Inicio Foros Formación cofrade Santoral 12/01/2019 San Aelredo de Rievaulx, abad.

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    Santos: Juan, Probo, Bonet (Bonito), obispos; Taciana (Tatiana), Sátiro, Arcadio, Zótico, Rogato, Modesto, Cástulo, Tigrio, Eutropio, mártires; Cesarea, virgen; Benito, Aelredo (Alfredo), Victoriano, abades; Nazario, Martín de León, presbíteros.

    San Aelredo (Alfredo, Elredo, Ethelredo) de Rievaulx, abad.

    Nació en el 1110 de padres ingleses, y se educó en la corte del rey David I de Escocia, de quien fue compañero y amigo. El rey intentó hacerlo obispo, pero el joven tenía otra inclinación, y una visita casual al monasterio de Rievaulx, fundado hacía poco tiempo, le mostró los ideales cistercienses.

    Ingresó al monasterio, fue maestro de novicios durante el mandato del Abad Guillermo de Rievaulx, fundador de la abadía, y en 1143, a los 33 años, fue enviado como abad a un monasterio de reciente fundación, el de Revesby, en el Lincolnshire, pero unos años más tarde, en 1147 fue elegido como tercer abad de Rievaulx, sucesor de Mauricio de Durhan; y allí se mantuvo hasta su muerte, ocurrida en 1167.

    San Elredo, llamado con justicia «el San Bernardo del norte», es uno de los caracteres más atractivos de la historia monástica. No pudo alcanzar la talla de San Bernardo como estadista y reformador, pero estuvo a su altura en cuanto a su amor compasivo y su comprensión por el hombre de cualquier tipo de vida. Atrajo innumerables vocaciones a Rievaulx por medio de sus escritos, marcados por una gran piedad y profundidad, y aun en mayor grado por sus contactos personales. Probablemente fue una exageración de su biógrafo que la abadía llegara a contar seiscientos cincuenta monjes y hermanos legos bajo su administración, pero el cuadro de la iglesia abacial «con los monjes formando una masa compacta, estrechados unos con otros como enjambre de abejas», debe haber dejado un recuerdo imborrable en sus visitantes. Como señaló su discípulo y biógrafo Walter Daniel, «monjes necesitados de compasión y misericordia acudían en multitud a Rievaulx desde pueblos extraños, y desde los últimos confines de la tierra, para encontrar allí la paz y la santidad verdaderas, sin las cuales ningún hombre verá a Dios. Así, los que vagaban por el mundo sin que se les diera entrada en ninguna casa religiosa, llegaban a Rievaulx, la madre de misericordia, encontraban las puertas abiertas, y entraban libremente, dando gracias a su Señor». Cuando a la muerte de Elredo, ya había pasado el cenit de la expansión cisterciense en Inglaterra, pero Rievaulx había hecho cinco fundaciones, Fountains ocho, y cada una de las mismas había hecho a su vez, de tal forma que en ese momento Inglaterra y Gales juntas poseían setenta y seis abadías, trece de las cuales habían sido originariamente miembros de la Congregación de Savigny. (J. Lekai, «Los Cistercienses, Ideales y realidad»)

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