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1 octubre, 2012 a las 8:48 #7922
Anónimo
InactivoLo que Dios ha unido, que no lo separe el hombreLectura del santo evangelio según san Marcos 10, 2-16En aquel tiempo, se acercaron unos fariseos y le preguntaron a Jesús, para ponerlo a prueba:
– «¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?»
Él les replicó:
– «¿Qué os ha mandado Moisés?»
Contestaron:
– «Moisés permitió divorciarse, dándole a la mujer un acta de repudio.»
Jesús les dijo:
-«Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios «los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne». De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.»
En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo.
Él les dijo:
– «Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio.»
Le acercaban niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban.
Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo:
– «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él.»
Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.
Palabra del Señor.4 octubre, 2012 a las 15:59 #12273Anónimo
InactivoBuenas: Después de una prolongada ausencia por causas ajenas a mi voluntad, retomo los comentarios al Evangelio.
SEPARADOS, PERO PADRES[align=justify]Durante estos años he podido compartir de cerca el duro camino de la separación de esposos y esposas que un día se quisieron de verdad.Los he visto sufrir, dudar y también luchar por un amor ya desaparecido.
Los he visto soportar los reproches, la incomprensión y el distanciamiento de quienes parecían sus amigos.
Junto a ellos he visto también sufrir a sus hijos.
No es del todo cierto que la separación de los padres cause un trauma irreversible a los hijos.
Lo que les hace daño es el desamor, la agresividad o el miedo que, a veces, acompaña a una separación cuando se realiza de forma poco humana.
Nunca se debería olvidar que los que se separan son los padres, no los hijos.
Estos tienen derecho a seguir disfrutando de su padre y de su madre, juntos o separados,
y no tienen por qué sufrir su agresividad ni ser testigos de sus disputas y litigios.
Por eso mismo no han de ser coaccionados para que tomen partido por uno u otro.
Tienen derecho a que sus padres mantengan ante ellos una postura digna y de mutuo respeto, sin denigrar nunca la imagen del otro; a que no los utilicen como «arma arrojadiza» en sus enfrentamientos.
Es mezquino, por otra parte, chantajear a los hijos para ganarse su cariño con regalos o conductas permisivas.
Al contrario, quien busca realmente el bien del niño le facilita el encuentro y la comunicación con el padre o la madre que ya no vive con él.
Los hijos tienen derecho además a que sus padres se reúnan para tratar de temas relativos a su educación y salud, o para tomar decisiones sobre aspectos importantes para su vida. La pareja no ha de olvidar que, aun estando separados, siguen siendo padres de unos hijos que los necesitan.
Conozco los esfuerzos que hacen no pocos separados para que sus hijos sufran lo menos posible las consecuencias dolorosas de la separación. No siempre es fácil, ni para quien se queda con la custodia de los hijos (qué agotador ocuparse a solas de su cuidado) ni para quien ha de vivir en adelante separado de ellos (qué duro sentir su vacío). Estos padres necesitan en más de una ocasión apoyo, compañía o ayuda que no siempre encuentran en su entorno, su familia, sus amigos o su comunidad cristiana
[/align] CONTRA EL PODER DEL VARÓNLo
[align=justify]s fariseos plantean a Jesús una pregunta para ponerlo a prueba. Esta vez no es una cuestión sin importancia, sino un hecho que hace sufrir mucho a las mujeres de Galilea y es motivo de vivas discusiones entre los seguidores de diversas escuelas rabínicas: «¿Le es lícito al varón divorciarse de su mujer?».No se trata del divorcio moderno que conocemos hoy, sino de la situación en que vivía la mujer judía dentro del
matrimonio, controlado por el varón. Según la ley de Moisés, el marido podía romper el contrato matrimonial y expulsar de casa a su esposa. La mujer, por el contrario, sometida en todo al varón, no podía hacer lo mismo.
La respuesta de Jesús sorprende a todos. No entra en las discusiones de los rabinos. Invita a descubrir el proyecto original de Dios, que está por encima de leyes y normas. Esta ley «machista», en concreto, se ha impuesto en el pueblo judío por la «dureza de corazón» de los varones que controlan a las mujeres y las someten a su voluntad.
Jesús ahonda en el misterio original del ser humano. Dios «los ha creado varón y mujer». Los dos han sido creados en igualdad. Dios no ha creado al varón con poder sobre la mujer. No ha creado a la mujer sometida al varón. Entre varones y
mujeres no ha de haber dominación por parte de nadie.
Desde esta estructura original del ser humano, Jesús ofrece una visión del matrimonio que va más allá de todo lo establecido por la «dureza de corazón» de los varones. Mujeres y varones se unirán para «ser una sola carne» e iniciar una vida compartida en la mutua entrega sin imposición ni sumisión.
Este proyecto matrimonial es para Jesús la suprema expresión del amor humano. El varón no tiene derecho alguno a controlar a la mujer como si fuera su dueño. La mujer no ha de aceptar vivir sometida al varón. Es Dios mismo quien los atrae a vivir unidos por un amor libre y gratuito. Jesús concluye de manera rotunda: «Lo que Dios ha unido, que no lo separe el varón».
Con esta posición, Jesús esta destruyendo de raíz el fundamento del patriarcado bajo todas sus formas de control, sometimiento e imposición del varón sobre la mujer. No solo en el matrimonio sino en cualquier institución civil o religiosa.
Hemos de escuchar el mensaje de Jesús. No es posible abrir caminos al reino de Dios y su justicia sin luchar activamente contra el patriarcado. ¿Cuándo reaccionaremos en la Iglesia con energía evangélica contra tanto abuso, violencia y agresión del varón sobre la mujer? ¿Cuándo defenderemos a la mujer de la «dureza de corazón» de los varones?
[/align] Otra manera de ver el Evangelio es la de Fano y Kamiano
[align=justify]Patxi nos propone con su dibujo que hagamos a los niños felices acercándose a la “FE”, a la amistad con Jesús, a una posibilidad nueva de colorear la existencia con amor y con esperanza, con esa alegría que provoca el encuentro y el estar con Él.La ilusión, el deseo de Jesús, es que los pequeños, los que no cuentan, los que están en la cuneta de la vida, puedan encontrarse con Él y dedicarse a su amistad. Amistad que transforma y lanza a horizontes nuevos, los horizontes del Amor, basados en las bienaventuranzas.
Al iniciar el curso catequético pedimos por todos los padres y madres, educadores, catequistas, por todos los que anuncian y transmiten la buena noticia a los más pequeños: “un tesoro en vasijas de barro”, que merece la pena dar a conocer, para que ellos vivan en esa “FE”-LICIDAD.
[/align] Fraternalmente.-
4 octubre, 2012 a las 15:59 #18326Anónimo
InactivoBuenas: Después de una prolongada ausencia por causas ajenas a mi voluntad, retomo los comentarios al Evangelio.
SEPARADOS, PERO PADRES[align=justify]Durante estos años he podido compartir de cerca el duro camino de la separación de esposos y esposas que un día se quisieron de verdad.Los he visto sufrir, dudar y también luchar por un amor ya desaparecido.
Los he visto soportar los reproches, la incomprensión y el distanciamiento de quienes parecían sus amigos.
Junto a ellos he visto también sufrir a sus hijos.
No es del todo cierto que la separación de los padres cause un trauma irreversible a los hijos.
Lo que les hace daño es el desamor, la agresividad o el miedo que, a veces, acompaña a una separación cuando se realiza de forma poco humana.
Nunca se debería olvidar que los que se separan son los padres, no los hijos.
Estos tienen derecho a seguir disfrutando de su padre y de su madre, juntos o separados,
y no tienen por qué sufrir su agresividad ni ser testigos de sus disputas y litigios.
Por eso mismo no han de ser coaccionados para que tomen partido por uno u otro.
Tienen derecho a que sus padres mantengan ante ellos una postura digna y de mutuo respeto, sin denigrar nunca la imagen del otro; a que no los utilicen como «arma arrojadiza» en sus enfrentamientos.
Es mezquino, por otra parte, chantajear a los hijos para ganarse su cariño con regalos o conductas permisivas.
Al contrario, quien busca realmente el bien del niño le facilita el encuentro y la comunicación con el padre o la madre que ya no vive con él.
Los hijos tienen derecho además a que sus padres se reúnan para tratar de temas relativos a su educación y salud, o para tomar decisiones sobre aspectos importantes para su vida. La pareja no ha de olvidar que, aun estando separados, siguen siendo padres de unos hijos que los necesitan.
Conozco los esfuerzos que hacen no pocos separados para que sus hijos sufran lo menos posible las consecuencias dolorosas de la separación. No siempre es fácil, ni para quien se queda con la custodia de los hijos (qué agotador ocuparse a solas de su cuidado) ni para quien ha de vivir en adelante separado de ellos (qué duro sentir su vacío). Estos padres necesitan en más de una ocasión apoyo, compañía o ayuda que no siempre encuentran en su entorno, su familia, sus amigos o su comunidad cristiana
[/align] CONTRA EL PODER DEL VARÓNLo
[align=justify]s fariseos plantean a Jesús una pregunta para ponerlo a prueba. Esta vez no es una cuestión sin importancia, sino un hecho que hace sufrir mucho a las mujeres de Galilea y es motivo de vivas discusiones entre los seguidores de diversas escuelas rabínicas: «¿Le es lícito al varón divorciarse de su mujer?».No se trata del divorcio moderno que conocemos hoy, sino de la situación en que vivía la mujer judía dentro del
matrimonio, controlado por el varón. Según la ley de Moisés, el marido podía romper el contrato matrimonial y expulsar de casa a su esposa. La mujer, por el contrario, sometida en todo al varón, no podía hacer lo mismo.
La respuesta de Jesús sorprende a todos. No entra en las discusiones de los rabinos. Invita a descubrir el proyecto original de Dios, que está por encima de leyes y normas. Esta ley «machista», en concreto, se ha impuesto en el pueblo judío por la «dureza de corazón» de los varones que controlan a las mujeres y las someten a su voluntad.
Jesús ahonda en el misterio original del ser humano. Dios «los ha creado varón y mujer». Los dos han sido creados en igualdad. Dios no ha creado al varón con poder sobre la mujer. No ha creado a la mujer sometida al varón. Entre varones y
mujeres no ha de haber dominación por parte de nadie.
Desde esta estructura original del ser humano, Jesús ofrece una visión del matrimonio que va más allá de todo lo establecido por la «dureza de corazón» de los varones. Mujeres y varones se unirán para «ser una sola carne» e iniciar una vida compartida en la mutua entrega sin imposición ni sumisión.
Este proyecto matrimonial es para Jesús la suprema expresión del amor humano. El varón no tiene derecho alguno a controlar a la mujer como si fuera su dueño. La mujer no ha de aceptar vivir sometida al varón. Es Dios mismo quien los atrae a vivir unidos por un amor libre y gratuito. Jesús concluye de manera rotunda: «Lo que Dios ha unido, que no lo separe el varón».
Con esta posición, Jesús esta destruyendo de raíz el fundamento del patriarcado bajo todas sus formas de control, sometimiento e imposición del varón sobre la mujer. No solo en el matrimonio sino en cualquier institución civil o religiosa.
Hemos de escuchar el mensaje de Jesús. No es posible abrir caminos al reino de Dios y su justicia sin luchar activamente contra el patriarcado. ¿Cuándo reaccionaremos en la Iglesia con energía evangélica contra tanto abuso, violencia y agresión del varón sobre la mujer? ¿Cuándo defenderemos a la mujer de la «dureza de corazón» de los varones?
[/align] Otra manera de ver el Evangelio es la de Fano y Kamiano
[align=justify]Patxi nos propone con su dibujo que hagamos a los niños felices acercándose a la “FE”, a la amistad con Jesús, a una posibilidad nueva de colorear la existencia con amor y con esperanza, con esa alegría que provoca el encuentro y el estar con Él.La ilusión, el deseo de Jesús, es que los pequeños, los que no cuentan, los que están en la cuneta de la vida, puedan encontrarse con Él y dedicarse a su amistad. Amistad que transforma y lanza a horizontes nuevos, los horizontes del Amor, basados en las bienaventuranzas.
Al iniciar el curso catequético pedimos por todos los padres y madres, educadores, catequistas, por todos los que anuncian y transmiten la buena noticia a los más pequeños: “un tesoro en vasijas de barro”, que merece la pena dar a conocer, para que ellos vivan en esa “FE”-LICIDAD.
[/align] Fraternalmente.-
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