Inicio Foros Formación cofrade Evangelio Dominical y Festividades Comentario Evangelio domingo 30/05/2010

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  • #7282
    Anónimo
    Inactivo

    Con la fiesta de Pentecostés, se acaba el tiempo de Pascua y volvemos al tiempo ordinario. ¿Qué es el tiempo ordinario? Una buena definición sería:

    Con este nombre, tiempo ordinario, se le quiere distinguir de los “tiempos fuertes”, que son el ciclo de Pascua y el de Navidad con su preparación (Cuaresma y Adviento) y su prolongación.

    Es el tiempo más antiguo de la organización del año cristiano. Y además, ocupa la mayor parte del año: 33 ó 34 semanas, de las 52 que hay.

    Os dejo el Evangelio del domingo y un par de buenos comentarios.:

    EVANGELIO: Lectura del santo evangelio según San Juan 16,12-15

    En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

    – Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.

    Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando.

    Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará.

    VIVIR A DIOS DESDE JESÚS

    Para Jesús, Dios es una experiencia: se siente Hijo querido de un Padre bueno que se está introduciendo en el mundo para humanizar la vida con su Espíritu. Dios no es un Padre sin más. En su corazón ocupan un lugar privilegiado los más pequeños e indefensos, los olvidados por la sociedad y las religiones: los que nada bueno pueden esperar ya de la vida.

    Este Padre no es propiedad de los buenos. «Hace salir su sol sobre buenos y malos». A todos bendice, a todos ama. Para todos busca una vida más digna y dichosa. Por eso se ocupa de manera especial por quienes viven «perdidos». A nadie olvida, a nadie abandona. Nadie camina por la vida sin su protección.

    Tampoco Jesús es el Hijo de Dios sin más. Es Hijo querido de ese Padre, pero, al mismo tiempo, nuestro amigo y hermano. Es el gran regalo de Dios a la humanidad. Siguiendo sus pasos, nos atrevemos a vivir con confianza plena en Dios. Imitando su vida, aprendemos a ser compasivos como el Padre del cielo. Unidos a él, trabajamos por construir ese mundo más justo y humano que quiere Dios.

    Por último, desde Jesús experimentamos que el Espíritu Santo no es algo irreal e ilusorio. Es sencillamente el amor de Dios que está en nosotros y entre nosotros alentando siempre nuestra vida, atrayéndonos siempre hacia el bien. Ese Espíritu nos está invitando a vivir como Jesús que, «ungido» por su fuerza, pasó toda su vida haciendo el bien y luchando contra el mal.

    Es bueno culminar nuestras plegarias diciendo «Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo» para adorar con fe el misterio de Dios. Y es bueno santiguarnos en el nombre de la Trinidad para comprometernos a vivir en el nombre del Padre, siguiendo fielmente a Jesús, su Hijo, y dejándonos guiar por su Espíritu.

    DIOS NO SE ABURRE

    Son bastantes los que, llamándose cristianos, tienen una idea absolutamente triste y aburrida de Dios. Para ellos, Dios sería un ser nebuloso, gris, «sin rostro». Algo impersonal, frío e indiferente.

    Y si se les dice que Dios es Trinidad, esto, lejos de dar un color nuevo a su fe, lo complica todo aún más, situando a Dios en el terreno de lo enrevesado, embrollado e ininteligible.

    No pueden sospechar todo lo que la teología cristiana ha querido sugerir acerca de Dios, al balbucir desde Jesús una imagen trinitaria de la divinidad.

    Según la fe cristiana, Dios no es un ser solitario, condenado a estar cerrado sobre sí mismo, sin alguien con quien comunicarse. Un ser inerte, que se pertenece sólo a sí mismo, autosatisfaciéndose aburridamente por toda la eternidad.

    Dios es comunión interpersonal, comunicación gozosa de vida. Dinamismo de amor que circula entre un Padre y un Hijo que se entregan sin agotarse, en plenitud de infinita ternura.

    Pero este amor no es la relación que existe entre dos que se exprimen y absorben estérilmente el uno al otro, perdiendo su vida y su gozo en una posesión exclusiva y un egoísmo compartido.

    Es un amor que requiere la presencia del Tercero. Amor fecundo que tiene su fruto gozoso en el Espíritu en quien el Padre y el Hijo se encuentran, se reconocen y gozan el uno para el otro.

    Este Dios no es alguien lejano de nosotros. Está en las raíces mismas de la vida y de nuestro ser. «En él vivimos, nos movemos y existimos» (Hechos 17, 28).

    En el corazón mismo de la creación entera está el amor, el gozo, la sonrisa acogedora de Dios. En medio de nuestro vivir diario, a veces tan apagado y aburrido, otras tan agitado e inquieto, tenemos que aprender a escuchar con más fe el latido profundo de la vida y de nuestro corazón.

    Quizás descubramos que en lo más hondo de las tristezas puede haber un gozo sereno, en lo más profundo de nuestros miedos una paz desconocida, en lo más oculto de nuestra soledad, la acogida de Alguien que nos acompaña con sonrisa silenciosa.

    Que os aproveche,

    fraternalmente.-

    #11794
    Anónimo
    Inactivo

    Tan acertado como siempre hermano. Voy a contaros mi experiencia personal, que supongo a todos vosotros os pasa.

    Cuando hay algo, que se que he hecho mal, o he tenido una discusión acalorada con alguien, por ejemplo, siempre hay un «run run», un «come come» que me va desde el corazón hasta casi los pies. Ese «come come», se que es, sin lugar a dudas, el Espíritu al que hace mención el evangelio. En ese momento me dice» cálmate, sosiega».

    Precisamente, por ese motivo, se que hay alguien ahí arriba, que nos espera y nos guarda sitio para cuando nos llame.

    Un fraternal saludo.

    #17847
    Anónimo
    Inactivo

    Tan acertado como siempre hermano. Voy a contaros mi experiencia personal, que supongo a todos vosotros os pasa.

    Cuando hay algo, que se que he hecho mal, o he tenido una discusión acalorada con alguien, por ejemplo, siempre hay un «run run», un «come come» que me va desde el corazón hasta casi los pies. Ese «come come», se que es, sin lugar a dudas, el Espíritu al que hace mención el evangelio. En ese momento me dice» cálmate, sosiega».

    Precisamente, por ese motivo, se que hay alguien ahí arriba, que nos espera y nos guarda sitio para cuando nos llame.

    Un fraternal saludo.

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