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8 febrero, 2012 a las 20:59 #13633
Anónimo
InactivoSantos: Jerónimo Emiliano, presbítero; Juan de Mata, fundador; Pablo, Lucio, Ciriaco, Dionisio, Quinta, Emiliano, Sebastián, Filadelfo y Policarpo, Mengoldo, mártires; Juvencio o Evencio, Honorato, Pablo, Pedro, obispos; Esteban, abad; Elfleda, virgen; Josefina Bakhita, ex esclava y religiosa.San Jerónimo Emiliani.Su familia es la noble de los Emiliani, viven en el corazón de Venecia, en la Plaza de San Marcos. Jerónimo nació en el año 1481, en pleno Renacimiento, y así fue su juventud, con fiestas, juegos y duelos; llevaba los asuntos de honor y honra no siempre por buenos caminos, con frecuente inversión de valores.
Sirvió a la república veneciana como senador en los consejos y como soldado en los campos de batalla. Precisamente en una de esas escaramuzas fue donde sintió un vuelco en el corazón y vino su conversión; era la guerra de Venecia y la Francia de Luis XII; lo tomaron preso las fuerzas imperiales de Carlos V y le pusieron cadenas. Temió morir en la mazmorra. El gobernador vio negro el asunto de defender aquella posición y se escapó en la sombra de la noche; Jerónimo se quedó defendiendo el reducto con un puñado de valientes, en Castilonuovo, cerca de Treviso. Aquello no tuvo éxito, pero a él le sirvió para pensar por primera vez en su vida que tenía un alma que salvar. Lo contaría luego con lágrimas ante el altar de la Madre de Dios.
En 1518 se ordenó sacerdote y dedicó todas sus energías a la práctica de la caridad. Diez años más tarde, cuando la gran epidemia y hambre, vendió todos sus muebles para dar de comer a los pobres; además, mendigó por las casas y calles para los demás. Le vieron por Venecia, mal vestido, casi siempre rodeado de una nube de muchachos, siendo la comidilla de las damas y el objeto de las risotadas de los antiguos compañeros de jarana. Va de templo en templo y de hospital en hospital para dar consuelo y limosna cuando tiene.
Principalmente buscó a los muchachos huérfanos y abandonados, se comporta con ellos como un padre y un maestro; los alimenta, educa, viste, cura y procura enseñarles un oficio con el que consigan trabajar y ganarse la vida porque ya el Apóstol de las Gentes enseñó que el que no quiere trabajar, no tiene derecho a comer. Y procuró tener con ellos toda la paciencia que postula el verdadero amor a la infancia.
En Venecia primero y luego en otras ciudades italianas fundó escuelas, orfelinatos, y casas de regeneración para jóvenes que necesitaban una nueva orientación para sus vidas. Toda la miseria era objeto de su atención y compasión, en especial, la enfermedad y la ignorancia. Pensó que era necesaria la fundación de una Orden; puso su casa central en Somasca, cerca de Bérgamo, y de ahí les viene el nombre de «somascos» a los Clérigos Regulares de Somasca que él fundó y aprobó el papa Pablo III, en 1540.
En Somasca pasó los últimos años de su vida, rodeado continuamente de los chiquillos a los que dispensaba lo mejor de sí mismo. Murió durante la peste de 1537, el 8 de febrero, con los nombres de Jesús y María en los labios.
Después de su muerte se juntaron los somascos con los teatinos por ser del mismo tiempo, tener muy próximos sus fines y haber tenido un protector común en la persona del obispo de Chieti, Pedro Carafa, que luego sería el papa Paulo IV. Pero la fusión duró poco tiempo; en el año 1568 volvieron a separarse para seguir cada familia su propio camino.
Los somascos tuvieron su período de esplendor, florecimiento y expansión por Italia en el siglo XVIII; hoy están reducidos a unos pocos colegios que rigen.
Fue canonizado por el papa Clemente XIII en 1767.
¡Qué pena! Una de las experiencias que brotaron del genuino espíritu cristiano, que tuvo una excepcional repercusión social haciendo bien a tanta gente y que fue punto testimonial del evangelio, ha quedado con el paso del tiempo reducida a la mínima expresión. ¿Qué habrá pasado con estos precursores del cometido, estilo, espíritu, fines y medios de la familia salesiana de Don Bosco para quedar reducidos a tan poco? No le toca a un pobre hagiógrafo como yo meterse a inquisidor riguroso de las causas, razones o motivos; pero es cierto que algo ha pasado y no sabemos si el fundador desde el Cielo mirará con aprobación la marcha de sus hijos a lo largo del tiempo.
Santa Josefina Bakhita.Esta Flor de África, que conoció las angustias de la esclavitud, se abrió a la gracia en Italia, al lado de las hijas de Santa Magdalena de Canosa. Nació en Sudán en 1869 y murió en Schio (Vicenza) en 1947, donde vivió muchos años, y donde era conocida como la querida «Madre Negra».
Bakhita no es el nombre elegido por sus padres al nacer. El sufrimiento del día en que fue secuestrada cuando tenía siete años le provocó algunos trastornos de memoria; aquella terrible experiencia le hizo olvidar su propio nombre. Bakhita significa «afortunada» y se lo pusieron sus amos al comprarla. Luego fue vendida y revendida hasta cinco veces en los mercados de esclavos de El Obeid y Kartoum; como bien puede suponerse conoció las humillaciones, y sufrió toda clase de sufrimientos físicos y morales propios de los esclavos.
Calisto Legnani, en aquel momento agente consular de Italia en la capital de Sudán, la rescató con dinero. Desde su rapto, fue la primera vez en que ella se dio cuenta con una agradable sorpresa de que nadie le daba órdenes, de que no se utilizaba el látigo y de que se la trataba de un modo amable y cordial. Bakhita conoció en casa del cónsul la serenidad, el afecto y hasta momentos de gozo, aunque siempre mitigados por la ausencia de su familia, que ya había perdido para siempre y que ella recordaba con nostalgia.
Los sucesos políticos obligaron al cónsul a marchar a Italia. Bakhita pidió marchar con él y con uno de sus amigos: Augusto Michieli. En esta nueva situación, Bakhita cambia de familia; por eso vivió Bakhita en el domicilio de Zianigo (en los alrededores de Mirano Veneto) y, cuando les nació a los Michieli su hija Mimmina, Bakhita se vio constituida en su niñera, compañera y amiga.
La señora Michieli tuvo que abandonar temporalmente el domicilio, viéndose obligada a acompañar a su marido que andaba en negocios por el Mar Rojo. Durante este tiempo, por consejo del administrador, Iluminado Checchini, Minmina y Bakhita fueron confiadas a las Hermanas Canosianas del Instituto de los Catecúmenos de Venise. Aquí será donde Bakhita llegó a conocer a ese Dios que «desde su infancia ella sentía dentro de su corazón sin saber que existía». La exposición del estado de su alma –como un tratado de teología– lo supo expresar con estos términos: «Viendo el sol, la luna y las estrellas, yo me decía a mí misma: ¿Quién es entonces el Amo de estas cosas tan bellas? Y yo tenía un grandísimo deseo de verle, de conocerle y de rendirle mis respetos».
Después de varios meses de catecumenado, Bakhita recibió el Bautismo, recibiendo el nombre de Josefina, el 9 de enero de 1890. Ese día no sabía cómo expresar su alegría. Sus grandes ojos expresivos brillaban revelando una intensa conmoción. Se la vio besar con frecuencia la fuente bautismal al tiempo que decía: «Aquí he sido hecha hija de Dios».
Cuando la señora Michiele regresó de África y quiso retomar a su hijita y a Bakhita, ésta, con un espíritu de decisión y con una fuerza insólita, manifestó su voluntad de permanecer con las Madres Canosianas y de servir al Dios que le había dado tantas pruebas de su amor. La joven africana, siendo ya mayor de edad, gozaba de la libertad de acción que la ley italiana le garantizaba. Permanecerá en el noviciado, donde se hizo más clara para ella la llamada a la vida religiosa, y decidió entregarse totalmente al Señor en el Instituto de Santa Magdalena de Canosa. El 8 de diciembre de 1896, Josefina Bakhita se consagró totalmente a su Dios que ella llamaba con la expresión dulce y familiar de «Mi Patrón o mi Amo».
Durante más de cincuenta años, esta humilde Hija de la Caridad, verdadero testimonio del amor de Dios, vivió dándose a las diversas ocupaciones de la casa de Schio: fue cocinera, costurera, bordadora y portera. Cuando desempeñaba este último oficio, sus manos se ponían con dulzura sobre la cabeza de los pequeños que iban cada día al colegio del Instituto. Su voz amable, que recordaba las canciones de cuna y los cantos de su tierra natal, se hacía agradable para los pequeños, reconfortante para los pobres y para los que sufrían, animosa para todos los que se acercaban a las puertas del Instituto. Su humildad, su sencillez y su permanente sonrisa conquistaron el corazón de todos los vecinos de Schio. Las Hermanas la estimaron por su dulzura inalterable, por su bondad exquisita y por su profundo deseo de dar a conocer al Señor: «¡Sed buenos, amad al Señor, rezad por los que no le conocen. Considerad la gran gracia de conocer a Dios!».
Llegó la vejez, después la enfermedad larga y dolorosa, pero Madre Bakhita continuó dando testimonio de fe, de bondad y de esperanza cristiana. A quienes la visitaban y le preguntaba cómo se encontraba, ella solía responder: «Como quiere el Patrón». Cuando agonizaba revivió los días terribles de su esclavitud y con relativa frecuencia suplicaba a la enfermera que la asistía: «Aflojad un poco más las cadenas… me hacen daño».
Así fue como la Santísima Virgen María la liberó de todos sus sufrimientos. Sus últimas palabras fueron: « Nuestra Señora, Nuestra Señora», mientras que su última sonrisa testimoniaba su encuentro con la Madre del Señor.
El 8 de febrero de 1947 se murió. Una fila ininterrumpida de personas pasó durante tres días para despedirse de su cuerpo y ver una vez más a la querida madre negra.
La Divina Providencia que «cuida de las flores del campo y de los pájaros del cielo» ha guiado a esta mujer sudanesa por caminos misteriosos a través de innumerables sufrimientos hacia la libertad humana y a la de la fe hasta la consagración de su propia vida para la venida del Reino. Su canonización del día 1 de octubre del 2000 por el papa Juan Pablo II es todo un grito de esperanza para los horrores que sufre el mundo –ella fue mujer, fue africana y fue esclava–, remontados por la visión cristiana del sufrimiento en la película sobre su vida «Las dos maletas», dirigida por Paolo Damosso.
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