Inicio › Foros › Formación cofrade › Santoral › 15/03/2012 San Longinos, San Raimundo y San Cle
- Este debate está vacío.
-
AutorEntradas
-
15 marzo, 2012 a las 12:54 #13692
Anónimo
InactivoSantos: Raimundo de Fitero, Sisebuto, Adyuto, Probo abades; Longinos, Aristóbulo, Menigno, Nicandro, Matrona o Madrona, Leocricia, mártires; Zacarías, papa; Clemente María Hofbauer, confesor; Especioso, monje; Luisa de Marillac, fundadora.San Longinos.Así parece que se llamó el centurión de turno al que se le encargó todo lo referente a la crucifixión de Jesucristo.
Toda la leyenda en torno a su persona, retocada y cargada de afirmaciones tan incomprobables como fantasiosas, parece que tiene su origen en los relatos de Simeón Metafraste. Hacen caer sobre Longinos las mayores y más anacrónicas afirmaciones, siempre con afán ejemplarizante, y mirando una retorcida simbología que intenta resaltar lo extraordinario en su ordinaria misión –consistente en crucificar y ratificar la muerte de los condenados antes de bajarlos de sus cruces–, jugando con los acontecimientos que están en torno al Calvario.
Así describen a este excepcional testigo de la crucifixión como un hombre terriblemente impresionado por la fortaleza y serenidad del Señor ante el terrible suplicio de la cruz, por más que fuera por oficio un hombre acostumbrado a ver las distintas reacciones de sus semejantes ante la muerte próxima y cierta. Supo reconocer en Jesús lo excepcional de su personalidad y lo afirmó en voz alta, como lo testifica el evangelista Lucas: «Verdaderamente, este hombre era justo».
Poco antes había escuchado la entrega de Jesús al Padre y la oración por sus verdugos. A la profesión de fe de Longinos le ayudaron los fenómenos físicos que acompañaron a la muerte del Redentor; vio la preparatoria negrura del cielo, sintió el terremoto que hizo saltar las piedras en pedazos, contempló el firmamento abierto por los rayos. Algo más tarde le llegó el rumor que iba y venía afirmando que habían resucitado muertos y que se habían dejado ver por Jerusalén. A él le tocó cumplir con su trabajo de ratificar la muerte de los ajusticiados y por ello metió su lanza en el costado de aquel hombre que sabía ya muerto, mientras sus hombres quebraban las piernas de los otros compañeros de suplicio que aún estaban vivos.
Con otros pocos militares tuvo que ocuparse de custodiar la sepultura de aquel extraño crucificado. La mañana de la resurrección no hacían nada especial ni él ni sus soldados, pero, cuando aquella piedra del sepulcro se movió de repente sin mano ni palanca, quedaron desconcertados y así se lo contaron a los sacerdotes. No le convenció el artificioso argumento de ellos para ocultar el misterioso hecho y por nobleza se negó a aceptar el dinero que le ofrecieron para comprar su silencio.
El relato sobre Longinos ensalza su figura hasta el extremo de afirmar que abandonó la milicia, marchó a Capadocia y allí se convirtió en predicador de Cristo resucitado.
Más extravagantes, carentes de sentido, rematadamente gratuitas e improbables nos parecen aún otras versiones sobre Longinos como la que afirma que estaba perdiendo vista y unas gotas de la sangre salida del corazón de Cristo le hicieron ver de nuevo con mirada clara, o la que asegura por las insidias de los sacerdotes le cortaron la lengua sin que por eso dejara de hablar, o que sufrió martirio por hablar de Jesús, o que la sangre que recogió en el Calvario en una ampolleta sirviera para curar de repente al hijo de una pobre viuda.
Bien pudo ser el mismo soldado el que interviniera en todos los momentos de la ejecución y sepultura de aquel reo, pero no deja de ser una afirmación gratuita por rebasar el relato histórico del Evangelio, que no lo afirma. Siempre quedará la duda de si se llamaba Longinos de verdad, o si este nombre no es más que la personalización de una función, por la etimología de lanza en griego.
San Raimundo de Fitero.Abad del monasterio cisterciense de Fitero en Navarra, y fundador de la Orden militar de Calatrava.
Se llamaba Raimundo Sierra o Raymond Serrat. Aunque documentalmente no puede probarse, lo más probable es que naciera en Saint Gaudens de Garona, en Francia, y que la época fue a comienzos del siglo XII. Algunos autores sitúan su nacimiento en Tarazona (Aragón), y otros afirman que fue en Barcelona.
Aparece como canónigo en Tarazona, atestiguado documentalmente por testimonio de su primer obispo, Don Miguel, monje benedictino. De aquí pasó a monje del monasterio cisterciense de Nuestra Señora de Sacala Dei, en Gascuña, y de ahí fue enviado como prior a la nueva fundación que Don Bernardo determinó hacer en España.
Se asentaron los nuevos monjes en el monte que llaman Yerga, con consentimiento del rey. En 1140, Alfonso VII les donó la villa de Nienzabas que había quedado asolada por los moros; aquí fundaron el monasterio de Nienzabas del que fue abad Raimundo a la muerte de Durando, alrededor del año 1144. Lo eligieron abad por la fama que tenía de santo y taumaturgo. Con el título y oficio de abad aparece ya en la escritura del 1146, al donar el rey al monasterio los dominios de Serna de Cervera y Baños de Tudescón, actuales balnearios de Fitero.
En 1148 asistió al capítulo general de la orden del Cister, en calidad de abad; en ese concilio estuvo presente el papa Eugenio III, que también era cisterciense.
Raimundo trasladó ese mismo año el monasterio al mejor sitio de Castejón, recibió la donación real del castillo de Tulungen y, en la heredad donada por Don Pedro Tizón y su esposa Doña Toda, fundó en 1150 el de Santa María de Fitero del que será el primer abad.
Diego de Velázquez es un monje que en tiempo pasado fue soldado y amigo del rey Sancho. Raimundo y él se encuentran en Toledo el año 1158. Diego ha escuchado al rey el gran peligro que corre la plaza de Calatrava –confiada años atrás por Alfonso VII a los Templarios, pero ahora casi desguarnecida–, llave estratégica de Toledo. El peligro es grande por la proximidad de los almohades. Raimundo y Diego piden al rey la defensa de la plaza, y con los monjes traídos de Fitero más un ejército formado por campesinos y artesanos consiguen ahuyentar a los moros. En premio, el rey Sancho III les concede el dominio de Calatrava donde Raimundo funda el mismo año la Orden –mitad monjes obedientes al toque de la campana, mitad soldados obedientes al toque de la trompeta– que fue aprobada posteriormente por el papa Alejandro III, por bula de 25 de septiembre de 1164, cuando ya había muerto su fundador. Raimundo murió en 1163 en Ciruelos y allí se enterró. En 1471 se trasladaron sus restos al monasterio cisterciense de Monte León de Toledo y, desde el siglo XIX, las reliquias del santo se encuentran en la catedral de Toledo.
Si los creyentes actuales quisiéramos imponer nuestra santa fe con la violencia, ya tendríamos que empezar por gestionar quién quisiera vendernos una bomba de hidrógeno; pero ese supuesto sería irreconciliable con la dignidad de las personas y seríamos calificados inmediatamente de fanáticos y fundamentalistas; habríamos, ciertamente, perdido el norte de la caridad que califica a los cristianos como auténticos discípulos de Cristo. Desde luego, habríamos dejado de confiar en los medios de siempre –oración, mortificación y buen ejemplo– para ser sembradores de paz y de alegría que es el vehículo normal de transmisión de la fe, siempre don del Espíritu Santo. Pero, aunque hoy nos pueda parecer impropio de un santo vivir con la espada en la mano por la mañana y en oración adorante por la noche, la historia es así; juzgar los hechos pasados con la mentalidad actual es caer en un anacronismo.
San Clemente María Hofbauer.El hijo del carnicero nació en Tasswit (Moravia) en el 1715. Fue el noveno de 12 hijos. Después del entierro de su padre, su madre tuvo el arrojo de decirle delante de un crucifijo: «Mira, hijo, en adelante Este será tu padre. Guárdate de afligirle con un pecado».
Tuvo dificultades para ser sacerdote –antes había que ganarse la vida como panadero–; se ordenó a los treinta y cuatro años, en Roma. Es religioso Redentorista.
Regresa a Viena, pero corren los tiempos del «josefinismo». Sí, José II está intentando la reforma de la Iglesia que lleva como presupuesto el sometimiento de la Iglesia a los poderes civiles del Estado. Es lo que marca el tiempo. Es el siglo llamado «de las luces» o del despotismo ilustrado. Toda Europa corre por los mismos caminos de regalismo que acaba en el laicismo más refinado con un entramado de corrientes filosóficas, religiosas, políticas y económicas en donde juegan las tendencias jansenistas, protestantes, masónicas y volterianas. Bastantes Órdenes religiosas son expulsadas de los lugares en que desempeñaban sus apostolados y algunas quedan disueltas, con sus bienes materiales incautados. (También en España se darán las mismas corrientes con sus mismos síntomas y resultados.)
Marcha Clemente con su compañero a Polonia. Allá, en la iglesia de San Bennon de Varsovia no tienen ni camas, duermen encima de una mesa. Pero aquello se convierte en un centro de irradiación religiosa. Llenan la iglesia mil personas cinco veces cada día; se predican cinco sermones diarios, dos en alemán y tres en polaco; hay Via Crucis, Visita a Jesús Sacramentado, oraciones de la mañana y de la noche, en tiempos jansenistas, ¡más de cien mil Comuniones por año! Emplea Clemente medios nuevos de apostolado: funda una escuela para niños, un orfanato y un colegio-seminario. Incluso inicia una asociación de laicos con fuerte vida de piedad y compromisos de vida cristiana.
En 1808 es Napoleón el amo de Europa y decreta la expulsión de los Redentoristas de Varsovia. Un batallón interrumpe los cultos y Clemente sufre prisión por un mes. Se destruye su obra y solo se le ocurre decir: «Lo que nos parece una contrariedad nos lleva hacia donde quiere Dios». Es deportado. Varias veces más fue encarcelado, e incluso estuvo a punto de ser fusilado como espía.
De nuevo lo vemos en Viena –en el 1813– en un marco exterior pobre y oscuro. Ahora es el capellán de las Ursulinas y la casa se convierte en un fermento de vida católica al oírse predicaciones sobre la Iglesia, la Virgen, la Redención y los Sacramentos. Hasta tal extremo llega la vigilancia que se le llega a prohibir la predicación. Pero los enfermos y moribundos y pobres no se los quita nadie; los atiende espiritualmente y los consuela. Tiene contactos con estudiantes, artistas, profesores de universidad y mucha juventud de Viena inculcándoles las virtudes cristianas e impulsándoles a asumir sus responsabilidades. Les recomienda pobreza, humildad y frecuencia de sacramentos. En esta labor paciente y callada se está incubando el romanticismo católico (Müller, Federico Schlegel –converso del protestantismo–, Brentano, el pintor Overbeck en Roma, y el cardenal Rauscher). Se preparaba así una generación de cristianos influyentes en la nueva cultura que se instauraba en Europa.
Al final, parece que su vida es una continuada cadena de fracasos. Murió el 15 de marzo del año 1819. Al día siguiente se pudo poner, junto a sus restos, el decreto imperial que autorizaba la restauración de la Congregación en Polonia. El Papa había hablado de Clemente, en Roma, al emperador Federico II.
Y es que Dios sabe más. ¡Y puede más!
-
AutorEntradas
- Debes estar registrado para responder a este debate.