Inicio Foros Formación cofrade Evangelio Dominical y Festividades Evangelio del domingo 06/05/2012

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  • #7722
    Anónimo
    Inactivo

    5º Domingo de Pascua.

    El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante.

    Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 1-8

    En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

    -«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador.

    A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.

    Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.

    Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.

    Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada.

    Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.

    Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.

    Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos mÍos.»

    Palabra del Señor.

    #12251
    Anónimo
    Inactivo

    Os adjunto los comentarios al Evangelio

    VIDAS ESTERILES

    [align=justify][align=justify]Los seres humanos somos un deseo intenso de vida y cumplimiento. Hay dentro de nosotros algo que quiere vivir, vivir intensamente y vivir para siempre. Más aún, nacemos para hacer crecer la vida.

    Sin embargo, la vida no cambia fácilmente. La injusticia, el sufrimiento, la mentira y el mal nos siguen dominando. Parece que todos los esfuerzos que hagamos por mejorar el mundo terminan tarde o temprano en el fracaso.

    Movimientos que se dicen comprometidos en luchar por la libertad terminan provocando iguales o mayores esclavitudes. Hombres y mujeres que buscan la justicia terminan generando nuevas e interminables injusticias.

    ¿Quién de nosotros, incluso el más noble y generoso, no ha tenido un día la impresión de que todos sus proyectos, esfuerzos y trabajos no servían para nada?

    ¿Será la vida algo que no conduce a nada? ¿Un esfuerzo vacío y sin sentido? ¿Una «pasión inútil» como decía J.P. Sartre?

    Los creyentes hemos de volver a recordar que la fe es «fuente de vida».

    Creer no es afirmar que debe existir Algo último en alguna parte. Creer es descubrir a Alguien que nos «hace vivir» superando nuestra impotencia, nuestros errores y nuestro pecado.

    Una de las mayores tragedias de los cristianos es la de «practicar la religión» sin ningún contacto con el Viviente. Y sin embargo, uno empieza a descubrir la verdad de la fe cristiana cuando acierta a vivir en contacto personal con Jesús Resucitado. Sólo entonces se descubre que Dios no es una amenaza o un desconocido, sino Alguien vivo que pone nueva fuerza y nueva alegría en nuestras vidas.

    Con frecuencia, nuestro problema no es vivir envueltos en problemas y conflictos constantes. Nuestro problema más profundo es no tener fuerza interior para enfrentarnos a los problemas diarios de la vida.

    La experiencia diaria nos ha de hacer pensar a los cristianos la verdad de las palabras de Jesús: «Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada».

    ¿No está precisamente ahí la raíz más profunda de tantas vidas estériles y tristes de hombres y mujeres que nos llamamos creyentes?

    CREER

    La fe no es una impresión o emoción del corazón. Sin duda, el creyente siente su fe, la experimenta y la disfruta, pero sería un error reducirla a «sentimentalismo». La fe no es algo que depende de los sentimientos: «ya no siento nada… debo estar perdiendo la fe». Ser creyentes es una actitud responsable y razonada.

    La fe no es tampoco una opinión personal. El creyente se compromete personalmente a creer en Dios, pero la fe no puede ser reducida a «subjetivismo»: «yo tengo mis ideas y creo lo que a mí me parece». La realidad de Dios no depende de mí, ni el cristianismo es fabricación de cada uno.

    La fe no es tampoco una costumbre o tradición recibida de los padres. Es bueno nacer en una familia creyente y recibir desde niño una orientación cristiana de la vida, pero sería muy pobre reducir la fe a «costumbre religiosa»: «en mi familia siempre hemos sido muy de Iglesia». La fe es una decisión personal de cada uno.

    La fe no es tampoco una receta moral. Creer en Dios tiene sus exigencias, pero sería una equivocación reducirlo todo a «moralismo»: «yo respeto a todos y no hago mal a nadie». La fe es, además, amor a Dios, compromiso por un mundo más humano, esperanza de vida eterna, acción de gracias, celebración.

    La fe no es tampoco un «tranquilizante». Creer en Dios es, sin duda, fuente de paz, consuelo y serenidad, pero la fe no es sólo un «agarradero» para los momentos críticos: «yo cuando me encuentro en apuros acudo a la Virgen». Creer es el mejor estímulo para luchar, trabajar y vivir de manera digna y responsable.

    La fe comienza a desfigurarse cuando se olvida que, antes que nada, es un encuentro personal con Cristo. El cristiano es una persona que se encuentra con Cristo y en él va descubriendo a un Dios Amor que cada día le convence y atrae más. Lo dice muy bien Juan: «Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es Amor» (1 Jn 4, 16).

    Esta fe sólo da frutos cuando vivimos día a día unidos a Cristo, es decir, motivados y sostenidos por su Espíritu y su Palabra: «El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí no podéis hacer nada».[/align][/align]

    También el de Patxi:

    [align=justify]La vid es una imagen que nos remite al vino, la alegría, la creatividad, el éxtasis, la inspiración. Para estar inspirados hemos de estar unidos a Jesús. Él nos concederá frutos abundantes para su Iglesia desde esta unión en la alegría. Los jóvenes y los niños -también los adultos- necesitan una Iglesia alegre y comprometida, hogar y taller de experiencias que desemboquen en el encuentro con el que es la verdadera vid. Nuevos lenguajes, nuevas plataformas y, sobre todo, compartir el tiempo con los jóvenes es una buena tarea que podemos extraer del vino nuevo del Evangelio, que termina por transformar nuestra caducidad y desgana. Estar unidos a la vid es garantía de una vida con sentido, una vida fructífera, una vida para derrochar el vino del amor. Con tantos niños y niñas que en estos días hacen su primera comunión, transmitamos la alegría de creer, de que Jesús se nos cuele en el corazón, hecho pan, hecho vino, hecho alegría y amor.

    Transmitamos a todos la alegría de estar unidos a la Vid: la alegría de Caná, la alegría de María, la alegría de la Iglesia que es Comunidad del Resucitado.[/align]

    Fraternalmente.-

    #18304
    Anónimo
    Inactivo

    Os adjunto los comentarios al Evangelio

    VIDAS ESTERILES

    [align=justify][align=justify]Los seres humanos somos un deseo intenso de vida y cumplimiento. Hay dentro de nosotros algo que quiere vivir, vivir intensamente y vivir para siempre. Más aún, nacemos para hacer crecer la vida.

    Sin embargo, la vida no cambia fácilmente. La injusticia, el sufrimiento, la mentira y el mal nos siguen dominando. Parece que todos los esfuerzos que hagamos por mejorar el mundo terminan tarde o temprano en el fracaso.

    Movimientos que se dicen comprometidos en luchar por la libertad terminan provocando iguales o mayores esclavitudes. Hombres y mujeres que buscan la justicia terminan generando nuevas e interminables injusticias.

    ¿Quién de nosotros, incluso el más noble y generoso, no ha tenido un día la impresión de que todos sus proyectos, esfuerzos y trabajos no servían para nada?

    ¿Será la vida algo que no conduce a nada? ¿Un esfuerzo vacío y sin sentido? ¿Una «pasión inútil» como decía J.P. Sartre?

    Los creyentes hemos de volver a recordar que la fe es «fuente de vida».

    Creer no es afirmar que debe existir Algo último en alguna parte. Creer es descubrir a Alguien que nos «hace vivir» superando nuestra impotencia, nuestros errores y nuestro pecado.

    Una de las mayores tragedias de los cristianos es la de «practicar la religión» sin ningún contacto con el Viviente. Y sin embargo, uno empieza a descubrir la verdad de la fe cristiana cuando acierta a vivir en contacto personal con Jesús Resucitado. Sólo entonces se descubre que Dios no es una amenaza o un desconocido, sino Alguien vivo que pone nueva fuerza y nueva alegría en nuestras vidas.

    Con frecuencia, nuestro problema no es vivir envueltos en problemas y conflictos constantes. Nuestro problema más profundo es no tener fuerza interior para enfrentarnos a los problemas diarios de la vida.

    La experiencia diaria nos ha de hacer pensar a los cristianos la verdad de las palabras de Jesús: «Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada».

    ¿No está precisamente ahí la raíz más profunda de tantas vidas estériles y tristes de hombres y mujeres que nos llamamos creyentes?

    CREER

    La fe no es una impresión o emoción del corazón. Sin duda, el creyente siente su fe, la experimenta y la disfruta, pero sería un error reducirla a «sentimentalismo». La fe no es algo que depende de los sentimientos: «ya no siento nada… debo estar perdiendo la fe». Ser creyentes es una actitud responsable y razonada.

    La fe no es tampoco una opinión personal. El creyente se compromete personalmente a creer en Dios, pero la fe no puede ser reducida a «subjetivismo»: «yo tengo mis ideas y creo lo que a mí me parece». La realidad de Dios no depende de mí, ni el cristianismo es fabricación de cada uno.

    La fe no es tampoco una costumbre o tradición recibida de los padres. Es bueno nacer en una familia creyente y recibir desde niño una orientación cristiana de la vida, pero sería muy pobre reducir la fe a «costumbre religiosa»: «en mi familia siempre hemos sido muy de Iglesia». La fe es una decisión personal de cada uno.

    La fe no es tampoco una receta moral. Creer en Dios tiene sus exigencias, pero sería una equivocación reducirlo todo a «moralismo»: «yo respeto a todos y no hago mal a nadie». La fe es, además, amor a Dios, compromiso por un mundo más humano, esperanza de vida eterna, acción de gracias, celebración.

    La fe no es tampoco un «tranquilizante». Creer en Dios es, sin duda, fuente de paz, consuelo y serenidad, pero la fe no es sólo un «agarradero» para los momentos críticos: «yo cuando me encuentro en apuros acudo a la Virgen». Creer es el mejor estímulo para luchar, trabajar y vivir de manera digna y responsable.

    La fe comienza a desfigurarse cuando se olvida que, antes que nada, es un encuentro personal con Cristo. El cristiano es una persona que se encuentra con Cristo y en él va descubriendo a un Dios Amor que cada día le convence y atrae más. Lo dice muy bien Juan: «Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es Amor» (1 Jn 4, 16).

    Esta fe sólo da frutos cuando vivimos día a día unidos a Cristo, es decir, motivados y sostenidos por su Espíritu y su Palabra: «El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí no podéis hacer nada».[/align][/align]

    También el de Patxi:

    [align=justify]La vid es una imagen que nos remite al vino, la alegría, la creatividad, el éxtasis, la inspiración. Para estar inspirados hemos de estar unidos a Jesús. Él nos concederá frutos abundantes para su Iglesia desde esta unión en la alegría. Los jóvenes y los niños -también los adultos- necesitan una Iglesia alegre y comprometida, hogar y taller de experiencias que desemboquen en el encuentro con el que es la verdadera vid. Nuevos lenguajes, nuevas plataformas y, sobre todo, compartir el tiempo con los jóvenes es una buena tarea que podemos extraer del vino nuevo del Evangelio, que termina por transformar nuestra caducidad y desgana. Estar unidos a la vid es garantía de una vida con sentido, una vida fructífera, una vida para derrochar el vino del amor. Con tantos niños y niñas que en estos días hacen su primera comunión, transmitamos la alegría de creer, de que Jesús se nos cuele en el corazón, hecho pan, hecho vino, hecho alegría y amor.

    Transmitamos a todos la alegría de estar unidos a la Vid: la alegría de Caná, la alegría de María, la alegría de la Iglesia que es Comunidad del Resucitado.[/align]

    Fraternalmente.-

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