Inicio Foros Formación cofrade Evangelio Dominical y Festividades Comentario al Evangelio del domingo 14/11

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    Anónimo
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    Os adjunto el Evangelio y un par de comentarios:

    Lucas 21, 5-19

    En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos.

    Jesús les dijo:

    – Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.

    Ellos le preguntaron:

    – Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?

    Él contestó:

    – Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usando mi nombre diciendo: «Yo soy» o bien «el momento está cerca»; no vayáis tras ellos.

    Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá enseguida.

    Luego les dijo:

    – Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre.

    Habrá también espantos y grandes signos en el cielo.

    Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a los tribunales y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre: así tendréis ocasión de dar testimonio.

    Haced propósito de no preparar vuestra defensa: porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.

    Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa de mi nombre.

    Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá: con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.

    los comentarios:

    ¿ESTA CERCA EL FIN DEL MUNDO?

    No son hoy pocos los que afirman con total seriedad que estamos ya en «los últimos tiempos». Según su convicción, el fin es inminente; hay que prepararse ya para el gran Final. La proximidad del año dos mil parece haber reactivado una vez más la obsesión por el fin del mundo.

    Basta acercarse a la literatura esotérica que se ofrece en las librerías o estar atento a ciertos programas de TV. La confusión es total. Se mezclan visiones milenaristas de la Edad Media con las especulaciones del astrólogo francés Nostradamus. Mientras unos recurren al «mensaje secreto» de Fátima, otros escrutan la «Profecía de los Papas» del abad irlandés san Malaquías.

    Por otra parte, expertos en sectas y movimientos religiosos contemporáneos como J. Vernette nos informan de la creciente audiencia que encuentra en Europa el mensaje apocalíptico predicado por Testigos de Jehovah, Adventistas o Iglesias bautistas.

    A pesar de la anarquía de tanta especulación, se observan algunos rasgos comunes en todo este fenómeno. Todos coinciden en una visión catastrofista de la sociedad actual; el mundo está dominado por el Mal; las guerras y hambres, la degradación del planeta y la amenaza nuclear son signos de que el fm se acerca. Todos piensan, además, en una intervención directa de Dios que destruirá este mundo para dar comienzo a «algo nuevo». Casi siempre, lo que más interés suscita es calcular el momento preciso en que esto sucederá.

    El fenómeno no deja de prestarse a análisis de interés. Para algunos, es un síntoma más de la frustración del hombre actual y de su nostalgia de un mundo mejor. Otros destacan la necesidad sentida por no pocos, de buscar seguridad en la religión. Sin embargo, es obligado decir que, desde una perspectiva cristiana, este mensaje apocalíptico significa un olvido de lo esencial.

    Es cierto que también Jesús vivió en su tiempo un clima de espectativa escatológica y que, en su enseñanza, ocupa un lugar importante la llegada del Reino de Dios. Pero, si se quiere ser fiel a su pensamiento, hay que recordar algunas ideas básicas.

    La historia del mundo y de los hombres discurre siempre, según Jesús, bajo el amor insondable de Dios. El mundo no está bajo el poder de Satán. Dios está actuando ahora mismo en todos y cada uno de los hombres y mujeres. Podemos confiar en El para transformar y mejorar esta vida.

    Para cada individuo, el fin del mundo coincide con el fin de su vida. Será, sobre todo, en nuestra muerte donde experimentaremos cada uno nuestra finitud y la acción salvadora de Dios. Pero, también el mundo llegará un día a su fin. Nadie sabe cómo ni cuando. No es esto lo que, según Jesús, nos ha de preocupar. Lo importante es mantener la confianza en Dios. Esta es su advertencia: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras vidas.»

    ESPERANZAS INSUFICIENTES

    El hombre tiene esperanza cuando cree que las cosas pueden cambiar y piensa que es posible transformar la situación y llegar a disfrutar de una vida más humana.

    Por eso son muchas las preguntas que comienzan a despertar en el corazón del hombre moderno: ¿Qué esperanza pueden tener hoy los hombres? ¿Qué es lo que pueden esperar? ¿Dónde se puede apoyar su esperanza? ¿Hay algo que nos puede permitir una vida más liberada y humana?

    Todos experimentamos la necesidad de vivir más intensamente, más libremente, con mayor plenitud y seguridad. Y casi instintivamente buscamos «algo» capaz de llenar nuestras aspiraciones.

    Y cuando nos parece haber encontrado algo que puede realizar nuestras esperanzas, casi sin darnos cuenta, lo «sacralizamos», lo absolutizamos y le rendimos nuestro ser.

    Por eso son muchos los que, habiendo abandonado toda religión y toda fe en Dios, «sacralizan» ahora la ciencia, el progreso, la política, el dinero, el bienestar, como nuevos «dioses» que nos pueden ofrecer hoy la «salvación». Como decía Bossuet: «Todo es Dios menos Dios mismo».

    Pero la humanidad sufre hoy una profunda crisis de realismo. Nuestras esperanzas no se cumplen. Nuestras aspiraciones quedan insatisfechas. Cada vez es más difícil seguir poniendo la esperanza en algo que puede ofrecernos verdadera «salvación».

    Ya no hay ciencia capaz de garantizar un final feliz de la aventura humana sobre la tierra. No hay sistema económico capaz de ofrecernos un porvenir más seguro. Ninguna ideología capaz de abrirnos un horizonte de esperanza nueva. Ni el colectivismo marxista ni el desarrollo capitalista despiertan una esperanza razonable en las nuevas generaciones.

    Mientras tanto, el «suicidio colectivo» de la humanidad es ya históricamente posible. Cada vez es más insostenible el «equilibrio de terror» entre los grandes bloques del planeta. La carrera de armamentos crece sin control. Las guerras de hoy pueden desencadenar ya «el holocausto de la especie humana».

    La esperanza cristiana no se alimenta del fracaso de otras esperanzas que puede alimentar el hombre. No nace tampoco del resentimiento o el desprecio a los esfuerzos de la ciencia, la economía o la política. Sencillamente descubre que son esperanzas insuficientes.

    La fe nos permite descubrir con más claridad que la salvación que buscamos y necesitamos supera todo lo que los hombres nos podemos dar a nosotros mismos.

    Nuestra tarea es perseverar en esa búsqueda de una salvación final. Orientar todos los esfuerzos de la humanidad hacia esa meta definitiva de una sociedad de fraternidad y libertad. Seguir luchando obstinadamente, pacientemente, incansablemente. Dios nos ha creado creadores. Su promesa nos sostiene: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

    Espero que os ayude.

    Fraternalmente

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