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  • #8057
    Anónimo
    Inactivo

    [align=center]EFICIENCIA O FANATISMO[/align]

    [align=justify]Cada vez que me siento a escribir, sobre todo cuando el tema suscita mi pasión (defendiendo, combatiendo o resaltando la hermosura e inteligencia subyacentes a la anécdota que traigo á colación), suelo preguntarme dónde está la diferencia entre el fanatismo y la eficiencia.

    Doy por sentado que querer es poder y que la mejor forma de asegurar el éxito de cualquier empresa (eficiencia) es contar con el interés, la implicación, la curiosidad y la ilusión de quien la lleva adelante; en una palabra, contar con el empuje que da la pasión por el proyecto en cuestión. Pero, ¿a partir de qué momento la pasión se convierte en fanatismo y el afán por explicar mis razones en obsesión por convencer a terceros? ¿Cómo evitarlo?

    He llegado a la conclusión de que, para evitar que me crezcan las orejeras y la maza propias del fanático, lo mejor es ESCUCHAR a los otros. Mejor que estudiar la historia (a veces manipulada vía interpretaciones personales), mejor que acudir a simposios, seminarios y charlas (con frecuencia cargados de ideología monocromática), mejor que todo eso, es conversar con aquellos que muestran abierta y sencillamente, sin exhibicionismo, su opinión honesta, sus experiencias, su perspicacia o sensibilidad hacia determinadas realidades y los sentimientos que les provocan esas realidades. Claro que conversar en esta actitud supone voluntad de aprender – no de imponer – y tener en frente alguien en la misma actitud, ambas, cosas poco corrientes.

    Con la tranquilidad que me da saber que yo sí hago mis ejercicios anti-fanatismo, quisiera hablarles durante los próximos números del trabajo, la crisis española y el sistema económico que nos hemos dado.

    Por cierto, para mí está siendo un descubrimiento conocer a san José Mª Escrivá de Balaguer – y tenía mis prejuicios -, en relación al significado de las palabras “trabajo” y “profesionalidad”. El santo sostenía, por ejemplo, que la categoría del trabajo depende de la persona que lo realiza, no de la remuneración, ni del prestigio social que pueda conllevar; que el espíritu del Opus Dei es ser cristianos, no de fin de semana yendo a misa los domingos, sino de semana completa santificando el trabajo diario; y que “la movilización universal de los cristianos para la paz, para el bienestar, para la comprensión y para la fraternidad es una forma de aportar soluciones de justicia y de caridad (soluciones de cristiano) capaces de resolver cualquier conflicto o dificultad planteada”. (San José Mª Escrivá de Balaguer en Brafa, Obra Corporativa del Opus Dei)

    A lo que voy. Sin pretender imponer mi visión cristiana del trabajo, ni sentar cátedra propia distinta a la de la Iglesia, ni cargarme o consagrar ningún postulado sindicalista, quiero intentar traer al primer plano de sus conciencias el sentido y el valor genuinos del trabajo. Es mi modesta contribución para resolver la crisis “que amenaza hundirnos” – es una exageración deliberada -, convencida como estoy de que el cáncer que provoca estos síntomas (falta de trabajo y de crédito) es la renuncia a valores fundamentales.

    Como san José Mª les digo: “Una solución inmediata: ser mejor cada día tu y yo”. Vivir esta premisa subraya la diferencia entre la eficiencia y el fanatismo.[/align]

    MARTACM

    #12295
    Anónimo
    Inactivo

    [align=center]SENTIDO GENUINO[/align]

    [align=justify]El sentido genuino del trabajo no es hacerse millonario, sino asegurar el propio sustento y realizarse como persona, contribuyendo al desarrollo y mejora de la comunidad humana en la que se desenvuelven nuestras vidas.

    Esta afirmación no es tan evidente hoy. Sucede que mientras algunos cobran millonadas por darle patadas a un balón o posar ante los medios gráficos para vender una barra de labios o un slip, investigadores jóvenes, muy preparados y desde el completo anonimato, sobreviven a base de contadas subvenciones mientras trabajan en descubrir cómo descontaminar el agua industrial o cómo desarrollar implantes foto receptores que curen la ceguera.

    Los salarios millonarios se inventaron para los mercenarios. Y no me refiero tanto a futbolistas y modelos, sino a las fortunas personales que no se han construido, en su inmensa mayoría, sobre la base de la honestidad y la justicia. Visto esto, una se pregunta si es posible ser cristiano de vocación y rico pese a todo y pese a todos ¿?.

    Necesitamos trabajar porque las habas no llueven del cielo, y porque vivir del salario obtenido es más digno que vivir de la caridad, pero sólo disfrutamos del trabajo cuando sabemos que nuestro proyecto puede mejorar la vida de los demás.

    ¿Alguna vez se han preguntado por qué hay personas que no encuentran la hora de volver a casa y otras cuentan los minutos para largarse del puesto de trabajo? ¿Unos son privilegiados y otros unos pringados? Lo cierto es que no. Aunque habría que hablar mucho de conciliación laboral y familiar, de la justificación de los salarios, del trato dispensado por los mandos intermedios, de seguridad laboral, de políticas de empresa, etc., lo cierto es que cuando uno es generoso y piensa en los demás – también en el trabajo -, en el fondo, es más feliz. Vivir con pasión y responsabilidad el objetivo último de nuestra labor, nos permite disfrutar construyendo ese mundo mejor que todos soñamos, ser más eficaces y estar más atentos para prevenir y corregir los errores que puedan causar un daño futuro.

    Oímos a diario que el mundo está en crisis y España está fatal. ¿Saben por qué? Porque individuos sin valores dan lugar a sociedades corruptas. Tienen hijos (en sentido figurado y literal) que acaban siendo banqueros capaces de cobrar comisiones por ofrecer sus servicios – ¡menos mal que mi panadera no hace lo mismo! -; o políticos deshonestos; o empresarios que imponen precios desproporcionados y que disfrazan sus intereses egoístas de “condiciones imprescindibles para ser competitivos y crear trabajo”. Cuando se generaliza este patrón de conducta, surgen burbujas inmobiliarias y paro masivo.

    Para contrarrestar esta tendencia y construir una sociedad más justa anclada en valores universalmente válidos, no se me ocurre mejor receta que los diez mandamientos. Incluso podría hacerles una concesión: por aquello de mantener el “status” de “sociedad laica” en España, aceptaría prescindir de los tres primeros.

    El trabajo no se crea. Personas que utilizan a otras personas se inventaron este eufemismo. ¡El trabajo es al hombre como la luz al sol! Es necesario e inevitable en la construcción de cualquier grupo humano o civilización, y permite distintos niveles de participación (empresario, encargado, empleado). Tan vano resulta el emprendedor incapaz de retener a sus trabajadores para sustentar y desplegar su proyecto, como el obrero que no encuentra un proyecto al que sumarse para dar lo mejor de sí mismo.

    Urge recuperar el sentido genuino del trabajo. Podemos y debemos humanizar el trabajo al estilo de cada cual. Este cambio individual, hecho de uso general, provocará inevitablemente el fin de la crisis española y mundial.[/align]

    MARTACM[attachment=0]Trabajo_tuneladora.jpg[/attachment]

    #18348
    Anónimo
    Inactivo

    [align=center]SENTIDO GENUINO[/align]

    [align=justify]El sentido genuino del trabajo no es hacerse millonario, sino asegurar el propio sustento y realizarse como persona, contribuyendo al desarrollo y mejora de la comunidad humana en la que se desenvuelven nuestras vidas.

    Esta afirmación no es tan evidente hoy. Sucede que mientras algunos cobran millonadas por darle patadas a un balón o posar ante los medios gráficos para vender una barra de labios o un slip, investigadores jóvenes, muy preparados y desde el completo anonimato, sobreviven a base de contadas subvenciones mientras trabajan en descubrir cómo descontaminar el agua industrial o cómo desarrollar implantes foto receptores que curen la ceguera.

    Los salarios millonarios se inventaron para los mercenarios. Y no me refiero tanto a futbolistas y modelos, sino a las fortunas personales que no se han construido, en su inmensa mayoría, sobre la base de la honestidad y la justicia. Visto esto, una se pregunta si es posible ser cristiano de vocación y rico pese a todo y pese a todos ¿?.

    Necesitamos trabajar porque las habas no llueven del cielo, y porque vivir del salario obtenido es más digno que vivir de la caridad, pero sólo disfrutamos del trabajo cuando sabemos que nuestro proyecto puede mejorar la vida de los demás.

    ¿Alguna vez se han preguntado por qué hay personas que no encuentran la hora de volver a casa y otras cuentan los minutos para largarse del puesto de trabajo? ¿Unos son privilegiados y otros unos pringados? Lo cierto es que no. Aunque habría que hablar mucho de conciliación laboral y familiar, de la justificación de los salarios, del trato dispensado por los mandos intermedios, de seguridad laboral, de políticas de empresa, etc., lo cierto es que cuando uno es generoso y piensa en los demás – también en el trabajo -, en el fondo, es más feliz. Vivir con pasión y responsabilidad el objetivo último de nuestra labor, nos permite disfrutar construyendo ese mundo mejor que todos soñamos, ser más eficaces y estar más atentos para prevenir y corregir los errores que puedan causar un daño futuro.

    Oímos a diario que el mundo está en crisis y España está fatal. ¿Saben por qué? Porque individuos sin valores dan lugar a sociedades corruptas. Tienen hijos (en sentido figurado y literal) que acaban siendo banqueros capaces de cobrar comisiones por ofrecer sus servicios – ¡menos mal que mi panadera no hace lo mismo! -; o políticos deshonestos; o empresarios que imponen precios desproporcionados y que disfrazan sus intereses egoístas de “condiciones imprescindibles para ser competitivos y crear trabajo”. Cuando se generaliza este patrón de conducta, surgen burbujas inmobiliarias y paro masivo.

    Para contrarrestar esta tendencia y construir una sociedad más justa anclada en valores universalmente válidos, no se me ocurre mejor receta que los diez mandamientos. Incluso podría hacerles una concesión: por aquello de mantener el “status” de “sociedad laica” en España, aceptaría prescindir de los tres primeros.

    El trabajo no se crea. Personas que utilizan a otras personas se inventaron este eufemismo. ¡El trabajo es al hombre como la luz al sol! Es necesario e inevitable en la construcción de cualquier grupo humano o civilización, y permite distintos niveles de participación (empresario, encargado, empleado). Tan vano resulta el emprendedor incapaz de retener a sus trabajadores para sustentar y desplegar su proyecto, como el obrero que no encuentra un proyecto al que sumarse para dar lo mejor de sí mismo.

    Urge recuperar el sentido genuino del trabajo. Podemos y debemos humanizar el trabajo al estilo de cada cual. Este cambio individual, hecho de uso general, provocará inevitablemente el fin de la crisis española y mundial.[/align]

    MARTACM[attachment=0]Trabajo_tuneladora.jpg[/attachment]

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