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13 diciembre, 2018 a las 17:26 #10779
Anónimo
Inactivo«Y nosotros ¿qué debemos hacer?»Lectura del santo Evangelio según San LucasEn aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan:
«¿Entonces, qué debemos hacer?».
Él contestaba:
«El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo».
Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron:
«Maestro, ¿qué debemos hacer nosotros?».
Él les contestó:
«No exijáis más de lo establecido».
Unos soldados igualmente le preguntaban:
«Y nosotros ¿qué debemos hacer?».
Él les contestó:
«No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie con falsas denuncias, sino contentaos con la paga».
Como el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos:
«Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; en su mano tiene el bieldo para aventar su parva, reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga».
Con estas y otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo el Evangelio.
Palabra del Señor.14 diciembre, 2018 a las 17:02 #12956Anónimo
InactivoOs dejo los comentarios al Evangelio del Domingo. INTENTAR EL CAMBIO[align=justify]Es aleccionadora la actitud de las multitudes que escuchan al Bautista. Son hombres y mujeres que se atreven a enfrentarse a su propia verdad y están dispuestos a transformar sus vidas. Así responden al profeta: «¿Entonces, qué debemos hacer?».Asistimos hoy a un fenómeno bastante generalizado. Se escuchan llamadas al cambio y a la conversión, pero nadie se da por aludido. Todos seguimos caminando tranquilos, sin cuestionarnos nuestra propia conducta.
Naturalmente, la conversión es imposible cuando se la da ya por supuesta. Se diría que el catolicismo ha venido a ser, con frecuencia, una teoría vacía de exigencia práctica. Una religión cultural, incapaz de provocar una transformación y reorientación nueva de nuestra existencia.
Son bastantes los que se preocupan de las «fórmulas de fe» del catecismo, pero no se plantean nunca la necesidad de una ruptura y una nueva dirección de su vida concreta.
Siempre resulta más fácil «creer» las verdades recogidas en el Astete que esforzarnos por escuchar las exigencias de conversión que se nos gritan desde el evangelio.
Por eso es bueno también hoy escuchar la voz lúcida de quienes cuestionan ciertos fenómenos de fervor religioso que parecen conmover hoy a las multitudes, sin lograr una conversión real a la solidaridad y la fraternidad.
Un hombre tan equilibrado como K. Rahner, hablando de las masas que aclaman al Papa, piensa que conviene preguntar a todas esas personas: «¿Rezáis cuando estáis solos?, ¿lleváis vuestra cruz en la vida real?, ¿pensáis en los pobres de nuestro entorno y en el Tercer Mundo?».
Sin duda, son preguntas que debemos hacernos todos los que hemos aclamado con entusiasmo al Santo Padre. ¿Qué sentido podría tener aclamar a Juan el Bautista y no escuchar sus palabras: «El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo»?
Y ¿qué sentido puede tener aplaudir al Papa y no oír sus repetidos gritos: «Pensad en los más pobres. Pensad en los que no tienen lo suficiente… Distribuid vuestros bienes con ellos… Dadles parte de forma programada y sistemática… Mirad un poco alrededor… ¿No sentís remordimiento de conciencia a causa de vuestra riqueza y abundancia»
[/align]
[align=right]José Antonio Pagola[/align] CREER DE OTRA MANERA[align=justify]Estamos viviendo unos tiempos en que, cada vez más, el único modo de poder creer de verdad va a ser para muchos aprender a creer de otra manera. Una fe pasiva, heredada y no repensada acabaría entre las personas cultas en indiferencia, y entre las personas sencillas en superstición.Son muchas las cosas a pensar con más rigor, pero, tal vez, lo primero es aclarar algunos aspectos esenciales de la fe.
La fe es siempre una experiencia personal. No basta creer en lo que otros nos hablan o predican de Dios. Cada uno sólo cree, en definitiva, lo que de verdad cree en el fondo de su corazón ante Dios, no lo que oye decir a otros.
Para creer en Dios es necesario pasar de una fe pasiva, infantil, heredada, a una fe más propia y personal. Ésta es la primera pregunta: ¿Yo creo en Dios, o en aquellos que me hablan de Él?
En la fe no todo es igual. Hay que saber diferenciar lo que es esencial y lo que es accesorio, y, después de veinte siglos, hay mucho de accesorio en el cristianismo actual.
La fe del que confía de verdad en Dios está más allá de las palabras, las discusiones morales y las normas eclesiásticas. Lo que define a un cristiano no es el ser virtuoso u observante, sino el vivir confiando en un Dios cercano por el que se siente amado sin condiciones.
Ésta puede ser la segunda pregunta: ¿Confío en Dios o me quedo atrapado en otras cuestiones secundarias?
En la fe lo importante no es afirmar que uno cree en Dios, sino saber en qué Dios cree. Nada es más decisivo que la idea que cada uno se hace de Dios. Si creo en un Dios autoritario y justiciero, terminaré tratando de dominar y juzgar a todos. Si creo en un Dios que es amor y perdón, viviré amando y perdonando. Ésta puede ser la pregunta: ¿En qué Dios creo yo: en un Dios que responde a mis ambiciones e intereses o en el Dios vivo revelado en Jesucristo?
La fe, por otra parte, no es una especie de «capital» que recibimos en el bautismo y del que podemos disponer para el resto de la vida. La fe es una actitud viva que nos mantiene atentos a Dios, abiertos cada día a su misterio de cercanía y de amor a cada ser humano.
María es el mejor modelo de esta fe viva y confiada. La mujer que sabe escuchar a Dios en el fondo de su corazón y vive abierta a sus designios de salvación.
Su prima Isabel la alaba con estas palabras memorables: «¡Dichosa tú que has creído!»
Dichoso también tú si aprendes a creer. Es lo mejor que te puede suceder en la vida.
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[align=right]José Antonio Pagola[/align] REPARTIR CON EL QUE NO TIENE[align=justify]La Palabra del Bautista desde el desierto tocó el corazón de las gentes. Su llamada a la conversión y al inicio de una vida más fiel a Dios despertó en muchos de ellos una pregunta concreta: ¿Qué debemos hacer? Es la pregunta que brota siempre en nosotros cuando escuchamos una llamada radical y no sabemos cómo concretar nuestra respuesta.El Bautista no les propone ritos religiosos ni tampoco normas ni preceptos. No se trata propiamente de hacer cosas ni de asumir deberes, sino de ser de otra manera, vivir de forma más humana, desplegar algo que está ya en nuestro corazón: el deseo de una vida más justa, digna y fraterna.
Lo más esencial y realista es abrir nuestro corazón a Dios mirando atentamente a las necesidades de los que sufren. El Bautista sabe resumirles su respuesta con una fórmula genial por su simplicidad y verdad: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo». Así de simple y claro.
¿Qué podemos decir ante estas palabras quienes vivimos en un mundo donde más de un tercio de la humanidad vive en la miseria luchando cada día por sobrevivir, mientras nosotros seguimos llenando nuestros armarios con toda clase de túnicas y tenemos nuestros frigoríficos repletos de comida?
Y ¿qué podemos decir los cristianos ante esta llamada tan sencilla y tan humana? ¿No hemos de empezar a abrir los ojos de nuestro corazón para tomar conciencia más viva de esa insensibilidad y esclavitud que nos mantiene sometidos a un bienestar que nos impide ser más humanos?
Mientras nosotros seguimos preocupados, y con razón, de muchos aspectos del momento actual del cristianismo, no nos damos cuenta de que vivimos «cautivos de una religión burguesa». El cristianismo, tal como nosotros lo vivimos, no parece tener fuerza para transformar la sociedad del bienestar. Al contrario, es ésta la que está desvirtuando lo mejor de la religión de Jesús, vaciando nuestro seguimiento a Cristo de valores tan genuinos como la solidaridad, la defensa de los pobres, la compasión y la justicia.
Por eso, hemos de valorar y agradecer mucho más el esfuerzo de tantas personas que se rebelan contra este «cautiverio», comprometiéndose en gestos concretos de solidaridad y cultivando un estilo de vida más sencillo, austero y humano. También tú puedes hacer algo.
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[align=right]José Antonio Pagola[/align] También el de Kamiano.
ALÉGRATE…. DESCARGA LA LUZ.[align=justify]El mensaje del evangelio nos anuncia que Juan que bautiza con agua espera el fuego, la luz (a Jesús).Estamos llamados a descargar en nuestra vida la LUZ. Haz un hueco y prepárate para instalar a Jesús en tu vida. Será la mejor aplicación para ser feliz. Estemos alegres.
[/align] Fraternalmente.-
14 diciembre, 2018 a las 17:02 #19009Anónimo
InactivoOs dejo los comentarios al Evangelio del Domingo. INTENTAR EL CAMBIO[align=justify]Es aleccionadora la actitud de las multitudes que escuchan al Bautista. Son hombres y mujeres que se atreven a enfrentarse a su propia verdad y están dispuestos a transformar sus vidas. Así responden al profeta: «¿Entonces, qué debemos hacer?».Asistimos hoy a un fenómeno bastante generalizado. Se escuchan llamadas al cambio y a la conversión, pero nadie se da por aludido. Todos seguimos caminando tranquilos, sin cuestionarnos nuestra propia conducta.
Naturalmente, la conversión es imposible cuando se la da ya por supuesta. Se diría que el catolicismo ha venido a ser, con frecuencia, una teoría vacía de exigencia práctica. Una religión cultural, incapaz de provocar una transformación y reorientación nueva de nuestra existencia.
Son bastantes los que se preocupan de las «fórmulas de fe» del catecismo, pero no se plantean nunca la necesidad de una ruptura y una nueva dirección de su vida concreta.
Siempre resulta más fácil «creer» las verdades recogidas en el Astete que esforzarnos por escuchar las exigencias de conversión que se nos gritan desde el evangelio.
Por eso es bueno también hoy escuchar la voz lúcida de quienes cuestionan ciertos fenómenos de fervor religioso que parecen conmover hoy a las multitudes, sin lograr una conversión real a la solidaridad y la fraternidad.
Un hombre tan equilibrado como K. Rahner, hablando de las masas que aclaman al Papa, piensa que conviene preguntar a todas esas personas: «¿Rezáis cuando estáis solos?, ¿lleváis vuestra cruz en la vida real?, ¿pensáis en los pobres de nuestro entorno y en el Tercer Mundo?».
Sin duda, son preguntas que debemos hacernos todos los que hemos aclamado con entusiasmo al Santo Padre. ¿Qué sentido podría tener aclamar a Juan el Bautista y no escuchar sus palabras: «El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo»?
Y ¿qué sentido puede tener aplaudir al Papa y no oír sus repetidos gritos: «Pensad en los más pobres. Pensad en los que no tienen lo suficiente… Distribuid vuestros bienes con ellos… Dadles parte de forma programada y sistemática… Mirad un poco alrededor… ¿No sentís remordimiento de conciencia a causa de vuestra riqueza y abundancia»
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[align=right]José Antonio Pagola[/align] CREER DE OTRA MANERA[align=justify]Estamos viviendo unos tiempos en que, cada vez más, el único modo de poder creer de verdad va a ser para muchos aprender a creer de otra manera. Una fe pasiva, heredada y no repensada acabaría entre las personas cultas en indiferencia, y entre las personas sencillas en superstición.Son muchas las cosas a pensar con más rigor, pero, tal vez, lo primero es aclarar algunos aspectos esenciales de la fe.
La fe es siempre una experiencia personal. No basta creer en lo que otros nos hablan o predican de Dios. Cada uno sólo cree, en definitiva, lo que de verdad cree en el fondo de su corazón ante Dios, no lo que oye decir a otros.
Para creer en Dios es necesario pasar de una fe pasiva, infantil, heredada, a una fe más propia y personal. Ésta es la primera pregunta: ¿Yo creo en Dios, o en aquellos que me hablan de Él?
En la fe no todo es igual. Hay que saber diferenciar lo que es esencial y lo que es accesorio, y, después de veinte siglos, hay mucho de accesorio en el cristianismo actual.
La fe del que confía de verdad en Dios está más allá de las palabras, las discusiones morales y las normas eclesiásticas. Lo que define a un cristiano no es el ser virtuoso u observante, sino el vivir confiando en un Dios cercano por el que se siente amado sin condiciones.
Ésta puede ser la segunda pregunta: ¿Confío en Dios o me quedo atrapado en otras cuestiones secundarias?
En la fe lo importante no es afirmar que uno cree en Dios, sino saber en qué Dios cree. Nada es más decisivo que la idea que cada uno se hace de Dios. Si creo en un Dios autoritario y justiciero, terminaré tratando de dominar y juzgar a todos. Si creo en un Dios que es amor y perdón, viviré amando y perdonando. Ésta puede ser la pregunta: ¿En qué Dios creo yo: en un Dios que responde a mis ambiciones e intereses o en el Dios vivo revelado en Jesucristo?
La fe, por otra parte, no es una especie de «capital» que recibimos en el bautismo y del que podemos disponer para el resto de la vida. La fe es una actitud viva que nos mantiene atentos a Dios, abiertos cada día a su misterio de cercanía y de amor a cada ser humano.
María es el mejor modelo de esta fe viva y confiada. La mujer que sabe escuchar a Dios en el fondo de su corazón y vive abierta a sus designios de salvación.
Su prima Isabel la alaba con estas palabras memorables: «¡Dichosa tú que has creído!»
Dichoso también tú si aprendes a creer. Es lo mejor que te puede suceder en la vida.
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[align=right]José Antonio Pagola[/align] REPARTIR CON EL QUE NO TIENE[align=justify]La Palabra del Bautista desde el desierto tocó el corazón de las gentes. Su llamada a la conversión y al inicio de una vida más fiel a Dios despertó en muchos de ellos una pregunta concreta: ¿Qué debemos hacer? Es la pregunta que brota siempre en nosotros cuando escuchamos una llamada radical y no sabemos cómo concretar nuestra respuesta.El Bautista no les propone ritos religiosos ni tampoco normas ni preceptos. No se trata propiamente de hacer cosas ni de asumir deberes, sino de ser de otra manera, vivir de forma más humana, desplegar algo que está ya en nuestro corazón: el deseo de una vida más justa, digna y fraterna.
Lo más esencial y realista es abrir nuestro corazón a Dios mirando atentamente a las necesidades de los que sufren. El Bautista sabe resumirles su respuesta con una fórmula genial por su simplicidad y verdad: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo». Así de simple y claro.
¿Qué podemos decir ante estas palabras quienes vivimos en un mundo donde más de un tercio de la humanidad vive en la miseria luchando cada día por sobrevivir, mientras nosotros seguimos llenando nuestros armarios con toda clase de túnicas y tenemos nuestros frigoríficos repletos de comida?
Y ¿qué podemos decir los cristianos ante esta llamada tan sencilla y tan humana? ¿No hemos de empezar a abrir los ojos de nuestro corazón para tomar conciencia más viva de esa insensibilidad y esclavitud que nos mantiene sometidos a un bienestar que nos impide ser más humanos?
Mientras nosotros seguimos preocupados, y con razón, de muchos aspectos del momento actual del cristianismo, no nos damos cuenta de que vivimos «cautivos de una religión burguesa». El cristianismo, tal como nosotros lo vivimos, no parece tener fuerza para transformar la sociedad del bienestar. Al contrario, es ésta la que está desvirtuando lo mejor de la religión de Jesús, vaciando nuestro seguimiento a Cristo de valores tan genuinos como la solidaridad, la defensa de los pobres, la compasión y la justicia.
Por eso, hemos de valorar y agradecer mucho más el esfuerzo de tantas personas que se rebelan contra este «cautiverio», comprometiéndose en gestos concretos de solidaridad y cultivando un estilo de vida más sencillo, austero y humano. También tú puedes hacer algo.
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[align=right]José Antonio Pagola[/align] También el de Kamiano.
ALÉGRATE…. DESCARGA LA LUZ.[align=justify]El mensaje del evangelio nos anuncia que Juan que bautiza con agua espera el fuego, la luz (a Jesús).Estamos llamados a descargar en nuestra vida la LUZ. Haz un hueco y prepárate para instalar a Jesús en tu vida. Será la mejor aplicación para ser feliz. Estemos alegres.
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