Inicio › Foros › Formación cofrade › Evangelio Dominical y Festividades › Comentario al Evangelio del domingo 11/09/2011
- Este debate está vacío.
-
AutorEntradas
-
9 septiembre, 2011 a las 21:42 #13503
Anónimo
Inactivo¿NO NECESITAMOS YA EL PERDÓN? Agarrándolo lo estrangulaba
¿Vivimos todavía los creyentes de hoy una experiencia honda del perdón de Dios o no necesitamos ya sentirnos perdonados por nadie?
Se nos ha hablado tanto del riesgo a vivir con una conciencia morbosa de pecado que ya no nos atrevemos a insistir en nuestra propia culpabilidad para no generar en nosotros sentimientos de angustia o frustración.
Preferimos vivir de manera más irresponsable, atribuyendo todos nuestros males a las deficiencias de una sociedad mal organizada o a las actuaciones injustas que, naturalmente, siempre provienen de «los otros».
Pero, ¿no es ésta la mejor manera de vivir engañados, separados de nuestra propia verdad, sumergidos en una secreta tristeza de la que sólo logramos escapar huyendo hacia la inconsciencia o el cinismo?
¿No necesitamos en lo más hondo de nuestro ser, confesar nuestro propio pecado, sentirnos comprendidos por Alguien, sabernos aceptados con nuestros errores y miserias, ser acogidos y restituidos de nuevo a nuestro ser más auténtico?
La experiencia del perdón es una experiencia humana tan fundamental que el individuo que no conoce el gozo de ser perdonado, corre el riesgo de no crecer como persona.
La parábola de Jesús nos lo recuerda de nuevo hoy. Quien no se ha sentido nunca comprendido por Dios, no sabe comprender a los demás.
Quien no ha gustado su perdón entrañable, corre el riesgo de vivir «sin entrañas» como el siervo de la parábola, endureciendo cada vez más sus exigencias y reivindicaciones y negando a todos la ternura y el perdón.
Hemos creído que todo se podía lograr endureciendo las luchas, despertando la agresividad social y potenciando el resentimiento de las gentes.
Hemos expulsado de entre nosotros el perdón y la mutua comprensión como algo inútil, propio de personas débiles y resignadas. Nos estamos acostumbrado a una espiral de represalias, revanchas y venganzas.
Ya hemos logrado vivir «estrangulándonos» unos a otros y gritándonos todos mutuamente: «Págame lo que me debes». Sólo que no está nada claro que este camino haya de llevarnos a una convivencia más justa y a unas relaciones más cálidas y más humanas.
SIEMPRE
A Mateo se le ve muy preocupado por corregir los conflictos, disputas y enfrentamientos que pueden surgir en la comunidad de los seguidores de Jesús. Probablemente está escribiendo su evangelio en unos momentos en que, como se dice en su evangelio, «la caridad de la mayoría se está enfriando».
Por eso concreta con mucho detalle cómo se ha de actuar para extirpar el mal del interior de la comunidad, respetando siempre a las personas, buscando antes que nada «la corrección a solas», acudiendo al diálogo con «testigos», haciendo intervenir a la «comunidad» o separándose de quien puede hacer daño a los seguidores de Jesús.
Todo eso puede ser necesario, pero ¿cómo ha de actuar en concreto la persona ofendida?, ¿Qué ha de hacer el discípulo de Jesús que desea seguir sus pasos y colaborar con él en abrir caminos al reino de Dios: el reino de la misericordia y la justicia para todos?
Mateo no podía olvidar unas palabras de Jesús recogidas por un evangelio anterior al suyo. No eran fáciles de entender, pero reflejaban lo que había en el corazón de Jesús. Aunque hayan pasado veinte siglos, sus seguidores no hemos de rebajar su contenido.
Pedro se acerca a Jesús. Como en otras ocasiones, lo hace representando al grupo de seguidores: «Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar?, ¿hasta siete veces?». Su pregunta no es mezquina, sino enormemente generosa. Le ha escuchado a Jesús sus parábolas sobre la misericordia de Dios. Conoce su capacidad de comprender, disculpar y perdonar. También él está dispuesto a perdonar «muchas veces», pero ¿no hay un límite?
La respuesta de Jesús es contundente: «No te digo siete veces, sino hasta setenta veces siete»: has de perdonar siempre, en todo momento, de manera incondicional. A lo largo de los siglos se ha querido rebajar lo dicho por Jesús: «perdonar siempre, es perjudicial»: «da alicientes al ofensor» «hay que exigirle primero arrepentimiento». Todo esto parece muy razonable, pero oculta y deja irreconocible lo que pensaba y vivía Jesús.
Hay que volver a él. En su Iglesia hacen falta hombres y mujeres que estén dispuestos a perdonar como él, introduciendo entre nosotros su gesto de perdón en toda su gratuidad y grandeza. Es lo que mejor hace brillar en la Iglesia el rostro de Cristo.
Fraternalmente.-
-
AutorEntradas
- Debes estar registrado para responder a este debate.