Inicio Foros Formación cofrade Santoral 11/01/2012 Santo Tomás de Cori y San Palemón

  • Este debate está vacío.
Viendo 1 entrada (de un total de 1)
  • Autor
    Entradas
  • #13588
    Anónimo
    Inactivo

    Santos: Higinio, papa; Paulino, patriarca; Palemón, eremita; Salvio, Leucio, Egwino, obispos; Salirio, Donato y Agento, Pedro, Severo, Lenco, mártires; Tomás de Cori, confesor; Teodosio, monje; Honorata, virgen; Martín de León, canónigo regular; Agente, Donato, Agustín, Salvio, Félix, Floro, Gémino. Pace, Pensalino, Eugenio, Esteban, Filón, Felicidad, Ciriaco, Ebiciaro, Castelo, Morosito, mártires en España.

    Santo Tomás de Cori.

    Tomás fué radical, en el intento de vivir como enseñó y escribió san Francisco de Asís, después de que pasaran los siglos.

    Ya el papa Inocencio III se había extrañado de que se pudiera vivir como propuso el fundador de los frailes menores a la hora de aprobar aquel camino de santidad. Tuvo que acercarse hasta Roma el mismo pobre de Asís y ponerlo entre la espada y la pared con aquella célebre pregunta hecha al Pontífice, más o menos en estos términos: «Entonces, ¿quiere decir que no es posible vivir el Evangelio?». Con el paso del tiempo, y teniendo en cuenta las muchas miserias de los hombres, la dificultad se hace historia humana vivida, y no es infrecuente descubrir en algunas familias religiosas dentro de la Iglesia que el primer vigor se amortigua hasta llegar a aguarse en algún caso con la excusa de ser más tolerantes, comprensivos y condescendientes, o recurriendo a la manida y polivalente excusa de ‘los cambios de los tiempos’.

    Tomás de Cori fue uno de esos hombres listos que se subió al carro de la reforma de la Orden franciscana en el siglo XVII. Había nacido en Cori el 4 de junio de 1655. Le llamaron Tomás. Quedó al cargo de su hermana menor, cuando tenía catorce años, por la muerte de sus padres. Como tantos chicos de su edad, se comenzó a ganar la vida siendo pastor. Hasta que las hermanas se casaron no pudo poner por obra el deseo que llevaba rondando por su cabeza desde hacía tiempo: ser uno más de los frailes franciscanos que conocía de Cori. Solicitó vestir el hábito; lo mandaron a Orvieto donde estudió y se ordenó sacerdote en 1683, quedando allí como ayudante del maestro de novicios.

    Por aquella época comenzaban a proliferar dentro de la familia franciscana los llamados Retiros, que pretendían instaurar la radicalidad en la manera de vivir el espíritu según lo vivió san Francisco. Tomás pidió ser admitido en el que comenzaba en Civitella (hoy Bellegra) con unos modos muy especiales; todo su saludo al llamar a la puerta fue expresarse con claridad, diciendo: «Soy fray Tomás de Cori y vengo para hacerme santo». Allí vivirá hasta su muerte, excepto los seis que vivió en el convento de Palombara, donde hizo de Guardián, instauró un Retiro al estilo del de Bellegra y escribió dos reglas para los conventos que él mismo se preocupó de cumplir a la perfección, dando a entender que no debían ser solo letra muerta.

    No era un fraile que rezara mucho; fue más bien un fraile que no interrumpía la oración; de modo especial, demostraba una admirable devoción a la Eucaristía, tanto en la celebración de la misa como en las largas y silenciosas vigilias pasadas adorando al Santísimo Sacramento. Esta nota común a tantos santos no tendría relieve especial si no se añadiera su fidelidad perseverante, a pesar de una extraordinaria sequedad y ausencia de consuelos sensibles por más de cuarenta años, y que esto no fuera obstáculo para mantenerse sereno, logrando la unidad de vida en medio de todas las actividades que desarrollaba.

    Porque no era un piadoso hombre sin más compromisos ni aspiraciones. Recorrió la región del Lacio, predicando y dando sacramentos a la gente; dio lo mejor de sí mismo, en predicación llena de fuego y claridad, sin recargos ni adornos, llegando a la cabeza y al corazón. A pesar de no haber subido a los púlpitos de renombre, a él terminaron por llamarle «el apóstol del Sublacense» por el celo –frecuentemente acompañado de milagros– en transmitir o impulsar la vida cristiana.

    No siempre le animaron y mucho menos le aplaudieron los frailes. Con bastante frecuencia tuvo que soportar la incomprensión de sus hermanos religiosos ante la radicalidad de vivir el genuino espíritu franciscano, hasta llegar al extremo de verse en algunas ocasiones tan solo como la una para atender todas las necesidades del convento. En estas situaciones vivió la más exquisita caridad como se desprende de su abundante epistolario.

    Murió el 11 de enero de 1729.

    Fue canonizado por el papa Juan Pablo II el 21 de noviembre de 1999.

    La vuelta al carisma recibido trae la fresca brisa de lo genuino que Dios quiso en otro momento, limpiándolo de adherencias exógenas que son con frecuencia un peso muerto para volar y dificultan la credibilidad del espíritu evangélico. Quienes hacen posible ese retorno auténtico son los santos. Tomás de Cori hizo su labor con tenacidad terca, pero sin arrogancia; como quien sirve.

    San Palemón.

    Es uno de los cristianos que se sintió llamado por Dios a vivir su fe abandonando todo lo que para el común de los fieles es su lugar y ocasión de santificación. Decidió vivir la fe en el abandono del mundo, de la familia, de las ocupaciones profesionales y de los negocios. Retirado de todas las tareas que lleva el vivir dentro del mundo, se encuentra absorto con la contemplación de los misterios de amor del Señor a los hombres; esto le lleva a la oración que busca –sin saciarse nunca– el contacto y la intimidad permanente con Dios. Solo para Él quiere vivir en el desierto; sin estorbos. Muchos cristianos de su tiempo eligieron también este camino –siguiendo los consejos del Maestro– con la austeridad inevitable pero querida, con la permanente oración buscada y con el ejercicio de las virtudes que se aprenden en el Evangelio. Estos anacoretas del desierto acaban siendo un estímulo para los demás cristianos que de ellos aprenden dónde está el verdadero y mayor bien, dónde la fuente de fortaleza necesaria ante las dificultades y así sus vidas adquieren valor de ejemplaridad.

    Palemón vivió de esta manera en su primera etapa. La naturaleza a veces agradable, intimista y suave y en ocasiones bronca, impetuosa y desafiante es el único intermediario entre él y su Dios. Tiene y mantiene el deseo de vivir exclusivamente para Dios. Y aún le parece poco una vida entera empleada de este modo para ir cada día descubriendo aspectos cada vez más asombrosos y conmovedores de la maravillosa inmensidad de Dios y su amor inefable al hombre. Y es feliz. Solo se ocupa de aumentar su respuesta fiel a tanto derroche de bondad divina conocida más plenamente en Jesucristo Redentor.

    Su caminar solitario cambia en un momento de su vida por su encuentro con Pacomio, que también dejó las cosas por Dios. Fundan ahora un monasterio en la región de Tebaida, en Tabennisi. Ha cambiado la total soledad del desierto por la compañía de otros hombres con los que elevar las plegarias; mutuamente se instruyen y entusiasman en el seguimiento radical del Señor; con ellos trabaja con sus manos la tierra para el sostenimiento del grupo humano que forman. Todos siguen las indicaciones de Pacomio, que es el abad. Cada uno vive en su celda para hablar más con Dios que con los hombres y para que su austeridad pase desapercibida a los otros sin peligro de vanidad. Hay austeridad en la comida –a veces basta una al día y que sean verduras cocidas en agua– y es intensa la penitencia –les está permitido pasar la noche en oración y de pie para dominar al cuerpo–, especialmente en Cuaresma. Llegan a juntarse en el monasterio cuatrocientos monjes. Otro loco de Dios también en la Tebaida, el fundador del monasterio de Escitia, Macario, ya anciano, fue a visitar, aprendiendo, a Pacomio y a Palemón. El que comenzó como anacoreta solitario, terminó su vida como monje fundador de un monasterio de varones que da gloria a Dios, y que abre un camino de santidad y entrega a otros hombres.

    ¡Que importante es este testimonio para el mundo, tan remirado por los suyos, que corre el peligro de olvidarse de Dios!

Viendo 1 entrada (de un total de 1)
  • Debes estar registrado para responder a este debate.