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  • #7445
    Anónimo
    Inactivo

    [align=justify]Ete es un tema recurrente en los Medios de Comunicación que suele aprobecharse para dar caña a la Iglesia Católica Española: que si es ilegal retirar de la plantilla de profesores de religión a un divorciado, que si el número de divorcios aumenta cada año, que si la CEE ha vuelto a pronunciarse contra el divorcio y los matrimonios homosexuales, etc.

    Ayer mismo saltaba a la prensa la noticia de que el señor José Bono, Presidente del Parlamento Español, había dicho en la fiesta del Corpus de Toledo – en cuya procesión había participado – que «estar divorciado no tine relevancia moral».

    Sin ánimo de crear polémica, creo que habría que puntualizar algunas cosas:

    Ser divorciado, en principio, sólo habla de un fracaso personal. Pero ser bautizado, católico confeso, estar divorciado y conviviendo con otra persona, o casado civilmente (no digo que sea el caso de Bono) sí es materia de relevancia moral. Es estar faltando a un mandamiento de la Ley de Dios, es decir, a una de las 10 normás básicas o fundamentales del cristianismo, cuya aplicacion es tan amplia que podría hacerse extesiva a cualquier hombre de buena voluntad, aunque no sea católico.

    Está claro que es posible equivocarse al elegir marido o mujer, o llegar a ese punto en el que ni se quiere ni se puede perdonar, o ser incapaces de mantener la palabra dada durante el rito nupcial. Como el divorcio es la solución más rápida para extinguir una relación conflictiva, lo solicito y lo consigo en sólo 15 días. Ahora bien ¿en qué punto me coloca esta decisión? La respuesta que se dan muchos es ésta: «soy un bautizado con mala suerte que a partir de ahora tendrá que sobrevivir como pueda a la voz de su conciencia».

    Consciente de mi situación, no sólo no evito la relaciones de pareja, sino que salgo a buscarlas (reconozco en este punto las meritorias excepciones que haya) y acojo encantado/a la que surge. Esta relación evoluciona. Lo de la castidad no es un valor absoluto. Mi pareja quiere darle estabilidad y reconocimiento social a lo nuestro. ¿Qué hago? Lo que puedo: casarme por lo civil.

    Soy cristiano, me reconozco tal, procuro acompañar a mis hijos a la catequesis de primera comunión o confirmación, suelo acudir a misa, comulgo con cierta frecuencia, estoy en algún grupo parroquial y tengo una relación fluida con mi párroco y mis monjas/frailes del colegio, ¿Quién dice que hacer pública mi relación adúltera mediante el matrimonio civil es un problema, si en el resto de los aspectos cumplo sobradamente lo que se espera de mí?

    Dicho así, el planteamiento puede parecer duro, injusto y simplista pero, ¿somos conscientes de en qué berenjenales nos metemos por tomar decisiones inadecuadas? Si la fe cristiana es relevante en mi vida, ¿cómo puedo soportar vivir esta tremenda incoherencia sin acabar tocado/a de los nervios? ¿Tengo que elegir entre darme la oportunidad de volver a ser feliz o renunciar a la práctica sacramental? Lo que tendría que haber hecho es plantearme la etapa del noviazgo de otra manera –tomo nota para aconsejar a mis hijos- y respecto al momento actual, antes de nada, debería hacer las averiguaciones necesarias en el Tribunal Eclesiástico para discernir si mi primer matrimonio pudo ser nulo.[/align]
    Marta Caño Montejo

    #12083
    Anónimo
    Inactivo

    Bienvenida al foro Marta.

    Esta claro, que como humanos que somos cometemos miles de equivocaciones a lo largo de nuestra vida. Pongamos como ejemplo, que yo he tenido un noviazgo largo, de conocimiento hacia mi pareja, y que a lo largo de varios años, hemos decidido casarnos. Por los motivos que sean, tanto por parte mia como de mi mujer, el matrimonio no funciona, pero ambos somos cristianos. Hay una cosa que no llego a entender, y que esta relacionado con nuestras cofradías. Si yo, que felizmente estaba casado, pertenezco a una cofradía o hermandad, me he tenido que divorciar porque nuestra relación era totalmente imposible, he rehecho mi vida casandome por lo civíl, y soy miembro de una junta de gobierno de mi cofradía o hermandad, resulta que por estar divorciado, ya no puedo pertenecer a esa junta. Si sigo realizando mi trabajo igual de correctamente que cuando estaba casado, ¿por que no puedo seguir realizandolo?. Creo, que aunque me haya vuelto a casar por lo civíl, no sere menos cristiano, y si mi pareja no es creyente pero yo sigo siendolo, seguire siendo igual de cristiano.

    Esto es solo un ejemplo que nada tiene que ver con mi realidad. Tambien es cierto, que hoy en día, la juventud va muy a lo loco, andan como locos por mantener relaciones sexuales, y luego vienen las lamentaciones. Esto es lo que los padres deberían de tener muy en cuenta, y mantener serias charlas con sus hij@s.

    Un fraternal saludo.

    #18136
    Anónimo
    Inactivo

    Bienvenida al foro Marta.

    Esta claro, que como humanos que somos cometemos miles de equivocaciones a lo largo de nuestra vida. Pongamos como ejemplo, que yo he tenido un noviazgo largo, de conocimiento hacia mi pareja, y que a lo largo de varios años, hemos decidido casarnos. Por los motivos que sean, tanto por parte mia como de mi mujer, el matrimonio no funciona, pero ambos somos cristianos. Hay una cosa que no llego a entender, y que esta relacionado con nuestras cofradías. Si yo, que felizmente estaba casado, pertenezco a una cofradía o hermandad, me he tenido que divorciar porque nuestra relación era totalmente imposible, he rehecho mi vida casandome por lo civíl, y soy miembro de una junta de gobierno de mi cofradía o hermandad, resulta que por estar divorciado, ya no puedo pertenecer a esa junta. Si sigo realizando mi trabajo igual de correctamente que cuando estaba casado, ¿por que no puedo seguir realizandolo?. Creo, que aunque me haya vuelto a casar por lo civíl, no sere menos cristiano, y si mi pareja no es creyente pero yo sigo siendolo, seguire siendo igual de cristiano.

    Esto es solo un ejemplo que nada tiene que ver con mi realidad. Tambien es cierto, que hoy en día, la juventud va muy a lo loco, andan como locos por mantener relaciones sexuales, y luego vienen las lamentaciones. Esto es lo que los padres deberían de tener muy en cuenta, y mantener serias charlas con sus hij@s.

    Un fraternal saludo.

    #12084
    Anónimo
    Inactivo

    Gracias por su comentario Miguel.

    Si le parece, no me entretengo en florituras y saludos para pasar al fondo del asunto.

    Para contextualizar lo que escribiré a continuación, me parece importante señalar que el cristianismo entraña una llamada a la excelencia personal, a un grado de delicadeza espiritual única que apela al fondo y a la forma de nuestros actos. No cabe por tanto llamarse cristiano -aunque seamos bautizados- y evidenciar con nuestro comportamiento o palabras la moralidad de un pez. Estar casado canónicamente, divorciado y vuelto a casar por lo civil no es materia irrelevante en moral católica.

    No quiero utilizar ésta líneas para arremeter contra quienes se encuentran en esta situación. No me toca. Además, de verdad creo que la gente, en general, es buena, y que cuando se dan esta situación -u otras parecidas – lo que busca en la mayoría de los casos no es plantarle cara a al derecho canónico o el catecismo católico, sino una forma mas fácil de integrar a Dios en sus vidas y en la realidad que les rodea o perciben. Dicho de otro modo, no quieren romper moldes sino hacer otros a su medida.

    Me parece de justicia reconocer que no todos los cristianos somos «cristianos 10». La propia debilidad, el ambiente superficial en el que se desenvuelven nuestras vidas, la escasa formación, la pobre espiritualidad, etc. son factores que contribuyen a ello -sólo Dios sabe qué responsabilidad tenemos cada cual en el grado de inconsecuencia que caracteriza nuestras vidas-. Pero, una cosa es ser «cristiano 10», otra ser inconsecuente, reconocerlo e intentar superarse o como mínimo procurar ser discreto, y otra bien distinta pretender que la norma moral católica se ajuste a los moldes que me convienen, pretendiendo, además, que eso no suponga una diferencia en los derechos individuales dentro de la Iglesia.

    Tiene razón al afirmar que tendríamos que prepararnos mejor para el matrimonio. También le digo que, una vez casados, precisamente por la presión del ambiente, muchos no hacemos todo lo posible por cuidar nuestro matrimonio, o sanarlo. Permítame añadir que en caso de ruptura, resulta llamativo comprobar que la primera consulta no sea al sacerdote que nos casó, al Centro de Orientación Familiar o al propio Tribunal Eclesiástico, sino al abogado. Es revelador que quienes afirman ser católicos y haber pasado por el trance doloroso de un divorcio, ni se planteen la nulidad matrimonial ¿Qué daño hace preguntar antes de lanzarse a la piscina del matrimonio civil? ¿No habíamos quedado en que la fe católica es importante para nosotros? ¿Importante como para apartarnos de ella a la primera que surge?

    Pongamos que ya he tocado todas la teclas, pongamos que mi matrimonio no tiene solución, que lo he consultado con el Tribunal y tampoco puede ser declarado nulo. Tal como yo lo veo tengo dos opciones: vivir como si fuera viudo o soltero y asumir la situación en la que me he colocado, o iniciar una nueva relación y casarme por lo civil. Un cristiano convencido no debería elegir la segunda opción.

    Si tuviéramos esto claro quizás, solo quizás, nos plantearíamos de otro modo las crisis matrimoniales. Yo suelo decir que la solución a un matrimonio en crisis no es el divorcio (hecha excepción de los casos con manifiesto maltrato, injusticia o engaño), sino resolver el conflicto y eliminar la causa del mismo. Se puede hacer.

    Usted sabe que para los cristianos el único matrimonio válido es el canónico, luego casarse por lo civil es tanto como vivir en adulterio públicamente. ¿Considera prudente colocar a estar personas como referente en la Junta de una Cofradía, o como Presidentes de un Movimiento de apostolado laico, o en cual quier lugar visible donde se les identifica precisamente por su condición cristiana católica?[align=justify][/align]

    #18137
    Anónimo
    Inactivo

    Gracias por su comentario Miguel.

    Si le parece, no me entretengo en florituras y saludos para pasar al fondo del asunto.

    Para contextualizar lo que escribiré a continuación, me parece importante señalar que el cristianismo entraña una llamada a la excelencia personal, a un grado de delicadeza espiritual única que apela al fondo y a la forma de nuestros actos. No cabe por tanto llamarse cristiano -aunque seamos bautizados- y evidenciar con nuestro comportamiento o palabras la moralidad de un pez. Estar casado canónicamente, divorciado y vuelto a casar por lo civil no es materia irrelevante en moral católica.

    No quiero utilizar ésta líneas para arremeter contra quienes se encuentran en esta situación. No me toca. Además, de verdad creo que la gente, en general, es buena, y que cuando se dan esta situación -u otras parecidas – lo que busca en la mayoría de los casos no es plantarle cara a al derecho canónico o el catecismo católico, sino una forma mas fácil de integrar a Dios en sus vidas y en la realidad que les rodea o perciben. Dicho de otro modo, no quieren romper moldes sino hacer otros a su medida.

    Me parece de justicia reconocer que no todos los cristianos somos «cristianos 10». La propia debilidad, el ambiente superficial en el que se desenvuelven nuestras vidas, la escasa formación, la pobre espiritualidad, etc. son factores que contribuyen a ello -sólo Dios sabe qué responsabilidad tenemos cada cual en el grado de inconsecuencia que caracteriza nuestras vidas-. Pero, una cosa es ser «cristiano 10», otra ser inconsecuente, reconocerlo e intentar superarse o como mínimo procurar ser discreto, y otra bien distinta pretender que la norma moral católica se ajuste a los moldes que me convienen, pretendiendo, además, que eso no suponga una diferencia en los derechos individuales dentro de la Iglesia.

    Tiene razón al afirmar que tendríamos que prepararnos mejor para el matrimonio. También le digo que, una vez casados, precisamente por la presión del ambiente, muchos no hacemos todo lo posible por cuidar nuestro matrimonio, o sanarlo. Permítame añadir que en caso de ruptura, resulta llamativo comprobar que la primera consulta no sea al sacerdote que nos casó, al Centro de Orientación Familiar o al propio Tribunal Eclesiástico, sino al abogado. Es revelador que quienes afirman ser católicos y haber pasado por el trance doloroso de un divorcio, ni se planteen la nulidad matrimonial ¿Qué daño hace preguntar antes de lanzarse a la piscina del matrimonio civil? ¿No habíamos quedado en que la fe católica es importante para nosotros? ¿Importante como para apartarnos de ella a la primera que surge?

    Pongamos que ya he tocado todas la teclas, pongamos que mi matrimonio no tiene solución, que lo he consultado con el Tribunal y tampoco puede ser declarado nulo. Tal como yo lo veo tengo dos opciones: vivir como si fuera viudo o soltero y asumir la situación en la que me he colocado, o iniciar una nueva relación y casarme por lo civil. Un cristiano convencido no debería elegir la segunda opción.

    Si tuviéramos esto claro quizás, solo quizás, nos plantearíamos de otro modo las crisis matrimoniales. Yo suelo decir que la solución a un matrimonio en crisis no es el divorcio (hecha excepción de los casos con manifiesto maltrato, injusticia o engaño), sino resolver el conflicto y eliminar la causa del mismo. Se puede hacer.

    Usted sabe que para los cristianos el único matrimonio válido es el canónico, luego casarse por lo civil es tanto como vivir en adulterio públicamente. ¿Considera prudente colocar a estar personas como referente en la Junta de una Cofradía, o como Presidentes de un Movimiento de apostolado laico, o en cual quier lugar visible donde se les identifica precisamente por su condición cristiana católica?[align=justify][/align]

    #12085
    Anónimo
    Inactivo

    Estimados Hermanos.

    Creo que estamos tratando un tema como el del divorcio muy complejo.

    Hay que darse cuenta, que en la mayoría de los casos, cuando se toma la decisión de divorciarse, no es nada facil y se llega por una situación insostenible. No es facil sobre todo cuando hay hijos por medio y tambien ambas familias que ven como sus hijos dejan de estar juntos.

    También es cierto que el divorcio ha tomado un punto de vanalidad y de estupided, mucho de ello lo vemos en el famoseo, donde se casan y a los dos días se divorcián y en muchos casos, se les dá la nulidad del matrimonio más rapido que a otros.

    Pensar como dice Marta o por lo menos eso me ha parecido entender, divorciado «un fracaso personal». Yo no lo pienso asi, todo lo contrario como indicaba al comienzo del post, es una situación muy triste y dificil. Es un fracaso que una mujer se case con un hombre y este acabe pegandola todos los días. Y no le quede otro remedio que tomar este camino. Es un fracaso que un hombre se case con una mujer y esta lo engañe con otros hombres y al final no le quede otro remedio que divorciarse.

    Son muchos casos y situaciones por lo que se llega a ello. Muchas veces la vida de divrociado no es facil sobre todo cuando tienes hijos por medio y uno de los padres los usa como armas contra el otro.

    Sobre lo que dice Miguel, estoy totalmente en contra de que un Hermano/a mayor deba ser sustituido por el mero hecho de estar divorciado. Tendrá que sustituirlo la cofradía sino hace su trabajo correctamente.Yo tambien me pregunto porque no somos también exigentes con aquellos que no estando casados se meten por medio de otros matrimonios y tienen o tenian responsabilidades en cofradía. Tan malo será estar divorciado y ser hermano/a mayor, como estar soltero o por lo menos no casado ni unido civilmente a nadie y meterte en otros matrimonios, aunque una de las partes de ese matrimonio te inicete a ello y sin embargo se permite ocupar puestos de relevancia en organos cofrades.

    Creo que estamos hablando de divorcio a la ligera y antes de decir las cosas debemos de analizarlas bien. Porque muchas veces y en la mayoria de los casos. Estas decisones son dolorosas para toda la vida.

    Un fraternal abrazo.

    CARRACA

    #18138
    Anónimo
    Inactivo

    Estimados Hermanos.

    Creo que estamos tratando un tema como el del divorcio muy complejo.

    Hay que darse cuenta, que en la mayoría de los casos, cuando se toma la decisión de divorciarse, no es nada facil y se llega por una situación insostenible. No es facil sobre todo cuando hay hijos por medio y tambien ambas familias que ven como sus hijos dejan de estar juntos.

    También es cierto que el divorcio ha tomado un punto de vanalidad y de estupided, mucho de ello lo vemos en el famoseo, donde se casan y a los dos días se divorcián y en muchos casos, se les dá la nulidad del matrimonio más rapido que a otros.

    Pensar como dice Marta o por lo menos eso me ha parecido entender, divorciado «un fracaso personal». Yo no lo pienso asi, todo lo contrario como indicaba al comienzo del post, es una situación muy triste y dificil. Es un fracaso que una mujer se case con un hombre y este acabe pegandola todos los días. Y no le quede otro remedio que tomar este camino. Es un fracaso que un hombre se case con una mujer y esta lo engañe con otros hombres y al final no le quede otro remedio que divorciarse.

    Son muchos casos y situaciones por lo que se llega a ello. Muchas veces la vida de divrociado no es facil sobre todo cuando tienes hijos por medio y uno de los padres los usa como armas contra el otro.

    Sobre lo que dice Miguel, estoy totalmente en contra de que un Hermano/a mayor deba ser sustituido por el mero hecho de estar divorciado. Tendrá que sustituirlo la cofradía sino hace su trabajo correctamente.Yo tambien me pregunto porque no somos también exigentes con aquellos que no estando casados se meten por medio de otros matrimonios y tienen o tenian responsabilidades en cofradía. Tan malo será estar divorciado y ser hermano/a mayor, como estar soltero o por lo menos no casado ni unido civilmente a nadie y meterte en otros matrimonios, aunque una de las partes de ese matrimonio te inicete a ello y sin embargo se permite ocupar puestos de relevancia en organos cofrades.

    Creo que estamos hablando de divorcio a la ligera y antes de decir las cosas debemos de analizarlas bien. Porque muchas veces y en la mayoria de los casos. Estas decisones son dolorosas para toda la vida.

    Un fraternal abrazo.

    CARRACA

    #12086
    Anónimo
    Inactivo

    Hola a tod@s: Si leéis bien el contenido del hilo principal y sobre todo, la respuesta que Marta da a Miguel, no entra a juzgar esas situaciones pues solo a Dios le corresponde juzgar y valorar pues es el UNICO que tiene y sabe todos los detalles y nuestra exacta responsabilidad como bien detalla. Si que deja clara unas cosillas…..como por ejemplo, el tiempo que le dedicamos en reparar nuestro matrimonio o por lo menos intentarlo, y con la inmediatez que acudimos a un abogado para darlo por finalizado. Así como después, intentar justificarnos nosotros mismos haciéndonos un molde a la medida donde encajar perfectamente. Todo ello nada tiene que ver con ser ó no, buen cristiano. Más bien, con ser o no ser consecuente y convencido en nuestra condición de seguidores de Cristo.

    Tema aparte serán otros planteamientos y razonamientos más ó menos ajustados….. Volviendo al principio, no nos «toca» a nosotros juzgar. No nos debiéramos ni atrever a decir si es mejor o peor persona por ciertos episodios, pues Dios lo ha dejado bien claro en muchos puntos; Prefiere pecadores arrepentidos que a justos. Presta más atención al hijo pródigo que al buen hijo que siempre está al lado del padre…..

    Pero lo comentado por Marta, da plenamente en el centro de la diana.

    Un saludo. ROU

    #18139
    Anónimo
    Inactivo

    Hola a tod@s: Si leéis bien el contenido del hilo principal y sobre todo, la respuesta que Marta da a Miguel, no entra a juzgar esas situaciones pues solo a Dios le corresponde juzgar y valorar pues es el UNICO que tiene y sabe todos los detalles y nuestra exacta responsabilidad como bien detalla. Si que deja clara unas cosillas…..como por ejemplo, el tiempo que le dedicamos en reparar nuestro matrimonio o por lo menos intentarlo, y con la inmediatez que acudimos a un abogado para darlo por finalizado. Así como después, intentar justificarnos nosotros mismos haciéndonos un molde a la medida donde encajar perfectamente. Todo ello nada tiene que ver con ser ó no, buen cristiano. Más bien, con ser o no ser consecuente y convencido en nuestra condición de seguidores de Cristo.

    Tema aparte serán otros planteamientos y razonamientos más ó menos ajustados….. Volviendo al principio, no nos «toca» a nosotros juzgar. No nos debiéramos ni atrever a decir si es mejor o peor persona por ciertos episodios, pues Dios lo ha dejado bien claro en muchos puntos; Prefiere pecadores arrepentidos que a justos. Presta más atención al hijo pródigo que al buen hijo que siempre está al lado del padre…..

    Pero lo comentado por Marta, da plenamente en el centro de la diana.

    Un saludo. ROU

    #12087
    Anónimo
    Inactivo

    [align=justify]Gracias, ROU, por la contextualización tan acertada que hace de mis últimas palabras.

    A riesgo de parecer simplista e incluso radical, yo revindico que en el asunto que nos ocupa, como en todos los aspectos de la vida, LAS FORMAS CUENTAN.

    No debemos se esclavos de las formas – sobre todo si son usos obsoletos o vacíos de contenido – pero es importante cuidarlas por lo que expresan del fondo. Y esto no sucede sólo en materia de religión. ¿Qué me dicen de vestir una u otra marca? ¿Y de los protocolos oficiales? ¿Sirven para algo las normas de urbanismo tales cómo ceder el paso a una mujer o comer un filete sin usar los dedos? ¿Qué me dicen del aspecto físico con que nos presentamos en uno u otro evento? ¿Porqué las cofradías exigen un hábito impoluto y cuidado para participar en las procesiones en lugar consentir los pantalones vaqueros? ¿Por qué antes de sancionar a un hermano hay que cumplir una serie de requisitos y plazos? Les respondo: porque la forma también encierra parte de nuestra identidad, aporta información sustancial de quienes somos. Decir las formas cuentan es equivanlente a decir que el fin no justifica los medios. Dos expresiones que entrañan la misma moraleja.

    Claro que estar divorciado y vuelto a casar por lo civil (perdonen la reiteración pero considero importante distinguir) no te inhabilita como persona. Las cualidades que nos adornan no desaparecen con el divorcio -aunque quizá algunos se tornen desconfiados y amargos de carácter-, pero este argumento no es el que impide la permanencia en las Juntas de Gobierno Cofrade o en el cargo de Hermano Mayor. No se trata de lo que saben hacer o de si su honestidad está en entredicho. Se trata del mensaje que transmitimos.

    Los cofrades no son perfectos, de hecho, cualquier pecador puede ser cofrade si muestra arrepentimiento y hace penitencia. Pero seguro que ninguna cofradía quisiera tener en sus filas, por ejemplo, a un violador o pederasta cuya identidad es pública – subrayo el adjetivo pública- No, si no ha manifestado también públicamente arrepentimiento y ha reparado en lo posible el daño causado. Aún así tendríamos nuestras reservas, esta vez sí, fruto del prejuicio. Por si alguien lo está pensado, no estoy comparando el divorcio con la pederastia, sino la dimensión pública de incoherencias (pecados) graves.

    El problema de divorcio es que ya no nos parece siquiera mal. Tan acostumbrados estamos que casi lo consideramos un elemento decorativo (rubio o castaño, godito o atlético, divorciado o …).

    Quiero lanzar una pregunta ¿Somos igual de tolerantes con los sacerdotes y obispos cuando criticamos en ellos las formas en que hacen y dicen las cosas? Si llevan el clériman porque lo llevan, si no porque van de incógnito; si tienen bienes patrimoniales porque son ricos y la Iglesia ha de ser pobre; si se muestran exigentes porque «a este paso se quedan solos», si no porque todo vale, etc. Y todos estos ejemplos no son comparables al hecho de que, por poner un caso, estuvieran conviviendo con su novia en el piso que ocupan justo encima de la parroquia.

    No hay que expulsar a los divorciados de ningún sitio, pero sí hay que ayudarles: a considerar su situación, a hacer un discernimiento, a tomar las decisiones adecuadas según su fe cristiana, a reparar los malos ejemplos dados, a comprender mejor el sentido del matrimonio, a implicarse en el cambio social. Darles coba restando relevancia a su estado no es ayudar. Y, mientras permanezcan en la situación irregular referida, no deberían ocupar sitios tan visibles como el cargo de Hermano Mayor.

    YOTAMBIENSOY[/align]

    #18140
    Anónimo
    Inactivo

    [align=justify]Gracias, ROU, por la contextualización tan acertada que hace de mis últimas palabras.

    A riesgo de parecer simplista e incluso radical, yo revindico que en el asunto que nos ocupa, como en todos los aspectos de la vida, LAS FORMAS CUENTAN.

    No debemos se esclavos de las formas – sobre todo si son usos obsoletos o vacíos de contenido – pero es importante cuidarlas por lo que expresan del fondo. Y esto no sucede sólo en materia de religión. ¿Qué me dicen de vestir una u otra marca? ¿Y de los protocolos oficiales? ¿Sirven para algo las normas de urbanismo tales cómo ceder el paso a una mujer o comer un filete sin usar los dedos? ¿Qué me dicen del aspecto físico con que nos presentamos en uno u otro evento? ¿Porqué las cofradías exigen un hábito impoluto y cuidado para participar en las procesiones en lugar consentir los pantalones vaqueros? ¿Por qué antes de sancionar a un hermano hay que cumplir una serie de requisitos y plazos? Les respondo: porque la forma también encierra parte de nuestra identidad, aporta información sustancial de quienes somos. Decir las formas cuentan es equivanlente a decir que el fin no justifica los medios. Dos expresiones que entrañan la misma moraleja.

    Claro que estar divorciado y vuelto a casar por lo civil (perdonen la reiteración pero considero importante distinguir) no te inhabilita como persona. Las cualidades que nos adornan no desaparecen con el divorcio -aunque quizá algunos se tornen desconfiados y amargos de carácter-, pero este argumento no es el que impide la permanencia en las Juntas de Gobierno Cofrade o en el cargo de Hermano Mayor. No se trata de lo que saben hacer o de si su honestidad está en entredicho. Se trata del mensaje que transmitimos.

    Los cofrades no son perfectos, de hecho, cualquier pecador puede ser cofrade si muestra arrepentimiento y hace penitencia. Pero seguro que ninguna cofradía quisiera tener en sus filas, por ejemplo, a un violador o pederasta cuya identidad es pública – subrayo el adjetivo pública- No, si no ha manifestado también públicamente arrepentimiento y ha reparado en lo posible el daño causado. Aún así tendríamos nuestras reservas, esta vez sí, fruto del prejuicio. Por si alguien lo está pensado, no estoy comparando el divorcio con la pederastia, sino la dimensión pública de incoherencias (pecados) graves.

    El problema de divorcio es que ya no nos parece siquiera mal. Tan acostumbrados estamos que casi lo consideramos un elemento decorativo (rubio o castaño, godito o atlético, divorciado o …).

    Quiero lanzar una pregunta ¿Somos igual de tolerantes con los sacerdotes y obispos cuando criticamos en ellos las formas en que hacen y dicen las cosas? Si llevan el clériman porque lo llevan, si no porque van de incógnito; si tienen bienes patrimoniales porque son ricos y la Iglesia ha de ser pobre; si se muestran exigentes porque «a este paso se quedan solos», si no porque todo vale, etc. Y todos estos ejemplos no son comparables al hecho de que, por poner un caso, estuvieran conviviendo con su novia en el piso que ocupan justo encima de la parroquia.

    No hay que expulsar a los divorciados de ningún sitio, pero sí hay que ayudarles: a considerar su situación, a hacer un discernimiento, a tomar las decisiones adecuadas según su fe cristiana, a reparar los malos ejemplos dados, a comprender mejor el sentido del matrimonio, a implicarse en el cambio social. Darles coba restando relevancia a su estado no es ayudar. Y, mientras permanezcan en la situación irregular referida, no deberían ocupar sitios tan visibles como el cargo de Hermano Mayor.

    YOTAMBIENSOY[/align]

    #12088
    Anónimo
    Inactivo

    ¿ Quien tiene culpa? . El que ultraja o el ques ultrajado.

    #18141
    Anónimo
    Inactivo

    ¿ Quien tiene culpa? . El que ultraja o el ques ultrajado.

    #12089
    Anónimo
    Inactivo

    Hasta ahora no he hablado de culpas.

    No puedo entrar en casos concretos porque cada persona y las circunstancias que le rodean es un mundo. Este es el motivo por el que he intentado plantear el tema desde la perspectiva del objetivo, del «hacia donde debemos caminar», de lo correcto en términos de Derecho Canónico y de ejemplaridad.

    Suele decirse que, en una relación fallida, la culpa es de los dos a partes iguales. Yo no estoy de acuerdo en esta afirmación. Veo todos los días ejemplos que demuestran lo contrario. Pero sí es cierto que los dos comparten responsabilidad en distinto grado:

    – la responsabilidad de no haber hablado durante el noviazgo de ciertos temas fundamentales en el proyecto personal de vida;

    – la de iniciar un noviazgo prematuramente, alargarlo por años y luego caminar hacia el matrimonio “porque toca” o porque “lo cambios drásticos son malos” o porque “no quiero estar sólo ni volver a empezar”;

    – la de no acudir a los cursillos prematrimoniales, o hacerlo rezongando y sin implicarse en aprender lo que allí nos plantean, ni profundizar en los temas tratados aún sabiendo que lo necesitamos;

    – la de dejarse arrastrar por las circunstancias y el ir tirando mientras estamos casados;

    – la de no fijarnos en los modelos adecuados para comportarnos como Dios espera de nosotros (El mismo, María, José, otros santos casados, etc.);

    – la de no buscar ayuda en los lugares apropiados;

    – la de no fomentar un dialogo que busca la verdad, sin intentar imponer el propio criterio;

    – la de no habernos propuesto evitar hacer daño al otro;

    – la de acceder al matrimonio viviendo como una carga las notas que lo definen (fidelidad, para siempre, con la obligación de buscar siempre el bien del otro), en lugar de con ilusión por el reto que supone conformar una familia así, basada en el amor y el compromiso

    Podría seguir enumerando cosas que TODOS hacemos mal o descuidamos en una u otra medida. Por lo tanto, no se trata de culpar a nadie. Se trata de asumir nuestra situación, perdonar al otro y seguir adelante con dignidad. Se trata de hacer bien las cosas, según lo que cada cual entiende que Dios le pide, mirando más al corazón y menos al resto de los mortales que nos rodean mientras nos corean o critican.

    YOTAMBIENSOY

    #18142
    Anónimo
    Inactivo

    Hasta ahora no he hablado de culpas.

    No puedo entrar en casos concretos porque cada persona y las circunstancias que le rodean es un mundo. Este es el motivo por el que he intentado plantear el tema desde la perspectiva del objetivo, del «hacia donde debemos caminar», de lo correcto en términos de Derecho Canónico y de ejemplaridad.

    Suele decirse que, en una relación fallida, la culpa es de los dos a partes iguales. Yo no estoy de acuerdo en esta afirmación. Veo todos los días ejemplos que demuestran lo contrario. Pero sí es cierto que los dos comparten responsabilidad en distinto grado:

    – la responsabilidad de no haber hablado durante el noviazgo de ciertos temas fundamentales en el proyecto personal de vida;

    – la de iniciar un noviazgo prematuramente, alargarlo por años y luego caminar hacia el matrimonio “porque toca” o porque “lo cambios drásticos son malos” o porque “no quiero estar sólo ni volver a empezar”;

    – la de no acudir a los cursillos prematrimoniales, o hacerlo rezongando y sin implicarse en aprender lo que allí nos plantean, ni profundizar en los temas tratados aún sabiendo que lo necesitamos;

    – la de dejarse arrastrar por las circunstancias y el ir tirando mientras estamos casados;

    – la de no fijarnos en los modelos adecuados para comportarnos como Dios espera de nosotros (El mismo, María, José, otros santos casados, etc.);

    – la de no buscar ayuda en los lugares apropiados;

    – la de no fomentar un dialogo que busca la verdad, sin intentar imponer el propio criterio;

    – la de no habernos propuesto evitar hacer daño al otro;

    – la de acceder al matrimonio viviendo como una carga las notas que lo definen (fidelidad, para siempre, con la obligación de buscar siempre el bien del otro), en lugar de con ilusión por el reto que supone conformar una familia así, basada en el amor y el compromiso

    Podría seguir enumerando cosas que TODOS hacemos mal o descuidamos en una u otra medida. Por lo tanto, no se trata de culpar a nadie. Se trata de asumir nuestra situación, perdonar al otro y seguir adelante con dignidad. Se trata de hacer bien las cosas, según lo que cada cual entiende que Dios le pide, mirando más al corazón y menos al resto de los mortales que nos rodean mientras nos corean o critican.

    YOTAMBIENSOY

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