.

    La respuesta de Jesús es clara. No basta convenir el homicidio en «tabú», con la prohibición divina del «no matarás». Es necesario, además, liberamos de todo lo que nos lleva a destruir al otro y reorientar nuestras energías agresivas hacia la construcción de la fraternidad.

    Es una equivocación y una incoherencia condenar con toda clase de repulsas las muertes violentas y avivar, al mismo tiempo, entre nosotros, una agresividad tan estéril como peligrosa.

    Parece que no podemos confrontar nuestras posiciones políticas, sin degenerar en ataques poco nobles al adversario. No acertamos a defender nuestras opciones sin despreciar las de los demás. No sabemos criticarnos mutuamente, sin caer en la acusación desleal, el insulto o la injuria.

    Los dirigentes políticos no contribuyen a crear un clima social de diálogo, colaboración y búsqueda solidaria del bien común. Al contrario, enzarzados, con frecuencia, en agresiones inútiles, producen la impresión de estar más enfrentados que los mismos ciudadanos a los que representan.

    ¿Qué sentido pueden tener estos enfrentamientos estériles, cuando estamos necesitando aunar más que nunca los esfuerzos de todos para acometer juntos la solución de nuestros graves problemas?

    Hay en el evangelio de Jesús un mensaje que tampoco hoy deberíamos olvidar: los seres humanos caminan hacia la salvación, cuando convierten su «agresividad», no en ataque destructor al hermano sino en energía positiva, orientada a construir una sociedad más justa y fraterna.[/align]

    Espero que os aprevechen.

    Fraternalmente.-

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