Inicio Foros Formación cofrade Evangelio Dominical y Festividades Comentario al Evangelio del domingo 06/06

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    HACER MEMORIA DE JESÚS

    Al narrar la última Cena de Jesús con sus discípulos, las primeras generaciones cristianas recordaban el deseo expresado de manera solemne por su Maestro: «Haced esto en memoria mía». Así lo recogen el evangelista Lucas y Pablo, el evangelizador de los gentiles.

    Desde su origen, la Cena del Señor ha sido celebrada por los cristianos para hacer memoria de Jesús, actualizar su presencia viva en medio de nosotros y alimentar nuestra fe en él, en su mensaje y en su vida entregada por nosotros hasta la muerte. Recordemos cuatro momentos significativos en la estructura actual de la misa. Los hemos de vivir desde dentro y en comunidad.

    La escucha del Evangelio. Hacemos memoria de Jesús cuando escuchamos en los evangelios el relato de su vida y su mensaje. Los evangelios han sido escritos, precisamente, para guardar el recuerdo de Jesús alimentando así la fe y el seguimiento de sus discípulos.

    Del relato evangélico no aprendemos doctrina sino, sobre todo, la manera de ser y de actuar de Jesús, que ha de inspirar y modelar nuestra vida. Por eso, lo hemos de escuchar en actitud de discípulos que quieren aprender a pensar, sentir, amar y vivir como él.

    La memoria de la Cena. Hacemos memoria de la acción salvadora de Jesús escuchando con fe sus palabras: «Esto es mi cuerpo. Vedme en estos trozos de pan entregándome por vosotros hasta la muerte… Éste es el cáliz de mi sangre. La he derramado para el perdón de vuestros pecados. Así me recordaréis siempre. Os he amado hasta el extremo».

    En este momento confesamos nuestra fe en Jesucristo haciendo una síntesis del misterio de nuestra salvación: «Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. Ven, Señor Jesús». Nos sentimos salvados por Cristo nuestro Señor.

    La oración de Jesús. Antes de comulgar, pronunciamos la oración que nos enseñó Jesús. Primero, nos identificamos con los tres grandes deseos que llevaba en su corazón: el respeto absoluto a Dios, la venida de su reino de justicia y el cumplimiento de su voluntad de Padre. Luego, con sus cuatro peticiones al Padre: pan para todos, perdón y misericordia, superación de la tentación y liberación de todo mal.

    La comunión con Jesús. Nos acercamos como pobres, con la mano tendida; tomamos el Pan de la vida; comulgamos haciendo un acto de fe; acogemos en silencio a Jesús en nuestro corazón y en nuestra vida: «Señor, quiero comulgar contigo, seguir tus pasos, vivir animado con tu espíritu y colaborar en tu proyecto de hacer un mundo más humano».

    EL NUEVO DOMINGO

    EL domingo ya no es lo que era hace unos años. En poco tiempo ha crecido y se ha convertido en el ‘fin de semana’, que comienza ya el viernes por la tarde y en el que gran parte de la población puede vivir de manera diferente escapando de las obligaciones del trabajo, de los horarios impuestos y de la rutina diaria.

    No todos vivimos este ‘nuevo domingo’ de la misma manera. Para algunos es una verdadera suerte; tienen iniciativa, posibilidades y fantasía para disfrutar a su gusto de estos días. Para otros es un tiempo cruel, pues sienten con más fuerza su soledad, enfermedad y vejez; el domingo sólo despierta en ellos tedio y nostalgia. Otros temen el domingo, no saben qué hacer con él, se aburren; si no hubiera fútbol sería insoportable.

    Teólogos y liturgias se preguntan hoy cómo será en el futuro el domingo cristiano. ¿Se reducirá a una celebración de la misa, aislada y sin conexión alguna con el fin de semana de la gente? Por el contrario, «¿no será posible se pregunta X. Basurko una integración dinámica de los valores humanos del fin de semana en la mística del domingo?». El liturgista de Mutriku ofrece en su libro Para vivir el domingo (Verbo Divino) algunas pistas.

    El domingo cristiano puede ser el alma del fin de semana, que ayude a los creyentes a experimentar mejor su libertad de hijos de Dios, sin imposiciones ni fines utilitaristas. La eucaristía podría ayudar a recuperar el sosiego y reavivar el aliento interior. El fin de semana podemos ser un poco más ‘nosotros mismos’.

    Por otra parte, se podría recuperar el sábado como fiesta de la creación; de esta manera se podría conseguir el domingo con la celebración de la salvación. Así piensan algunos liturgistas. La fe ayudaría a vivir el fin de semana como una celebración al Creador y un encuentro con la naturaleza, no por medio del trabajo sino del disfrute y de la contemplación.

    Por último, la celebración de la ‘asamblea eucarística’ puede animar y dar un sentido más hondo a esa otra dimensión del fin de semana que es la comunicación entrañable y gratificante con amigos y familiares o el encuentro con otras personas y otros pueblos. El fin de semana puede ser experiencia de encuentro y comunión de hermanos. ¿Crecerá el domingo cristiano hasta ser ‘fermento y sal’ del fin de semana de la actual cultura? En cualquier caso podemos hacernos una pregunta en esta fiesta de la Eucaristía: ¿Sabemos los cristianos extraer de la eucaristía dominical aliento y alegría para vivir el nuevo domingo?

    EL ÚLTIMO GESTO

    Jesús era realista. Sabía que no podía transformar de un día para otro aquella sociedad donde veía sufrir a tanta gente. No tenía poder político ni religioso para provocar un cambio revolucionario. Sólo tenía su palabra, sus gestos y su fe grande en el Dios de los que sufren.

    Por eso le gusta tanto hacer gestos de bondad. «Abraza» a los niños de la calle para que no se sientan huérfanos. «Toca» a los leprosos para que no se vean excluidos de las aldeas. «Acoge» amistosamente a su mesa a pecadores e indeseables para que no se sientan despreciados.

    No son gestos convencionales. Le salen desde su voluntad de hacer un mundo más amable y solidario en el que las personas se ayuden y se cuiden mutuamente. No importa que sean gestos pequeños. Dios tiene en cuenta hasta el «vaso de agua» que damos a quien tiene sed.

    A Jesús le gusta sobre todo «bendecir». Bendice a los pequeños y bendice sobre todo a los enfermos y desgraciados. Su gesto está cargado de fe y de amor. Desea envolver a los que más sufren con la compasión, la protección y la bendición de Dios.

    No es extraño que, al narrar la despedida de Jesús, Lucas lo describa levantando sus manos y «bendiciendo» a sus discípulos. Es su último gesto. Jesús entra en el misterio insondable de Dios y sus seguidores quedan envueltos en su bendición.

    Hace ya mucho tiempo que lo hemos olvidado, pero la Iglesia ha de ser en medio del mundo una fuente de bendición. En un mundo donde es tan frecuente «maldecir», condenar, hacer daño y denigrar, es más necesaria que nunca la presencia de seguidores de Jesús que sepan «bendecir», buscar el bien, hacer el bien, atraer hacia el bien.

    Una Iglesia fiel a Jesús está llamada a sorprender a la sociedad con gestos públicos de bondad, rompiendo esquemas y distanciándose de estrategias, estilos de actuación y lenguajes agresivos que nada tienen que ver con Jesús, el profeta que bendecía a las gentes con sus gestos y palabras de bondad.

    Espero que os valga de algo.-

    Fraternalmente.-

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