Inicio Foros Formación cofrade Evangelio Dominical y Festividades Evangelio del domingo 16/12/2012

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    Anónimo
    Inactivo

    3º Domingo de Adviento.

    ¿Qué hacemos nosotros?

    Lectura del santo evangelio según San Lucas 3, 10-18

    En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan:

    – «¿Entonces, qué hacemos?»

    Él contestó:

    – «El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.»

    Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron:

    – «Maestro, ¿qué hacemos nosotros?»

    Él les contestó:

    – «No exijáis más de lo establecido.»

    Unos militares le preguntaron:

    – «¿Qué hacemos nosotros?»

    Él les contestó:

    – «No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga.»

    El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos:

    – «Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.»

    Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba el Evangelio.

    Palabra del Señor.

    #12291
    Anónimo
    Inactivo

    Os dejo los comentarios al Evangelio.

    [align=justify]¿QUÉ PODEMOS HACER?

    La predicación del Bautista sacudió la conciencia de muchos. Aquel profeta del desierto les estaba diciendo en voz alta lo que ellos sentían en su corazón: era necesario cambiar, volver a Dios, prepararse para acoger al Mesías. Algunos se acercaron a él con esta pregunta: ¿Qué podemos hacer?

    El Bautista tiene las ideas muy claras. No les propone añadir a su vida nuevas prácticas religiosas. No les pide que se queden en el desierto haciendo penitencia. No les habla de nuevos preceptos. Al Mesías hay que acogerlo mirando atentamente a los necesitados.

    No se pierde en teorías sublimes ni en motivaciones profundas. De manera directa, en el más puro estilo profético, lo resume todo en una fórmula genial: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, que haga lo mismo». Y nosotros, ¿qué podemos hacer para acoger a Cristo en medio de esta sociedad en crisis?

    Antes que nada, esforzarnos mucho más en conocer lo que está pasando: la falta de información es la primera causa de nuestra pasividad. Por otra parte, no tolerar la mentira o el encubrimiento de la verdad. Tenemos que conocer, en toda su crudeza, el sufrimiento que se está generando de manera injusta entre nosotros.

    No basta vivir a golpes de generosidad. Podemos dar pasos hacia una vida más sobria. Atrevernos a hacer la experiencia de «empobrecernos» poco a poco, recortando nuestro actual nivel de bienestar, para compartir con los más necesitados tantas cosas que tenemos y no necesitamos para vivir.

    Podemos estar especialmente atentos a quienes han caído en situaciones graves de exclusión social: desahuciados,

    privados de la debida atención sanitaria, sin ingresos ni recurso social alguno… Hemos de salir instintivamente en defensa de los que se están hundiendo en la impotencia y la falta de motivación para enfrentarse a su futuro.

    Desde las comunidades cristianas podemos desarrollar iniciativas diversas para estar cerca de los casos más sangrantes de desamparo social: conocimiento concreto de situaciones, movilización de personas para no dejar solo a nadie, aportación de recursos materiales, gestión de posibles ayudas…

    La crisis va a ser larga. En los próximos años se nos va a ofrecer la oportunidad de humanizar nuestro consumismo

    alocado, hacernos más sensibles al sufrimiento de las víctimas, crecer en solidaridad práctica, contribuir a denunciar la falta de compasión en la gestión de la crisis… Será nuestra manera de acoger con más verdad a Cristo en nuestras vidas.

    Contribuye a alentar la compasión hacia los que sufren. Pásalo.

    REPARTIR CON EL QUE NO TIENE

    La Palabra del Bautista desde el desierto tocó el corazón de las gentes. Su llamada a la conversión y al inicio de una vida más fiel a Dios despertó en muchos de ellos una pregunta concreta: ¿Qué debemos hacer? Es la pregunta que brota siempre en nosotros cuando escuchamos una llamada radical y no sabemos cómo concretar nuestra respuesta.

    El Bautista no les propone ritos religiosos ni tampoco normas ni preceptos. No se trata propiamente de hacer cosas ni de asumir deberes, sino de ser de otra manera, vivir de forma más humana, desplegar algo que está ya en nuestro corazón: el deseo de una vida más justa, digna y fraterna.

    Lo más decisivo y realista es abrir nuestro corazón a Dios mirando atentamente a las necesidades de los que sufren. El Bautista sabe resumirles su respuesta con una fórmula genial por su simplicidad y verdad: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo». Así de simple y claro.

    ¿Qué podemos decir ante estas palabras quienes vivimos en un mundo donde más de un tercio de la humanidad vive en la miseria luchando cada día por sobrevivir, mientras nosotros seguimos llenando nuestros armarios con toda clase de túnicas y tenemos nuestros frigoríficos repletos de comida?

    Y ¿qué podemos decir los cristianos ante esta llamada tan sencilla y tan humana? ¿No hemos de empezar a abrir los ojos de nuestro corazón para tomar conciencia más viva de esa insensibilidad y esclavitud que nos mantiene sometidos a un bienestar que nos impide ser más humanos?

    Mientras nosotros seguimos preocupados, y con razón, de muchos aspectos del momento actual del cristianismo, no nos damos cuenta de que vivimos «cautivos de una religión burguesa». El cristianismo, tal como nosotros lo vivimos, no parece tener fuerza para transformar la sociedad del bienestar. Al contrario, es ésta la que está desvirtuando lo mejor de la religión de Jesús, vaciando nuestro seguimiento a Cristo de valores tan genuinos como la solidaridad, la defensa de los pobres, la compasión y la justicia.

    Por eso, hemos valorar y agradecer mucho más el esfuerzo de tantas personas que se rebelan contra este «cautiverio», comprometiéndose en gestos concretos de solidaridad y cultivando un estilo de vida más sencillo, austero y humano.

    También el de Kamiano

    “¿Qué debemos hacer?”. Lo que hace el Niño que viene: ser pan para el que está machacado por el hambre y la desnudez. Ser pan, alimento, calor, puentes que acercan y evitan exclusiones.

    Domingo de la alegría para estar alegres anunciando la Buena Noticia, que se concreta en palabras de esperanza y en signos que hablan por sí solos de fraternidad y vida compartida.

    “¿Qué debemos hacer?”. Mira a tu alrededor. “¿Qué puedes hacer?”. Mira bien: da de comer, colabora con los que están haciendo campañas en estos días por los demás o promueve iniciativas solidarias, da tu capa… La alegría se manifiesta en la generosidad de la mirada y en aquello que compartimos sintiendo profundamente el dolor y sufrimiento de nuestros hermanos.

    “¿Qué debemos hacer?”. No quejarnos demasiado y ser felices. Hemos recibido la Buena Noticia: el Niño traerá la justicia.[/align]

    Fraternalmente.-

    #18344
    Anónimo
    Inactivo

    Os dejo los comentarios al Evangelio.

    [align=justify]¿QUÉ PODEMOS HACER?

    La predicación del Bautista sacudió la conciencia de muchos. Aquel profeta del desierto les estaba diciendo en voz alta lo que ellos sentían en su corazón: era necesario cambiar, volver a Dios, prepararse para acoger al Mesías. Algunos se acercaron a él con esta pregunta: ¿Qué podemos hacer?

    El Bautista tiene las ideas muy claras. No les propone añadir a su vida nuevas prácticas religiosas. No les pide que se queden en el desierto haciendo penitencia. No les habla de nuevos preceptos. Al Mesías hay que acogerlo mirando atentamente a los necesitados.

    No se pierde en teorías sublimes ni en motivaciones profundas. De manera directa, en el más puro estilo profético, lo resume todo en una fórmula genial: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, que haga lo mismo». Y nosotros, ¿qué podemos hacer para acoger a Cristo en medio de esta sociedad en crisis?

    Antes que nada, esforzarnos mucho más en conocer lo que está pasando: la falta de información es la primera causa de nuestra pasividad. Por otra parte, no tolerar la mentira o el encubrimiento de la verdad. Tenemos que conocer, en toda su crudeza, el sufrimiento que se está generando de manera injusta entre nosotros.

    No basta vivir a golpes de generosidad. Podemos dar pasos hacia una vida más sobria. Atrevernos a hacer la experiencia de «empobrecernos» poco a poco, recortando nuestro actual nivel de bienestar, para compartir con los más necesitados tantas cosas que tenemos y no necesitamos para vivir.

    Podemos estar especialmente atentos a quienes han caído en situaciones graves de exclusión social: desahuciados,

    privados de la debida atención sanitaria, sin ingresos ni recurso social alguno… Hemos de salir instintivamente en defensa de los que se están hundiendo en la impotencia y la falta de motivación para enfrentarse a su futuro.

    Desde las comunidades cristianas podemos desarrollar iniciativas diversas para estar cerca de los casos más sangrantes de desamparo social: conocimiento concreto de situaciones, movilización de personas para no dejar solo a nadie, aportación de recursos materiales, gestión de posibles ayudas…

    La crisis va a ser larga. En los próximos años se nos va a ofrecer la oportunidad de humanizar nuestro consumismo

    alocado, hacernos más sensibles al sufrimiento de las víctimas, crecer en solidaridad práctica, contribuir a denunciar la falta de compasión en la gestión de la crisis… Será nuestra manera de acoger con más verdad a Cristo en nuestras vidas.

    Contribuye a alentar la compasión hacia los que sufren. Pásalo.

    REPARTIR CON EL QUE NO TIENE

    La Palabra del Bautista desde el desierto tocó el corazón de las gentes. Su llamada a la conversión y al inicio de una vida más fiel a Dios despertó en muchos de ellos una pregunta concreta: ¿Qué debemos hacer? Es la pregunta que brota siempre en nosotros cuando escuchamos una llamada radical y no sabemos cómo concretar nuestra respuesta.

    El Bautista no les propone ritos religiosos ni tampoco normas ni preceptos. No se trata propiamente de hacer cosas ni de asumir deberes, sino de ser de otra manera, vivir de forma más humana, desplegar algo que está ya en nuestro corazón: el deseo de una vida más justa, digna y fraterna.

    Lo más decisivo y realista es abrir nuestro corazón a Dios mirando atentamente a las necesidades de los que sufren. El Bautista sabe resumirles su respuesta con una fórmula genial por su simplicidad y verdad: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo». Así de simple y claro.

    ¿Qué podemos decir ante estas palabras quienes vivimos en un mundo donde más de un tercio de la humanidad vive en la miseria luchando cada día por sobrevivir, mientras nosotros seguimos llenando nuestros armarios con toda clase de túnicas y tenemos nuestros frigoríficos repletos de comida?

    Y ¿qué podemos decir los cristianos ante esta llamada tan sencilla y tan humana? ¿No hemos de empezar a abrir los ojos de nuestro corazón para tomar conciencia más viva de esa insensibilidad y esclavitud que nos mantiene sometidos a un bienestar que nos impide ser más humanos?

    Mientras nosotros seguimos preocupados, y con razón, de muchos aspectos del momento actual del cristianismo, no nos damos cuenta de que vivimos «cautivos de una religión burguesa». El cristianismo, tal como nosotros lo vivimos, no parece tener fuerza para transformar la sociedad del bienestar. Al contrario, es ésta la que está desvirtuando lo mejor de la religión de Jesús, vaciando nuestro seguimiento a Cristo de valores tan genuinos como la solidaridad, la defensa de los pobres, la compasión y la justicia.

    Por eso, hemos valorar y agradecer mucho más el esfuerzo de tantas personas que se rebelan contra este «cautiverio», comprometiéndose en gestos concretos de solidaridad y cultivando un estilo de vida más sencillo, austero y humano.

    También el de Kamiano

    “¿Qué debemos hacer?”. Lo que hace el Niño que viene: ser pan para el que está machacado por el hambre y la desnudez. Ser pan, alimento, calor, puentes que acercan y evitan exclusiones.

    Domingo de la alegría para estar alegres anunciando la Buena Noticia, que se concreta en palabras de esperanza y en signos que hablan por sí solos de fraternidad y vida compartida.

    “¿Qué debemos hacer?”. Mira a tu alrededor. “¿Qué puedes hacer?”. Mira bien: da de comer, colabora con los que están haciendo campañas en estos días por los demás o promueve iniciativas solidarias, da tu capa… La alegría se manifiesta en la generosidad de la mirada y en aquello que compartimos sintiendo profundamente el dolor y sufrimiento de nuestros hermanos.

    “¿Qué debemos hacer?”. No quejarnos demasiado y ser felices. Hemos recibido la Buena Noticia: el Niño traerá la justicia.[/align]

    Fraternalmente.-

    #12292
    Anónimo
    Inactivo

    Os dejo un par de comentarios más.

    Estad siempre alegres en el Señor”

    Juan y Jesús aparecen en la vida pública en una época de crisis en Palestina: la mayor parte de la población vivía en una gran pobreza, mientras que sólo unos pocos disfrutaban de abundantes riquezas; esa misma población estaba sometida a la dura colonización del imperio romano, a sus impuestos y arbitrariedades; además, los sacerdotes del templo de Jerusalén habían perdido toda su credibilidad entre la gente, porque no era el servicio a Yahvé lo que les movía, sino la usura y los privilegios propios. En palabras del profeta Juan, aquella sociedad necesitaba un vuelco radical, una conversión y un arrepentimiento. Esa visión radical sobre la situación de maldad de Israel no sólo la compartió Jesús en sus inicios, sino que permaneció también a lo largo de toda su misión posterior.

    También hoy nuestra sociedad de la abundancia necesita un cambio radical, una conversión y un arrepentimiento de los que la formamos, porque somos pocos los que la disfrutamos y muchísimos –cada día más– los que padecen la exclusión, el hambre, la enfermedad, el analfabetismo, el paro, el desalojo de sus viviendas y otras dolorosas miserias. Los cristianos estamos llamados a ser colaboradores del Jesús que está presente y es el profeta de la salvación. ¿Cómo? Llevando la ayuda allá donde la gente esté padeciendo cualquier tipo de esclavitud, de carencia o de sufrimiento.

    También un par de comentarios bíblicos de las tres lecturas de hoy.

    Primera lectura: (Sofonías 3,14-18a)

    Marco: El contexto es un conjunto de salmos de júbilo por Sión y está envuelto en un clima de expectante alegría porque algo importante e inaudito ocurrirá. La invitación insistente a la fiesta y al júbilo tiene una raíz firme: ¡Yahvé tu Dios está en medio de ti como poderoso Salvador! Dios mismo exulta de gozo por Jerusalén, que la renueva por su amor.

    Reflexiones

    1ª) ¡Dios nos quiere felices!

    Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel, alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén. Estas palabras expresan un anuncio proyectado a los días del Mesías. Eso ocurrirá más tarde, pero ya desde ahora se puede experimentar la alegría y el gozo por la segura intervención futura de Dios en la historia de su pueblo. Dios tiene siempre una palabra que abarca el pasado, el presente y el futuro; para Él se trata de un proyecto unitario. Estas palabras del profeta son recogidas en el saludo del ángel Gabriel a María: ¡Alégrate! Se trata de la alegría definitiva que se fundamenta en la última intervención de un Dios que tiene poder para transformar la existencia del hombre. Por eso el creyente de entonces y el creyente de ahora pueden experimentar el gozo y la alegría verdaderos, no superficiales, porque se apoyan en la seguridad de un Dios que tiene poder para intervenir y es movido por un amor creativo en favor del hombre. Es posible la alegría; es necesaria la alegría; es urgente el testimonio de la verdadera alegría en nuestro mundo. Los hombres y mujeres de nuestro mundo anhelan la alegría porque están atenazados por la tristeza y el miedo. Dios, a través del profeta, responde con un mensaje de alegría para ayer y para hoy.

    2ª) ¡Dios camina en medio de su pueblo!

    El Señor será el rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás… El Señor tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva. También estas palabras son asumidas en el relato lucano de la anunciación: El Señor está contigo. Dios camina con su pueblo, en medio de su pueblo. Sin dejar de ser el Dios trascendente y santo, quiere acompañar a su pueblo en sus avatares históricos. Pero su presencia es salvadora, bienhechora. Por eso surge la alegría verdadera entre los hombres. Es la alegría de la seguridad del auxilio en el momento oportuno y de la presencia de alguien que se interesa por nuestras cosas. Dios se toma en serio al hombre y comparte con él, pero manteniendo, a la vez, su trascendencia y la libertad y dignidad del hombre. Está presente, pero desborda para suscitar la búsqueda. Respeta la dignidad del hombre, su responsabilidad, su imprescindible colaboración, pero le invita insistentemente a su encuentro. Utilizando un antropomorfismo afirma el profeta: Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta. En la espera de la Vuelta gloriosa del Señor, la Iglesia debe proclamar que, como antaño, el Señor sigue en medio de su pueblo para afianzar su camino. El mundo necesita, aunque no sea consciente de ello, de testigos vivos de estas certezas porque se debate en dramáticas incertidumbres.

    Segunda lectura: (Filipenses 4,4-7)

    Marco: El contexto de este fragmento son consejos del apóstol desde la cárcel para la comunidad que debe seguir adelante en su esperanza y alegría.

    Reflexiones

    1ª) ¡Y vuestra alegría nadie os lo quitará!

    Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. Estas palabras encabezan toda la liturgia de la Palabra de este domingo, que por esa razón ha sido llamado siempre como el «domingo de la alegría». Dios sigue en su empeño de que los hombres sean felices. Así lo expresa el relato popular y entrañable del paraíso en el que Dios colocó al hombre. Es urgente transmitir al mundo este proyecto de Dios, este deseo de Dios que quiere al hombre feliz. Quien escribe esta carta está en la cárcel injustamente privado de libertad por el testimonio en favor de Jesús y de su Evangelio. No escribe Pablo desde un confortable despacho, sino desde aquellas lóbregas cárceles de la antigüedad. Desde esta dolorosa experiencia Pablo insiste en la alegría como fruto de la esperanza cristiana y no de otra alegría. Es necesario aprovechar estas fechas (como las de Pascua) para transmitir al mundo mensajes de verdadera alegría; mensajes que revelen el verdadero rostro de Dios y el verdadero rostro de la Iglesia. No podemos empañar este proyecto. Ya sabemos que no es fácil esta proclamación; pero es urgente y necesaria. No se trata de una alegría superficial. Por eso se trata de un mensaje válido para todos.

    2ª) ¡Mesura de los cristianos en un mundo hostil!

    Que vuestra mesura sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. Nada os preocupe. Mesura, cordura, saber estar, prudentes como las serpientes. Todos estos términos pueden traducir, de alguna manera, las expresiones paulinas. El Apóstol invita a estar siempre atentos a los tiempos y a los momentos para sacarles todo el provecho. Los creyentes viven en un mundo hostil, por tanto deben vivir y actuar sobriamente, aunque sin angustias. El comportamiento de los creyentes ha de ser conocido por el mundo, porque han sido destinados a ser testigos de Jesús en medio de los hombres de su tiempo. Como él, deben estar en el mundo, aunque el Reino no es de este mundo. Este equilibrio que el Apóstol solicita de sus comunidades es urgente y necesario. Viven en la esperanza que engendra una alegría (Rm 12,12) que alcanza al corazón del hombre y da sentido a su experiencia dolorosa. Ha de ser una alegría creíble y convincente. Escribió Santa Teresa: Nada te turbe, nada te espante. Y Pablo: Que la paz de Dios custodie vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.

    Evangelio: (Lucas 3,10-18)

    Marco: La predicación de Juan el Bautista.

    Reflexiones

    1ª) ¡Es necesario tomar en serio la honradez y las propias responsabilidades!

    La gente preguntaba a Juan: ¿Entonces, qué hacemos? Juan realiza una actividad proclamadora de carácter profético. Los vv. 10-14 recogen algunos ejemplos de la predicación ética del Bautista, centrada principalmente en el comportamiento social. De este modo, Juan aparece como el heredero legítimo de la predicación profética, especialmente cuando denuncian los abusos de los ricos contra los pobres (Amós, Isaías). Juan se esfuerza en promover un interés generoso, una sincera preocupación por los demás. La radicalidad de la predicación escatológica cede ahora ante la exigencia de otras demandas: asistencia al necesitado, honestidad en los negocios, equidad en la aplicación de la justicia. Los puntos concretos, las recomendaciones específicas de Juan a sus compatriotas judíos, se dirigen también, en la intención de Lucas, a los lectores cristianos de su evangelio: es lo que él espera de la comunidad cristiana. La colocación, precisamente aquí, del kerigma escatológico, proclamado por el Bautista, y de sus exigencias éticas revelan la concepción lucana del influjo que tenía que ejercer el kerigma sobre el desarrollo normal de la vida cotidiana. El que tiene dos túnicas o para comer: ¡reparta! No exijáis más de lo que está fijado… No hagáis extorsión a nadie.

    2ª) ¿Es Juan el Mesías?

    El pueblo estaba en expectación y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo… El os bautizará con Espíritu Santo y fuego. La parte más importante de todo este episodio es la tercera subdivisión (vv. 15-18), que muestra cómo era la predicación mesiánica —o, si se prefiere, cristológica— de Juan Bautista. La predicación mesiánica del Bautista está teñida de un cierto matiz escatológico. Merece ser subrayada la titulación que se da a Jesús en este fragmento: el Mesías, el que ha de venir, el más Fuerte. Juan no es sólo una figura escatológica, sino también un predicador profético que anuncia la llegada de uno más Fuerte, de una figura mesiánica que «está para llegar» y que llevará el plan de salvación a su plenitud. Juan no ha realizado milagros; se ha limitado a predicar, denunciar, exhortar y dirigir la mirada de todos a los más débiles como condición imprescindible para recibir al Mesías verdadero. Esos serán signos inequívocos del verdadero Mesías. Por eso la gente deduce la posibilidad de que Juan fuera el Mesías. Pero Juan, honrado y veraz, clarifica la situación y saca a las gentes de su error: él no es el Mesías, sino Otro que pronto aparecerá. Ésta es la grandeza de Juan. Supo estar y ceñirse a la misión que se le encomendó. Lección para nuestro mundo, para las relaciones humanas en nuestra sociedad: el otro es más importante, veracidad en los medios de comunicación, en las relaciones familiares, laborales y económicas. Juan denunciaría hoy con energía los excesos de cierto tipo de publicidad agresiva movida sólo por el provecho de unos pocos en perjuicio de la colectividad.

    3ª) ¡En marcha!

    La liturgia de la palabra orienta nuestra mirada a la aparición de Jesús en el ministerio, en la proclamación del último mensaje de salvación. Con Él se cumple la promesa: es el que ha de venir. En ese tiempo de espera se pide al cristiano y se le ofrece la posibilidad de vivir en fiesta porque Dios está en medio de su historia dirigiéndola tanto en el plano personal como social y universal. Dios está presente y cerca del hombre. El cristiano debe traducir su esperanza en una experiencia del gozo del Espíritu. Vive en un mundo tentado por la ansiedad, la amargura y la carencia de felicidad. Y que esta experiencia sea notoria, sea creíble por los hombres. Son los signos que anticipan el Reino. Es el talante y estilo de vida del cristiano en medio del mundo. Debe vivir y trabajar por la paz estable y duradera. En el tiempo de espera el cristiano está destinado en este mundo a ser agente o promotor de paz.

    Fraternalmente.-

    #18345
    Anónimo
    Inactivo

    Os dejo un par de comentarios más.

    Estad siempre alegres en el Señor”

    Juan y Jesús aparecen en la vida pública en una época de crisis en Palestina: la mayor parte de la población vivía en una gran pobreza, mientras que sólo unos pocos disfrutaban de abundantes riquezas; esa misma población estaba sometida a la dura colonización del imperio romano, a sus impuestos y arbitrariedades; además, los sacerdotes del templo de Jerusalén habían perdido toda su credibilidad entre la gente, porque no era el servicio a Yahvé lo que les movía, sino la usura y los privilegios propios. En palabras del profeta Juan, aquella sociedad necesitaba un vuelco radical, una conversión y un arrepentimiento. Esa visión radical sobre la situación de maldad de Israel no sólo la compartió Jesús en sus inicios, sino que permaneció también a lo largo de toda su misión posterior.

    También hoy nuestra sociedad de la abundancia necesita un cambio radical, una conversión y un arrepentimiento de los que la formamos, porque somos pocos los que la disfrutamos y muchísimos –cada día más– los que padecen la exclusión, el hambre, la enfermedad, el analfabetismo, el paro, el desalojo de sus viviendas y otras dolorosas miserias. Los cristianos estamos llamados a ser colaboradores del Jesús que está presente y es el profeta de la salvación. ¿Cómo? Llevando la ayuda allá donde la gente esté padeciendo cualquier tipo de esclavitud, de carencia o de sufrimiento.

    También un par de comentarios bíblicos de las tres lecturas de hoy.

    Primera lectura: (Sofonías 3,14-18a)

    Marco: El contexto es un conjunto de salmos de júbilo por Sión y está envuelto en un clima de expectante alegría porque algo importante e inaudito ocurrirá. La invitación insistente a la fiesta y al júbilo tiene una raíz firme: ¡Yahvé tu Dios está en medio de ti como poderoso Salvador! Dios mismo exulta de gozo por Jerusalén, que la renueva por su amor.

    Reflexiones

    1ª) ¡Dios nos quiere felices!

    Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel, alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén. Estas palabras expresan un anuncio proyectado a los días del Mesías. Eso ocurrirá más tarde, pero ya desde ahora se puede experimentar la alegría y el gozo por la segura intervención futura de Dios en la historia de su pueblo. Dios tiene siempre una palabra que abarca el pasado, el presente y el futuro; para Él se trata de un proyecto unitario. Estas palabras del profeta son recogidas en el saludo del ángel Gabriel a María: ¡Alégrate! Se trata de la alegría definitiva que se fundamenta en la última intervención de un Dios que tiene poder para transformar la existencia del hombre. Por eso el creyente de entonces y el creyente de ahora pueden experimentar el gozo y la alegría verdaderos, no superficiales, porque se apoyan en la seguridad de un Dios que tiene poder para intervenir y es movido por un amor creativo en favor del hombre. Es posible la alegría; es necesaria la alegría; es urgente el testimonio de la verdadera alegría en nuestro mundo. Los hombres y mujeres de nuestro mundo anhelan la alegría porque están atenazados por la tristeza y el miedo. Dios, a través del profeta, responde con un mensaje de alegría para ayer y para hoy.

    2ª) ¡Dios camina en medio de su pueblo!

    El Señor será el rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás… El Señor tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva. También estas palabras son asumidas en el relato lucano de la anunciación: El Señor está contigo. Dios camina con su pueblo, en medio de su pueblo. Sin dejar de ser el Dios trascendente y santo, quiere acompañar a su pueblo en sus avatares históricos. Pero su presencia es salvadora, bienhechora. Por eso surge la alegría verdadera entre los hombres. Es la alegría de la seguridad del auxilio en el momento oportuno y de la presencia de alguien que se interesa por nuestras cosas. Dios se toma en serio al hombre y comparte con él, pero manteniendo, a la vez, su trascendencia y la libertad y dignidad del hombre. Está presente, pero desborda para suscitar la búsqueda. Respeta la dignidad del hombre, su responsabilidad, su imprescindible colaboración, pero le invita insistentemente a su encuentro. Utilizando un antropomorfismo afirma el profeta: Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta. En la espera de la Vuelta gloriosa del Señor, la Iglesia debe proclamar que, como antaño, el Señor sigue en medio de su pueblo para afianzar su camino. El mundo necesita, aunque no sea consciente de ello, de testigos vivos de estas certezas porque se debate en dramáticas incertidumbres.

    Segunda lectura: (Filipenses 4,4-7)

    Marco: El contexto de este fragmento son consejos del apóstol desde la cárcel para la comunidad que debe seguir adelante en su esperanza y alegría.

    Reflexiones

    1ª) ¡Y vuestra alegría nadie os lo quitará!

    Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. Estas palabras encabezan toda la liturgia de la Palabra de este domingo, que por esa razón ha sido llamado siempre como el «domingo de la alegría». Dios sigue en su empeño de que los hombres sean felices. Así lo expresa el relato popular y entrañable del paraíso en el que Dios colocó al hombre. Es urgente transmitir al mundo este proyecto de Dios, este deseo de Dios que quiere al hombre feliz. Quien escribe esta carta está en la cárcel injustamente privado de libertad por el testimonio en favor de Jesús y de su Evangelio. No escribe Pablo desde un confortable despacho, sino desde aquellas lóbregas cárceles de la antigüedad. Desde esta dolorosa experiencia Pablo insiste en la alegría como fruto de la esperanza cristiana y no de otra alegría. Es necesario aprovechar estas fechas (como las de Pascua) para transmitir al mundo mensajes de verdadera alegría; mensajes que revelen el verdadero rostro de Dios y el verdadero rostro de la Iglesia. No podemos empañar este proyecto. Ya sabemos que no es fácil esta proclamación; pero es urgente y necesaria. No se trata de una alegría superficial. Por eso se trata de un mensaje válido para todos.

    2ª) ¡Mesura de los cristianos en un mundo hostil!

    Que vuestra mesura sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. Nada os preocupe. Mesura, cordura, saber estar, prudentes como las serpientes. Todos estos términos pueden traducir, de alguna manera, las expresiones paulinas. El Apóstol invita a estar siempre atentos a los tiempos y a los momentos para sacarles todo el provecho. Los creyentes viven en un mundo hostil, por tanto deben vivir y actuar sobriamente, aunque sin angustias. El comportamiento de los creyentes ha de ser conocido por el mundo, porque han sido destinados a ser testigos de Jesús en medio de los hombres de su tiempo. Como él, deben estar en el mundo, aunque el Reino no es de este mundo. Este equilibrio que el Apóstol solicita de sus comunidades es urgente y necesario. Viven en la esperanza que engendra una alegría (Rm 12,12) que alcanza al corazón del hombre y da sentido a su experiencia dolorosa. Ha de ser una alegría creíble y convincente. Escribió Santa Teresa: Nada te turbe, nada te espante. Y Pablo: Que la paz de Dios custodie vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.

    Evangelio: (Lucas 3,10-18)

    Marco: La predicación de Juan el Bautista.

    Reflexiones

    1ª) ¡Es necesario tomar en serio la honradez y las propias responsabilidades!

    La gente preguntaba a Juan: ¿Entonces, qué hacemos? Juan realiza una actividad proclamadora de carácter profético. Los vv. 10-14 recogen algunos ejemplos de la predicación ética del Bautista, centrada principalmente en el comportamiento social. De este modo, Juan aparece como el heredero legítimo de la predicación profética, especialmente cuando denuncian los abusos de los ricos contra los pobres (Amós, Isaías). Juan se esfuerza en promover un interés generoso, una sincera preocupación por los demás. La radicalidad de la predicación escatológica cede ahora ante la exigencia de otras demandas: asistencia al necesitado, honestidad en los negocios, equidad en la aplicación de la justicia. Los puntos concretos, las recomendaciones específicas de Juan a sus compatriotas judíos, se dirigen también, en la intención de Lucas, a los lectores cristianos de su evangelio: es lo que él espera de la comunidad cristiana. La colocación, precisamente aquí, del kerigma escatológico, proclamado por el Bautista, y de sus exigencias éticas revelan la concepción lucana del influjo que tenía que ejercer el kerigma sobre el desarrollo normal de la vida cotidiana. El que tiene dos túnicas o para comer: ¡reparta! No exijáis más de lo que está fijado… No hagáis extorsión a nadie.

    2ª) ¿Es Juan el Mesías?

    El pueblo estaba en expectación y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo… El os bautizará con Espíritu Santo y fuego. La parte más importante de todo este episodio es la tercera subdivisión (vv. 15-18), que muestra cómo era la predicación mesiánica —o, si se prefiere, cristológica— de Juan Bautista. La predicación mesiánica del Bautista está teñida de un cierto matiz escatológico. Merece ser subrayada la titulación que se da a Jesús en este fragmento: el Mesías, el que ha de venir, el más Fuerte. Juan no es sólo una figura escatológica, sino también un predicador profético que anuncia la llegada de uno más Fuerte, de una figura mesiánica que «está para llegar» y que llevará el plan de salvación a su plenitud. Juan no ha realizado milagros; se ha limitado a predicar, denunciar, exhortar y dirigir la mirada de todos a los más débiles como condición imprescindible para recibir al Mesías verdadero. Esos serán signos inequívocos del verdadero Mesías. Por eso la gente deduce la posibilidad de que Juan fuera el Mesías. Pero Juan, honrado y veraz, clarifica la situación y saca a las gentes de su error: él no es el Mesías, sino Otro que pronto aparecerá. Ésta es la grandeza de Juan. Supo estar y ceñirse a la misión que se le encomendó. Lección para nuestro mundo, para las relaciones humanas en nuestra sociedad: el otro es más importante, veracidad en los medios de comunicación, en las relaciones familiares, laborales y económicas. Juan denunciaría hoy con energía los excesos de cierto tipo de publicidad agresiva movida sólo por el provecho de unos pocos en perjuicio de la colectividad.

    3ª) ¡En marcha!

    La liturgia de la palabra orienta nuestra mirada a la aparición de Jesús en el ministerio, en la proclamación del último mensaje de salvación. Con Él se cumple la promesa: es el que ha de venir. En ese tiempo de espera se pide al cristiano y se le ofrece la posibilidad de vivir en fiesta porque Dios está en medio de su historia dirigiéndola tanto en el plano personal como social y universal. Dios está presente y cerca del hombre. El cristiano debe traducir su esperanza en una experiencia del gozo del Espíritu. Vive en un mundo tentado por la ansiedad, la amargura y la carencia de felicidad. Y que esta experiencia sea notoria, sea creíble por los hombres. Son los signos que anticipan el Reino. Es el talante y estilo de vida del cristiano en medio del mundo. Debe vivir y trabajar por la paz estable y duradera. En el tiempo de espera el cristiano está destinado en este mundo a ser agente o promotor de paz.

    Fraternalmente.-

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