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10 octubre, 2011 a las 12:04 #7478
Anónimo
InactivoPagad al César lo que es del César y a Dios lo que es de DiosLectura del santo evangelio según san Mateo 22, 15-21En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron:
-«Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es licito pagar impuesto al César o no?»
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús:
-«Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto. »
Le presentaron un denario. Él les preguntó:
-«¿De quién son esta cara y esta inscripción?»
Le respondieron:
-«Del César.»
Entonces les replicó:
-«Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.»
Palabra del Señor.13 octubre, 2011 a las 20:09 #12157Anónimo
InactivoDisculpad la tardanza. Incorporo los comentarios. LO PRIMERO, LA VIDA[align=justify]La exégesis moderna no deja lugar a dudas. Lo primero para Jesús es la vida, no la religión. Basta analizar la trayectoria de su actividad. A Jesús se le ve siempre preocupado por suscitar y desarrollar, en medio de aquella sociedad, una vida más sana y más digna.Pensemos en su actuación en el mundo de los enfermos: Jesús se acerca a quienes viven su vida de manera disminuida, amenazada e insegura, para despertar en ellos una vida más plena.
Pensemos en su acercamiento a los pecadores: Jesús les ofrece el perdón que les haga vivir una vida más digna, rescatada de la humillación y el desprecio.
Pensemos también en los endemoniados, incapaces de ser dueños de su existencia: Jesús los libera de una vida alienada y desquiciada por el mal.
Como ha subrayado J. Sobrino, «pobres son aquellos para quienes la vida es una carga pesada pues no pueden vivir con un mínimo de dignidad». Esta pobreza es lo más contrario al plan original del Creador de la vida. Donde un ser humano no puede vivir con dignidad, la creación de Dios aparece allí como viciada y anulada. No es extraño que Jesús se presente como el gran defensor de la vida ni que la defienda y la exija sin vacilar, cuando la ley o la religión es vivida «contra la vida».
Ya han pasado los tiempos en que la teología contraponía «esta vida» (lo natural) y la otra vida (lo sobrenatural) como dos realidades opuestas. El punto de partida, básico y fundamental es «esta vida» y, de hecho, Jesús se preocupó de lo que aquellas gentes de Galilea más deseaban y necesitaban que era, por lo menos vivir, y vivir con dignidad. El punto de llegada y el horizonte de toda la existencia es «vida eterna» y, por eso, Jesús despertaba en el pueblo la confianza final en la salvación de Dios.
A veces los cristianos exponemos la fe con tal embrollo de conceptos y palabras que, a la hora de la verdad, pocos se enteran de lo que es exactamente el Reino de Dios del que habla Jesús. Sin embargo, las cosas no son tan complicadas. Lo único que Dios quiere es esto: una vida más humana para todos y desde ahora, una vida que alcance su plenitud en su vida eterna. Por eso, nunca hay que dar a ningún César lo que es de Dios: la vida y la dignidad de sus hijos.
¿QUE ES CREER EN DIOS?Enseñas el camino de Dios
Se habla a veces de manera tan superficial sobre las cuestiones más importantes de la vida, y se opina con tal ignorancia sobre la religión, que hoy se hace necesario aclarar, incluso, las cosas más elementales. Por ejemplo, ¿qué significa creer en Dios?
En el lenguaje ordinario, «creer» puede encerrar significados bastante diferentes. Cuando digo «creo que lloverá», quiero decir que «no sé con certeza, pero sospecho, intuyo… que lloverá». Cuando digo «te creo», estoy diciendo mucho más: «me fío de ti, creo en lo que tú me dices». Si alguien dice «yo creo en ti», está diciendo todavía algo más: «yo pongo mi confianza en ti, me apoyo en ti». Esta expresión nos acerca ya a lo que vive el que cree en Dios.
Cuando una persona habla «desde fuera», sin conocer por experiencia personal lo que es creer en Dios, piensa, por lo general, que la postura del creyente es, más o menos, ésta: «No sé si Dios existe, y no lo puedo comprobar con certeza, pero yo pienso que sí, que algo tiene que existir.» De la misma manera que uno puede creer que hay vida en otros planetas, aunque no lo pueda saber con seguridad.
Sin embargo, para el que vive desde la fe, «creer en Dios» es otra cosa. Cuando el creyente dice a Dios «yo creo en Ti», está diciendo:
«No estoy solo, Tú estás en mi origen y en mi destino último;
Tú me conoces y me amas;
Tú no me dejarás nunca abandonado, en Ti apoyo mi existencia; nada ni nadie podrá separarme de tu amor y comprensión. »
Esta experiencia del creyente tiene poco que ver con la postura del que opina «algo tiene que haber». Es una relación vital con Dios: «Yo vengo de Dios, voy hacia Dios. Mi ser descansa y se apoya en ese Dios que es sólo amor.»
Por eso, para creer, lo decisivo no son las «pruebas» a favor o en contra de la existencia de Dios, sino la postura interior que uno adopta ante el misterio último de la vida. Nuestro mayor problema hoy es no acertar a vivir desde «el fondo» de nuestro ser. Vivimos por lo general, con una «personalidad superficial», separados del «fondo». Y esta pérdida de contacto con lo más auténtico que hay en nosotros, nos impide abrirnos confiadamente a Dios y nos precipita en la soledad interior.
Lo triste es que ese vacío que deja la falta de fe en Dios, no puede ser sustituido con nada. Podemos hacer que nuestra vida sea más agradable poniendo en marcha algunos resortes sicológicos. Pero nada puede aportar la estabilidad y salud interior que experimenta el creyente:
«Mi pasado pertenece a la misericordia de Dios,
mi futuro está confiado a su amor,
sólo queda el presente para vivirlo de manera agradecida.»
Según el relato evangélico, unas gentes se acercan a Jesús con estas palabras: «Sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad. » Esa debería ser hoy una de nuestras tareas: ser sinceros y ayudarnos unos a otros a descubrir el verdadero «camino de Dios».
[/align] Fraternalmente.-13 octubre, 2011 a las 20:09 #18210Anónimo
InactivoDisculpad la tardanza. Incorporo los comentarios. LO PRIMERO, LA VIDA[align=justify]La exégesis moderna no deja lugar a dudas. Lo primero para Jesús es la vida, no la religión. Basta analizar la trayectoria de su actividad. A Jesús se le ve siempre preocupado por suscitar y desarrollar, en medio de aquella sociedad, una vida más sana y más digna.Pensemos en su actuación en el mundo de los enfermos: Jesús se acerca a quienes viven su vida de manera disminuida, amenazada e insegura, para despertar en ellos una vida más plena.
Pensemos en su acercamiento a los pecadores: Jesús les ofrece el perdón que les haga vivir una vida más digna, rescatada de la humillación y el desprecio.
Pensemos también en los endemoniados, incapaces de ser dueños de su existencia: Jesús los libera de una vida alienada y desquiciada por el mal.
Como ha subrayado J. Sobrino, «pobres son aquellos para quienes la vida es una carga pesada pues no pueden vivir con un mínimo de dignidad». Esta pobreza es lo más contrario al plan original del Creador de la vida. Donde un ser humano no puede vivir con dignidad, la creación de Dios aparece allí como viciada y anulada. No es extraño que Jesús se presente como el gran defensor de la vida ni que la defienda y la exija sin vacilar, cuando la ley o la religión es vivida «contra la vida».
Ya han pasado los tiempos en que la teología contraponía «esta vida» (lo natural) y la otra vida (lo sobrenatural) como dos realidades opuestas. El punto de partida, básico y fundamental es «esta vida» y, de hecho, Jesús se preocupó de lo que aquellas gentes de Galilea más deseaban y necesitaban que era, por lo menos vivir, y vivir con dignidad. El punto de llegada y el horizonte de toda la existencia es «vida eterna» y, por eso, Jesús despertaba en el pueblo la confianza final en la salvación de Dios.
A veces los cristianos exponemos la fe con tal embrollo de conceptos y palabras que, a la hora de la verdad, pocos se enteran de lo que es exactamente el Reino de Dios del que habla Jesús. Sin embargo, las cosas no son tan complicadas. Lo único que Dios quiere es esto: una vida más humana para todos y desde ahora, una vida que alcance su plenitud en su vida eterna. Por eso, nunca hay que dar a ningún César lo que es de Dios: la vida y la dignidad de sus hijos.
¿QUE ES CREER EN DIOS?Enseñas el camino de Dios
Se habla a veces de manera tan superficial sobre las cuestiones más importantes de la vida, y se opina con tal ignorancia sobre la religión, que hoy se hace necesario aclarar, incluso, las cosas más elementales. Por ejemplo, ¿qué significa creer en Dios?
En el lenguaje ordinario, «creer» puede encerrar significados bastante diferentes. Cuando digo «creo que lloverá», quiero decir que «no sé con certeza, pero sospecho, intuyo… que lloverá». Cuando digo «te creo», estoy diciendo mucho más: «me fío de ti, creo en lo que tú me dices». Si alguien dice «yo creo en ti», está diciendo todavía algo más: «yo pongo mi confianza en ti, me apoyo en ti». Esta expresión nos acerca ya a lo que vive el que cree en Dios.
Cuando una persona habla «desde fuera», sin conocer por experiencia personal lo que es creer en Dios, piensa, por lo general, que la postura del creyente es, más o menos, ésta: «No sé si Dios existe, y no lo puedo comprobar con certeza, pero yo pienso que sí, que algo tiene que existir.» De la misma manera que uno puede creer que hay vida en otros planetas, aunque no lo pueda saber con seguridad.
Sin embargo, para el que vive desde la fe, «creer en Dios» es otra cosa. Cuando el creyente dice a Dios «yo creo en Ti», está diciendo:
«No estoy solo, Tú estás en mi origen y en mi destino último;
Tú me conoces y me amas;
Tú no me dejarás nunca abandonado, en Ti apoyo mi existencia; nada ni nadie podrá separarme de tu amor y comprensión. »
Esta experiencia del creyente tiene poco que ver con la postura del que opina «algo tiene que haber». Es una relación vital con Dios: «Yo vengo de Dios, voy hacia Dios. Mi ser descansa y se apoya en ese Dios que es sólo amor.»
Por eso, para creer, lo decisivo no son las «pruebas» a favor o en contra de la existencia de Dios, sino la postura interior que uno adopta ante el misterio último de la vida. Nuestro mayor problema hoy es no acertar a vivir desde «el fondo» de nuestro ser. Vivimos por lo general, con una «personalidad superficial», separados del «fondo». Y esta pérdida de contacto con lo más auténtico que hay en nosotros, nos impide abrirnos confiadamente a Dios y nos precipita en la soledad interior.
Lo triste es que ese vacío que deja la falta de fe en Dios, no puede ser sustituido con nada. Podemos hacer que nuestra vida sea más agradable poniendo en marcha algunos resortes sicológicos. Pero nada puede aportar la estabilidad y salud interior que experimenta el creyente:
«Mi pasado pertenece a la misericordia de Dios,
mi futuro está confiado a su amor,
sólo queda el presente para vivirlo de manera agradecida.»
Según el relato evangélico, unas gentes se acercan a Jesús con estas palabras: «Sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad. » Esa debería ser hoy una de nuestras tareas: ser sinceros y ayudarnos unos a otros a descubrir el verdadero «camino de Dios».
[/align] Fraternalmente.- -
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