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    Os dejo una reflexión sobre el Adviento.

    [align=justify]Un año más entramos en este tiempo litúrgico. Vuelve a empezar, para nosotros, el ciclo en el que haremos memoria de la vida de Dios en Jesús. Ahora lo comenzamos desde los preparativos, la esperanza, la consciencia de que a un Dios que viene hay que esperarlo y buscarlo. Ese es el sentido de estas semanas. Un tiempo de búsqueda, de deseo, de preguntas. Un plato con dos ingredientes principales: el deseo y la actitud de búsqueda. De esto se trata, en estos días, de desenterrar el anhelo de Dios, que a veces queda sepultado por otras urgencias y prisas. Y de hacerlo de manera activa, dinámica, cada día.

    El deseo de Dios

    «¡Atención, sedientos!, acudid por agua, también los que no tenéis dinero: venid, comprad trigo, comed sin pagar, vino y leche de balde» (Is 55, 1)

    Siempre ha estado ahí ese anhelo, esa mirada, esa pregunta. No siempre le sé poner nombre, pero, Señor, tengo sed de ti, de justicia, de respuestas, sobre todo, de amor. De un amor radical, profundo, incondicional y eterno. Y todo eso eres tú.

    En este tiempo de Adviento me recuerdas que estás viniendo, una y otra vez, a mi mundo, a mi historia, a mi vida. Y me das un toque de atención para que no me distraiga con otros anhelos que se agotan pronto, con otras hambres que nunca me satisfacen, con otros motivos que entretienen, pero no dan sentido. Porque lo que deseo, eso es lo que voy a perseguir con todas mis fuerzas. Pues, Señor, te necesito a ti. Ven, Señor Jesús.

    ¿En qué se nota tu anhelo, tu sed, tu necesidad de Dios?[/align]
    [align=center]Necesito

    Necesito

    tu presencia, un tú inagotable y encarnado

    que llena toda mi existencia,

    y tu ausencia, que purifica mis encuentros

    de toda fibra posesiva.

    Necesito

    el saber de ti que da consistencia

    a mi persona y mis proyectos,

    y el no saber que abre mi vida

    a tu novedad y a toda diferencia.

    Necesito

    el día claro en el que brillan los colores

    y se definen los linderos del camino,

    y la noche oscura en la que se afinan

    mis sentimientos y mis sentidos.

    Necesito

    la palabra en la que te dices y me digo

    sin acabar nunca de decirnos,

    y el silencio en el que descansa

    mi misterio en tu misterio.

    Necesito

    el gozo que participa de tu alegría,

    última verdad tuya y del mundo,

    y el dolor, comunión con tu dolor universal,

    origen de la compasión y la ternura.

    Benjamín G. Buelta, sj[/align]

    [align=justify]La búsqueda

    «Me invocaréis. Vendréis a rezarme, y yo os escucharé. Me buscaréis y me encontraréis, si me buscáis de todo corazón» (Jer 29, 12-13)

    Supongo que decir que uno espera o desea no es suficiente. Hay que buscar. Buscarte. En puentes, calles, casas, palabras, versos, silencio, personas, gestos, besos, abrazos, heridas, conversaciones, miedos; en tormentas y calmas, sueño y vigilia, de día o de noche.

    Buscarte en los momentos de júbilo y en alguna que otra decepción. Solo o con otros. Voy a buscarte, Señor. Voy a preguntarle al mundo por ti. Toda la vida, si hace falta. Pero si paso cerca y me ves despistado, dame un grito.

    ¿Dónde buscas hoy a Dios?[/align]

    [align=center]Busco tu novedad

    Busco tu novedad

    entre las presiones

    de mis enemigos

    que sofocan el corazón

    y depositan parálisis

    en el giro de mis decisiones.

    Busco tu novedad

    entre las expectativas

    de mis amigos

    que sin haberte escuchado

    han trazado mis rutas

    y me atan a ellas con cariño.

    Busco tu novedad

    entre mi hondura ambigua

    que me ofusca el corazón

    y se reviste de luces

    para adueñarse con astucia

    de mis sueños y tareas.

    Busco tu novedad

    entre la inercia terca

    de las instituciones

    programadas y sensatas

    que recogen a plazo fijo

    su cosecha esperada.

    Busco tu novedad

    entre ofertas de estrellas

    con brillo de paraíso

    al alcance de la mano

    mientras madura tu don

    en la sombra lenta.

    ¡Busco tu novedad!

    Mis viejos odres

    no resisten tu nuevo vino.

    No remiendes con tela nueva

    mi libertad gastada.

    Haz nuevo mi ser entero

    para que pueda acogerla.

    Benjamín G. Buelta, sj[/align]

    FRaternalmente.-

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