Inicio Foros Formación cofrade Evangelio Dominical y Festividades Evangelio del domingo 19/02/2012

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  • #7607
    Anónimo
    Inactivo

    El Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados

    Lectura del santo evangelio según san Marcos 2, 1-12

    Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que estaba en casa.

    Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Él les proponía la palabra.

    Llegaron cuatro llevando un paralítico y, como no podían meterlo, por el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico.

    Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico:

    – «Hijo, tus pecados quedan perdonados.»

    Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros:

    – «¿Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, fuera de Dios?»

    Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y les dijo:

    «¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: decirle al paralítico «tus pecados quedan perdonados» o decirle «levántate, coge la camilla y echa a andar»?

    Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados … »

    Entonces le dijo al paralítico:

    – «Contigo hablo: Levántate, coge tu camilla y vete a tu casa.»

    Se levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo:

    – «Nunca hemos visto una cosa igual.»

    Palabra del Señor.

    #12205
    Anónimo
    Inactivo

    [align=justify]Os dejo los comentarios al Evangelio del domingo.

    EL PERDÓN NOS PONE DE PIE

    El paralítico del relato evangélico es un hombre hundido en la pasividad. No puede moverse por sí mismo. No habla ni dice nada. Se deja llevar por los demás. Vive atado a su camilla, paralizado por una vida alejada de Dios, el creador de la vida.

    Por el contrario, cuatro vecinos que lo quieren de verdad se movilizan con todas sus fuerzas para acercarlo a Jesús. No se detienen ante ningún obstáculo hasta que consiguen llevarlo a «donde está él». Saben que Jesús puede ser el comienzo de una vida nueva para su amigo.

    Jesús capta en el fondo de sus esfuerzos «la fe que tienen en él» y, de pronto, sin que nadie le haya pedido nada, pronuncia esas cinco palabras que pueden cambiar para siempre una vida: «Hijo, tus pecados quedan perdonados». Dios te comprende, te quiere y te perdona.

    Se nos dice que había allí unos «escribas». Están «sentados». Se sienten maestros y jueces. No piensan en la alegría del paralítico ni aprecian los esfuerzos de quienes lo han traído hasta Jesús. Hablan con seguridad. No se cuestionan su manera de pensar. Lo saben todo acerca de Dios: Jesús «está blasfemando».

    Jesús no entra en discusiones teóricas sobre Dios. No hace falta. Él vive lleno de Dios. Y ese Dios que es solo Amor lo empuja a despertar la fe, perdonando el pecado y liberando la vida de las personas. Las tres órdenes que da al paralítico lo dicen todo: «Levántate»: ponte de pie; recupera tu dignidad; libérate de lo que paraliza tu vida. «Coge tu camilla»: enfréntate al futuro con fe nueva; estás perdonado de tu pasado. «Vete a tu casa»: aprende a convivir.

    No es posible seguir a Jesús viviendo como «paralíticos» que no saben cómo salir del inmovilismo, la inercia o la pasividad. Tal vez necesitamos como nunca reavivar en nuestras comunidades la celebración del perdón que Dios nos ofrece en Jesús. Ese perdón puede ponernos de pie para enfrentarnos al futuro con confianza y alegría nueva.

    El perdón de Dios, recibido con fe en el corazón y celebrado con gozo junto a los hermanos y hermanas, nos puede liberar de lo que nos bloquea interiormente. Con Jesús todo es posible. Nuestras comunidades pueden cambiar. Nuestra fe puede ser más libre y audaz.

    NO QUEDAR PARALIZADOS POR NUESTRO PASADO

    Vivir reconciliado consigo mismo es una de las tareas más difíciles de la vida. De hecho son bastantes los que viven interiormente divididos, rebelándose continuamente contra su propio ser, descontentos de sí mismos, sin aceptarse ni amarse tal como son.

    A estas personas se les hace muy difícil portarse bien consigo mismas cuando se sienten culpables. Lo más fácil es enfadarse, denigrarse a sí mismo, condenarse interiormente: «Siempre seré el mismo, lo mío no tiene remedio». Es la mejor manera de paralizar nuestra vida.

    Estas personas no pueden sentir el perdón de Dios, porque no saben perdonarse a sí mismas. No pueden acoger su amor, porque no saben amarse. Solo mirándome con piedad y misericordia, como me mira Dios, solo acogiéndome como él me acoge, puede mi vida renovarse y cambiar.

    De nada sirve condenarnos y torturarnos, tal vez con la esperanza secreta de aplacar así a Dios. No necesitamos de ninguna autocondena para que él nos acoja. No es bueno hundirnos o rebelarnos. No es esto lo que más nos acerca a Dios, sino la compasión con nosotros mismos y con nuestra debilidad.

    Como dice el conocido maestro espiritual Anselm Grün, la llamada de Jesús: «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso», incluye la misericordia para consigo mismo. Tenemos que ser también misericordiosos con los enemigos que todos llevamos dentro.

    El relato evangélico de Marcos nos habla de la fe de los que conducen al paralítico ante Jesús, pero nada se nos dice de la actitud interior del enfermo. Al parecer es un hombre paralizado físicamente y bloqueado interiormente. Jesús lo cura con el perdón: «Hijo, tus pecados quedan perdonados»; puedes vivir con un pasado ambiguo y oscuro; estás perdonado; no permanezcas paralizado por tu pecado; Dios te acoge; levántate y toma tu camilla, asume tu responsabilidad y vive con paz.[/align]
    También el de Patxi:

    [align=justify]Impresiona este pasaje del Evangelio. La creatividad de los camilleros que portan al paralítico es llamativa. Logran llevarlo a la misma presencia de Jesús, a pesar del gentío. Y ya sabemos lo difícil que es pasar cuando se agolpa tanta gente. Más con una camilla.

    Pero si llamativos son los transportistas, más llamativa es la palabra y la acción de Jesús. Él regala su perdón a aquel hombre postrado, inclinado, hundido en la enfermedad del egoísmo. Jesús le hace levantar. Le devuelve su dignidad, su posición de caminante, de hombre que ya no vive agachado sino en posición recta.

    Patxi nos lo cuenta muy bien con su dibujo. El paralítico vuela en su curación. Le cura el perdón, le cura el amor de Jesús. Y el Padre se siente feliz con ello. Cuando veamos una cometa por el cielo azul, recordemos que Dios se siente muy feliz con la fe de sus hijos y quiere que vivamos al aire de su Espíritu. ¡Qué hermosas las cometas en el cielo! No lo olvidemos: el perdón de Jesús nos lleva al abrazo del Abba.[/align]

    #18258
    Anónimo
    Inactivo

    [align=justify]Os dejo los comentarios al Evangelio del domingo.

    EL PERDÓN NOS PONE DE PIE

    El paralítico del relato evangélico es un hombre hundido en la pasividad. No puede moverse por sí mismo. No habla ni dice nada. Se deja llevar por los demás. Vive atado a su camilla, paralizado por una vida alejada de Dios, el creador de la vida.

    Por el contrario, cuatro vecinos que lo quieren de verdad se movilizan con todas sus fuerzas para acercarlo a Jesús. No se detienen ante ningún obstáculo hasta que consiguen llevarlo a «donde está él». Saben que Jesús puede ser el comienzo de una vida nueva para su amigo.

    Jesús capta en el fondo de sus esfuerzos «la fe que tienen en él» y, de pronto, sin que nadie le haya pedido nada, pronuncia esas cinco palabras que pueden cambiar para siempre una vida: «Hijo, tus pecados quedan perdonados». Dios te comprende, te quiere y te perdona.

    Se nos dice que había allí unos «escribas». Están «sentados». Se sienten maestros y jueces. No piensan en la alegría del paralítico ni aprecian los esfuerzos de quienes lo han traído hasta Jesús. Hablan con seguridad. No se cuestionan su manera de pensar. Lo saben todo acerca de Dios: Jesús «está blasfemando».

    Jesús no entra en discusiones teóricas sobre Dios. No hace falta. Él vive lleno de Dios. Y ese Dios que es solo Amor lo empuja a despertar la fe, perdonando el pecado y liberando la vida de las personas. Las tres órdenes que da al paralítico lo dicen todo: «Levántate»: ponte de pie; recupera tu dignidad; libérate de lo que paraliza tu vida. «Coge tu camilla»: enfréntate al futuro con fe nueva; estás perdonado de tu pasado. «Vete a tu casa»: aprende a convivir.

    No es posible seguir a Jesús viviendo como «paralíticos» que no saben cómo salir del inmovilismo, la inercia o la pasividad. Tal vez necesitamos como nunca reavivar en nuestras comunidades la celebración del perdón que Dios nos ofrece en Jesús. Ese perdón puede ponernos de pie para enfrentarnos al futuro con confianza y alegría nueva.

    El perdón de Dios, recibido con fe en el corazón y celebrado con gozo junto a los hermanos y hermanas, nos puede liberar de lo que nos bloquea interiormente. Con Jesús todo es posible. Nuestras comunidades pueden cambiar. Nuestra fe puede ser más libre y audaz.

    NO QUEDAR PARALIZADOS POR NUESTRO PASADO

    Vivir reconciliado consigo mismo es una de las tareas más difíciles de la vida. De hecho son bastantes los que viven interiormente divididos, rebelándose continuamente contra su propio ser, descontentos de sí mismos, sin aceptarse ni amarse tal como son.

    A estas personas se les hace muy difícil portarse bien consigo mismas cuando se sienten culpables. Lo más fácil es enfadarse, denigrarse a sí mismo, condenarse interiormente: «Siempre seré el mismo, lo mío no tiene remedio». Es la mejor manera de paralizar nuestra vida.

    Estas personas no pueden sentir el perdón de Dios, porque no saben perdonarse a sí mismas. No pueden acoger su amor, porque no saben amarse. Solo mirándome con piedad y misericordia, como me mira Dios, solo acogiéndome como él me acoge, puede mi vida renovarse y cambiar.

    De nada sirve condenarnos y torturarnos, tal vez con la esperanza secreta de aplacar así a Dios. No necesitamos de ninguna autocondena para que él nos acoja. No es bueno hundirnos o rebelarnos. No es esto lo que más nos acerca a Dios, sino la compasión con nosotros mismos y con nuestra debilidad.

    Como dice el conocido maestro espiritual Anselm Grün, la llamada de Jesús: «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso», incluye la misericordia para consigo mismo. Tenemos que ser también misericordiosos con los enemigos que todos llevamos dentro.

    El relato evangélico de Marcos nos habla de la fe de los que conducen al paralítico ante Jesús, pero nada se nos dice de la actitud interior del enfermo. Al parecer es un hombre paralizado físicamente y bloqueado interiormente. Jesús lo cura con el perdón: «Hijo, tus pecados quedan perdonados»; puedes vivir con un pasado ambiguo y oscuro; estás perdonado; no permanezcas paralizado por tu pecado; Dios te acoge; levántate y toma tu camilla, asume tu responsabilidad y vive con paz.[/align]
    También el de Patxi:

    [align=justify]Impresiona este pasaje del Evangelio. La creatividad de los camilleros que portan al paralítico es llamativa. Logran llevarlo a la misma presencia de Jesús, a pesar del gentío. Y ya sabemos lo difícil que es pasar cuando se agolpa tanta gente. Más con una camilla.

    Pero si llamativos son los transportistas, más llamativa es la palabra y la acción de Jesús. Él regala su perdón a aquel hombre postrado, inclinado, hundido en la enfermedad del egoísmo. Jesús le hace levantar. Le devuelve su dignidad, su posición de caminante, de hombre que ya no vive agachado sino en posición recta.

    Patxi nos lo cuenta muy bien con su dibujo. El paralítico vuela en su curación. Le cura el perdón, le cura el amor de Jesús. Y el Padre se siente feliz con ello. Cuando veamos una cometa por el cielo azul, recordemos que Dios se siente muy feliz con la fe de sus hijos y quiere que vivamos al aire de su Espíritu. ¡Qué hermosas las cometas en el cielo! No lo olvidemos: el perdón de Jesús nos lleva al abrazo del Abba.[/align]

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