Inicio › Foros › Formación cofrade › Evangelio Dominical y Festividades › Comentario del Evangelio del domingo 06/02
- Este debate está vacío.
-
AutorEntradas
-
2 febrero, 2011 a las 16:33 #7352
Anónimo
InactivoBuenas tardes: Retomo los comentarios, ya que la semana pasada me fue imposible. Lo lamento. Ahí van los de hoy.
EL CORAJE DE NO SER PERFECTOS[align=justify]Los seres humanos tendemos a aparecer ante los demás como más inteligentes, más buenos, más nobles de lo que realmente somos. Nos pasamos la vida tratando de ocultar nuestros defectos para aparentar ante los demás y ante nosotros mismos una perfección que no poseemos.Los sicólogos dicen que esta tendencia se debe, sobre todo, al deseo de afirmarnos ante nosotros mismos y ante los otros para defendernos así de su posible superioridad.
Falta en nosotros la verdad de «las buenas obras» y llenamos nuestra vida de palabrería y de toda clase de disquisiciones.
No somos capaces de dar al hijo un ejemplo de vida digna, y nos pasamos los días adoctrinándolo y exigiéndole lo que nosotros no vivimos.
No somos coherentes con nuestra fe cristiana, y tratamos de justificarnos criticando a quienes han abandonado la práctica religiosa. No somos testigos del evangelio, y nos dedicamos a predicarlo a otros.
Tal vez, hayamos de comenzar por reconocer pacientemente nuestras limitaciones e incoherencias, para poder presentar a los demás sólo la verdad de nuestra vida.
Si tenemos el coraje de aceptar nuestra mediocridad, nos abriremos más fácilmente a la acción de ese Dios que puede transformar todavía nuestra vida.
Jesús habla del peligro de que «la sal se vuelva sosa». San Juan de la Cruz lo dice de otra manera: «Dios os libre que se comience a envanecer la sal, que aunque más parezca que hace algo por fuera, en substancia no será nada, cuando está cierto que las buenas obras no se pueden hacer sino en virtud de Dios».
Para ser «sal de la tierra», lo importante no es el activismo, la agitación, el protagonismo superficial, sino «las buenas obras» que nacen del amor a ese Dios que actúa en nosotros.
Con qué atención deberíamos escuchar hoy en el interior de la Iglesia estas palabras del mismo Juan de la Cruz: «Adviertan, pues, aquí los que son muy activos y piensan ceñir el mundo con sus predicaciones y obras exteriores, que mucho más provecho harían a la Iglesia y mucho más agradarían a Dios… si gastasen siquiera la mitad de ese tiempo en estarse con Dios en oración».
De lo contrario, según el místico doctor, «todo es martillear y hacer poco más que nada, y a veces nada, y aun a veces daño». En medio de tanta actividad y agitación, ¿dónde están nuestras «buenas obras»?
[/align]
SIN LA CONCIENCIA TRANQUILA
[align=justify]No hace falta ser experto en economía mundial para saber que, cada año que pasa, hay más pobres que son cada vez más pobres. En la actualidad se produce en el mundo un diez por ciento más de los alimentos que necesitamos para vivir y, sin embargo, mueren de hambre miles y miles de niños cada día y otros tantos adultos desnutridos. Es decir, la economía mundial está hoy organizada por las naciones progresistas de tal manera que, cada veinticuatro horas, produce unos 90.000 muertos. Jamás ha habido una guerra que se haya acercado, ni de lejos, a tal crueldad.Las preguntas que nos podemos hacer son graves; ¿puede tener futuro un mundo así?, ¿puede vivir tranquila la Iglesia de Jesús en medio de una «organización» mundial que produce tanta muerte y tanto sufrimiento? Si la Iglesia dice que representa en el mundo a Jesús y su evangelio, ¿cómo tiene que reaccionar?, ¿qué tiene que hacer?, ¿qué está haciendo?.
En la Iglesia ha habido y hay muchas personas, grupos e instituciones que viven entregados a luchar por la vida y dignidad de los pobres; nunca les agradeceremos lo suficiente el testimonio que nos dan a todos. En la Iglesia hay un magisterio social valiente y progresista, que defiende los derechos y la dignidad de los pobres, reclama reformas profundas y audaces, y denuncia los atropellos contra los países más débiles e indefensos.
Todo esto es así y, sin embargo, no podemos vivir con la conciencia tranquila. Los pobres fueron para Jesús los preferidos, los más importantes, los primeros, ¿qué son para nosotros hoy? ¿Influyen algo en nuestra manera de entender a Dios, de interpretar el Evangelio, de configurar nuestra vida cristiana? Todos los domingos, millones de cristianos se reúnen en el mundo entero para celebrar la cena del Señor, ¿por qué esa Eucaristía no desencadena una solidaridad más audaz hacia el mundo pobre?
Sería un error olvidar la grave advertencia de Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente» ¿Nos puede suceder hoy algo de esto?
[/align] Espero que os valgan.
-
AutorEntradas
- Debes estar registrado para responder a este debate.