Inicio › Foros › Formación cofrade › Evangelio Dominical y Festividades › Evangelio del domingo 12/05/2013
- Este debate está vacío.
-
AutorEntradas
-
7 mayo, 2013 a las 14:57 #8300
Anónimo
InactivoSéptimo Domingo de Pascua. Festividad de la Ascensión del Señor a los Cielos.Mientras los bendecía, iba subiendo al cielo.Lectura del santo evangelio según San Lucas 24, 46-53En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.
Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la
ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.»
Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo.
Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.
Palabra de Señor.9 mayo, 2013 a las 17:01 #12689Anónimo
Inactivo[align=justify]Os dejo los comentarios al Evangelio del domingo.UN LUGAR EN DIOSQué sentido puede tener la «Ascensión» de Jesús al cielo en una época en que ninguna persona lúcida se imagina ya a Dios como un ser que vive en un lugar celeste, por encima de las nubes?
Pero, sobre todo, ¿qué puede significar para nosotros un Salvador que ha desaparecido lejos de nosotros, cuando lo que importa de verdad es la solución de los problemas de nuestro mundo cada vez más graves y amenazadores?
Y, sin embargo, en este tiempo en que la progresiva explotación del mundo no parece ofrecernos toda la felicidad deseada y cuando se perfila incluso la posibilidad de un final catastrófico de la historia y no su consumación feliz, necesitamos escuchar más que nunca el mensaje que se encierra en la Ascensión del Señor.
Creer en la Ascensión de Jesús es creer que la humanidad de Cristo de la que todos participamos, ha entrado en la vida íntima de Dios de un modo nuevo y definitivo.
Jesús se ha ocultado en Dios pero no para ausentarse de nosotros sino para vivir desde ese Dios una cercanía nueva e insuperable, e impulsar la vida de los hombres hacia su destino último.
Esto significa que el ser humano ha encontrado en Dios un lugar para siempre. «El cielo no es un lugar que está por encima de las estrellas, es algo mucho más importante: es el lugar que cualquier persona tiene junto a Dios».
Jesús mismo es eso que nosotros llamamos cielo, pues el cielo, en realidad, no es ningún lugar sino una persona, la persona de Jesucristo en quien Dios y la humanidad se encuentran inseparablemente unidos para siempre.
Esto quiere decir que nos dirigimos al cielo, entramos en el cielo, en la medida en que dirigimos nuestra vida hacia Jesús y vamos adentrándonos en él.
Dios tiene para los hombres un espacio de felicidad definitiva que Cristo nos ha abierto para siempre. Una patria última de reconciliación y paz para la humanidad.
Esto que será escuchado por muchos con sonrisa escéptica es, para el creyente, la realidad que sustenta al mundo y da sentido a la apasionante historia de la humanidad.
Y cuando se desvanece esta esperanza última, el mundo no se enriquece sino que se vacía de sentido y queda privado de su verdadero horizonte.
Los creyentes somos seres extraños en un mundo racionalizado, cerrado sólo a sus propias posibilidades, optimista unas veces y triste y desesperanzado otras, según los ciclos tan cambiantes de los éxitos y fracasos de la humanidad.
Pero somos seres gozosamente extraños que llevamos en nosotros una fe que nos ofrece razones para vivir y esperanza para morir.
LA BENDICION DE JESUSSon los últimos momentos de Jesús con los suyos. Enseguida los dejará para entrar definitivamente en el misterio del Padre. Ya no los podrá acompañar por los caminos del mundo como lo ha hecho en Galilea. Su presencia no podrá ser sustituida por nadie.
Jesús solo piensa en que llegue a todos los pueblos el anuncio del perdón y la misericordia de Dios. Que todos escuchen su llamada a la conversión. Nadie ha de sentirse perdido. Nadie ha de vivir sin esperanza. Todos han de saber que Dios comprende y ama a sus hijos e hijas sin fin. ¿Quién podrá anunciar esta Buena Noticia?
Según el relato de Lucas, Jesús no piensa en sacerdotes ni obispos. Tampoco en doctores o teólogos. Quiere dejar en la tierra “testigos”. Esto es lo primero: “vosotros sois testigos de estas cosas”. Serán los testigos de Jesús los que comunicarán su experiencia de un Dios bueno y contagiarán su estilo de vida trabajando por un mundo más humano.
Pero Jesús conoce bien a sus discípulos. Son débiles y cobardes. ¿Dónde encontrarán la audacia para ser testigos de
alguien que ha sido crucificado por el representante del Imperio y los dirigentes del Templo? Jesús los tranquiliza: “Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido”. No les va a faltar la “fuerza de lo alto”. El Espíritu de Dios los defenderá.
Para expresar gráficamente el deseo de Jesús, el evangelista Lucas describe su partida de este mundo de manera
sorprendente: Jesús vuelve al Padre levantando sus manos y bendiciendo a sus discípulos. Es su último gesto. Jesús entra en el misterio insondable de Dios y sobre el mundo desciende su bendición.
A los cristianos se nos ha olvidado que somos portadores de la bendición de Jesús. Nuestra primera tarea es ser testigos de la Bondad de Dios. Mantener viva la esperanza. No rendirnos ante el mal. Este mundo que parece un “infierno maldito” no está perdido. Dios lo mira con ternura y compasión.
También hoy es posible buscar el bien, hacer el bien, difundir el bien. Es posible trabajar por un mundo más humano y un estilo de vida más sano. Podemos ser más solidarios y menos egoístas. Más austeros y menos esclavos del dinero. La misma crisis económica nos puede empujar a buscar una sociedad menos corrupta.
En la Iglesia de Jesús hemos olvidado que lo primero es promover una “pastoral de la bondad”. Nos hemos de sentir
testigos y profetas de ese Jesús que pasó su vida sembrando gestos y palabras de bondad. Así despertó en las gentes de Galilea la esperanza en un Dios Salvador. Jesús es una bendición y la gente lo tiene que conocer.
Anima a seguir a Jesús. Pásalo.
También el de Kamiano
En la fiesta de la Ascensión del Señor, Patxi V. Fano nos invita a revestirnos con un traje nuevo (una camiseta nueva) elaborada por el Padre, con las confecciones del Hijo y el envío del Espíritu Santo.
La Ascensión nos invita nuevamente a amar. No es fiesta de nostalgia sino de compromiso. El Resucitado está junto al Padre y por la acción del Espíritu va a remover nuestros corazones, nuestros compromisos, nuestras vestiduras viejas. Ascensión es novedad, subida, alegría, transformación.
Que el Señor Jesús, en esta fiesta, nos anime a portar la “camiseta” del Amor. Con singular dedicación y entrega la portó San Damián de Molokai, cuya fiesta celebramos este 10 de mayo.
Fraternalmente.-
[/align] 9 mayo, 2013 a las 17:01 #18742Anónimo
Inactivo[align=justify]Os dejo los comentarios al Evangelio del domingo.UN LUGAR EN DIOSQué sentido puede tener la «Ascensión» de Jesús al cielo en una época en que ninguna persona lúcida se imagina ya a Dios como un ser que vive en un lugar celeste, por encima de las nubes?
Pero, sobre todo, ¿qué puede significar para nosotros un Salvador que ha desaparecido lejos de nosotros, cuando lo que importa de verdad es la solución de los problemas de nuestro mundo cada vez más graves y amenazadores?
Y, sin embargo, en este tiempo en que la progresiva explotación del mundo no parece ofrecernos toda la felicidad deseada y cuando se perfila incluso la posibilidad de un final catastrófico de la historia y no su consumación feliz, necesitamos escuchar más que nunca el mensaje que se encierra en la Ascensión del Señor.
Creer en la Ascensión de Jesús es creer que la humanidad de Cristo de la que todos participamos, ha entrado en la vida íntima de Dios de un modo nuevo y definitivo.
Jesús se ha ocultado en Dios pero no para ausentarse de nosotros sino para vivir desde ese Dios una cercanía nueva e insuperable, e impulsar la vida de los hombres hacia su destino último.
Esto significa que el ser humano ha encontrado en Dios un lugar para siempre. «El cielo no es un lugar que está por encima de las estrellas, es algo mucho más importante: es el lugar que cualquier persona tiene junto a Dios».
Jesús mismo es eso que nosotros llamamos cielo, pues el cielo, en realidad, no es ningún lugar sino una persona, la persona de Jesucristo en quien Dios y la humanidad se encuentran inseparablemente unidos para siempre.
Esto quiere decir que nos dirigimos al cielo, entramos en el cielo, en la medida en que dirigimos nuestra vida hacia Jesús y vamos adentrándonos en él.
Dios tiene para los hombres un espacio de felicidad definitiva que Cristo nos ha abierto para siempre. Una patria última de reconciliación y paz para la humanidad.
Esto que será escuchado por muchos con sonrisa escéptica es, para el creyente, la realidad que sustenta al mundo y da sentido a la apasionante historia de la humanidad.
Y cuando se desvanece esta esperanza última, el mundo no se enriquece sino que se vacía de sentido y queda privado de su verdadero horizonte.
Los creyentes somos seres extraños en un mundo racionalizado, cerrado sólo a sus propias posibilidades, optimista unas veces y triste y desesperanzado otras, según los ciclos tan cambiantes de los éxitos y fracasos de la humanidad.
Pero somos seres gozosamente extraños que llevamos en nosotros una fe que nos ofrece razones para vivir y esperanza para morir.
LA BENDICION DE JESUSSon los últimos momentos de Jesús con los suyos. Enseguida los dejará para entrar definitivamente en el misterio del Padre. Ya no los podrá acompañar por los caminos del mundo como lo ha hecho en Galilea. Su presencia no podrá ser sustituida por nadie.
Jesús solo piensa en que llegue a todos los pueblos el anuncio del perdón y la misericordia de Dios. Que todos escuchen su llamada a la conversión. Nadie ha de sentirse perdido. Nadie ha de vivir sin esperanza. Todos han de saber que Dios comprende y ama a sus hijos e hijas sin fin. ¿Quién podrá anunciar esta Buena Noticia?
Según el relato de Lucas, Jesús no piensa en sacerdotes ni obispos. Tampoco en doctores o teólogos. Quiere dejar en la tierra “testigos”. Esto es lo primero: “vosotros sois testigos de estas cosas”. Serán los testigos de Jesús los que comunicarán su experiencia de un Dios bueno y contagiarán su estilo de vida trabajando por un mundo más humano.
Pero Jesús conoce bien a sus discípulos. Son débiles y cobardes. ¿Dónde encontrarán la audacia para ser testigos de
alguien que ha sido crucificado por el representante del Imperio y los dirigentes del Templo? Jesús los tranquiliza: “Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido”. No les va a faltar la “fuerza de lo alto”. El Espíritu de Dios los defenderá.
Para expresar gráficamente el deseo de Jesús, el evangelista Lucas describe su partida de este mundo de manera
sorprendente: Jesús vuelve al Padre levantando sus manos y bendiciendo a sus discípulos. Es su último gesto. Jesús entra en el misterio insondable de Dios y sobre el mundo desciende su bendición.
A los cristianos se nos ha olvidado que somos portadores de la bendición de Jesús. Nuestra primera tarea es ser testigos de la Bondad de Dios. Mantener viva la esperanza. No rendirnos ante el mal. Este mundo que parece un “infierno maldito” no está perdido. Dios lo mira con ternura y compasión.
También hoy es posible buscar el bien, hacer el bien, difundir el bien. Es posible trabajar por un mundo más humano y un estilo de vida más sano. Podemos ser más solidarios y menos egoístas. Más austeros y menos esclavos del dinero. La misma crisis económica nos puede empujar a buscar una sociedad menos corrupta.
En la Iglesia de Jesús hemos olvidado que lo primero es promover una “pastoral de la bondad”. Nos hemos de sentir
testigos y profetas de ese Jesús que pasó su vida sembrando gestos y palabras de bondad. Así despertó en las gentes de Galilea la esperanza en un Dios Salvador. Jesús es una bendición y la gente lo tiene que conocer.
Anima a seguir a Jesús. Pásalo.
También el de Kamiano
En la fiesta de la Ascensión del Señor, Patxi V. Fano nos invita a revestirnos con un traje nuevo (una camiseta nueva) elaborada por el Padre, con las confecciones del Hijo y el envío del Espíritu Santo.
La Ascensión nos invita nuevamente a amar. No es fiesta de nostalgia sino de compromiso. El Resucitado está junto al Padre y por la acción del Espíritu va a remover nuestros corazones, nuestros compromisos, nuestras vestiduras viejas. Ascensión es novedad, subida, alegría, transformación.
Que el Señor Jesús, en esta fiesta, nos anime a portar la “camiseta” del Amor. Con singular dedicación y entrega la portó San Damián de Molokai, cuya fiesta celebramos este 10 de mayo.
Fraternalmente.-
[/align] -
AutorEntradas
- Debes estar registrado para responder a este debate.
