Inicio Foros Formación cofrade Evangelio Dominical y Festividades Evangelio del domingo 13/05/2018 Festividad de la Ascensión

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  • #10526
    Anónimo
    Inactivo

    Fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios.

    Conclusión del santo evangelio según San Marcos

    En aquel tiempo, se apareció Jesús a los once y les dijo:

    «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.

    El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado.

    A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos».

    Después de hablarles, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios.

    Ellos se fueron a predicar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

    Palabra del Señor.

    #12940
    Anónimo
    Inactivo

    Os dejo los comentarios al Evangelio.

    ENTREGAR LA VIDA

    [align=justify]Hay muchas formas de vivir y también de morir. La muerte parece igual para todos pero no es así. Cada persona la vive a su manera. Cada uno se adentra en su misterio desde una actitud propia y personal. No es lo mismo morir entregando confiadamente la vida que morir rebelándose ante lo inevitable.

    Para quien se agarra a esta vida como un bien definitivo, la muerte es la máxima desgracia, el enemigo supremo que nos ataca desde fuera y nos arrebata lo más precioso que tenemos: ese aliento misterioso que nos hace existir. Pero, ¿es posible acercarse a la muerte desde otra actitud?

    Para un creyente, la vida es un regalo. El gran regalo que recibimos gratuitamente del Creador. No es una posesión. No es algo que hemos fabricado nosotros. Yo no hago nada para que la sangre corra por mis venas. No trabajo para hacer latir a mi corazón. Vivo sostenido misteriosamente por Dios.

    Quien vive desde esa actitud, sin sentirse dueño y señor exclusivo de su existencia, puede morir entregando confiadamente su vida al Creador. No es fácil. La muerte no pierde nunca su trágica seriedad. Pero morir se convierte en un acto de fe, el acto de fe más grande que podemos hacer los humanos: poner nuestra existencia definitiva en manos de Aquel que es la fuente misteriosa de nuestro ser.

    No es lo mismo morir «que entregar la vida». Para quien entrega la vida, la muerte no es algo que le sobreviene fatalmente desde fuera, sino el abandono confiado en Dios. Este «entregar la vida» no es necesariamente un acto puntual que se ha de hacer en el momento final. Es una orientación de toda la vida. La entrega final se prepara de muchas maneras y no es sino la culminación de todo un estilo de vivir.

    La muerte se anticipa en muchas pequeñas muertes. La entrega se anticipa en muchas pequeñas entregas. Es la renuncia al afán de preservar la vida en este mundo la que nos conduce a disfrutar para siempre de la vida eterna. A Jesús nadie le arrebató la vida, la entregó él confiadamente al Padre. Por eso, Dios lo resucitó.

    Éste es el núcleo de la fiesta cristiana de la Ascensión.[/align]
    [align=right]José Antonio Pagola[/align]

    NUEVO COMIENZO

    [align=justify]Los evangelistas describen con diferentes lenguajes la misión que Jesús confía a sus seguidores. Según Mateo, han de «hacer discípulos» que aprendan a vivir como él les ha enseñado. Según Lucas, han de ser «testigos» de lo que han vivido junto él. Marcos lo resume todo diciendo que han de «proclamar el Evangelio a toda la creación».

    Quienes se acercan hoy a una comunidad cristiana no se encuentran directamente con el Evangelio. Lo que perciben es el funcionamiento de una religión envejecida, con graves signos de crisis. No pueden identificar con claridad en el interior de esa religión la Buena Noticia proveniente del impacto provocado por Jesús hace veinte siglos.

    Por otra parte, muchos cristianos no conocen directamente el Evangelio. Todo lo que saben de Jesús y su mensaje es lo que pueden reconstruir de manera parcial y fragmentaria escuchando a catequistas y predicadores. Viven su religión privados del contacto personal con el Evangelio.

    ¿Cómo podrán proclamarlo si no lo conocen en sus propias comunidades? El Concilio Vaticano II ha recordado algo demasiado olvidado en estos momentos: «El Evangelio es, en todos los tiempos, el principio de toda su vida para la Iglesia». Ha llegado el momento de entender y configurar la comunidad cristiana como un lugar donde lo primero es acoger el Evangelio de Jesús.

    Nada puede regenerar el tejido en crisis de nuestras comunidades como la fuerza del Evangelio. Solo la experiencia directa e inmediata del Evangelio puede revitalizar a la Iglesia. Dentro de unos años, cuando la crisis nos obligue a centrarnos solo en lo esencial, veremos con claridad que nada es más importante hoy para los cristianos que reunirnos a leer, escuchar y compartir juntos los relatos evangélicos.

    Lo primero es creer en la fuerza regeneradora del Evangelio. Los relatos evangélicos enseñan a vivir la fe, no por obligación sino por atracción. Hacen vivir la vida cristiana, no como deber sino como irradiación y contagio. Es posible introducir ya en las parroquias una dinámica nueva. Reunidos en pequeños grupos, en contacto con el Evangelio, iremos recuperando nuestra verdadera identidad de seguidores de Jesús.

    Hemos de volver al Evangelio como nuevo comienzo. Ya no sirve cualquier programa o estrategia pastoral. Dentro de unos años, escuchar juntos el Evangelio de Jesús no será una actividad más entre otras, sino la matriz desde la que comenzará la regeneración de la fe cristiana en las pequeñas comunidades dispersas en medio de una sociedad secularizada.Tiene razón el papa Francisco cuando nos dice que el principio y motor de la renovación de la Iglesia en estos tiempos hemos de encontrarlo en «volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio».[/align]
    [align=right]José Antonio Pagola[/align]

    También el de Kamiano.

    COMPARTIENDO EL EVANGELIO

    [align=justify]El Señor se va y se queda. No, no es el juego del escondite. Es una manera de decirnos que es “nuestro tiempo”: el tiempo de actuar, de comprometernos, de vivir lo que significa la alegría de la Resurrección… Y anunciarlo incansablemente. Él se queda en su Iglesia peregrina, que anuncia compartiendo el gran don de su Señor.

    El Señor se va, pero permanece en nuestro corazón, para transformar nuestra mente y activar nuestras manos en la entrega diaria hasta el final.

    El Señor se va, pero lo tenemos tan cerca que en cualquier bombeo del corazón lo podemos sentir latir, especialmente en los pequeños, los que no cuentan, los pobres…

    El Señor se va, pero nosotros nos quedamos con Él. No hay forma que abandone el cuerpo el que es su cabeza, su motor, su Vida.

    El Señor se va, pero aquí está la Iglesia servidora de los pobres para hacerlo presente.

    El Señor se va. Es nuestro turno. No lo olvidemos.

    Mi gratitud a nuestro querido Fano por hacernos sentir a todos los que trabajamos en los Medios de Comunicación que estamos unidos en este proyecto de anuncio del Evangelio. Esta semana que celebraremos el centenario de 21 es un gran regalo sentirnos parte de este precioso proyecto del Reino junto a los medios hermanos. ¡Gracias![/align]
    [align=right]Dibujo: Patxi Velasco Fano

    Texto: Fernando Cordero ss.cc[/align]

    Fraternalmente.-

    #18993
    Anónimo
    Inactivo

    Os dejo los comentarios al Evangelio.

    ENTREGAR LA VIDA

    [align=justify]Hay muchas formas de vivir y también de morir. La muerte parece igual para todos pero no es así. Cada persona la vive a su manera. Cada uno se adentra en su misterio desde una actitud propia y personal. No es lo mismo morir entregando confiadamente la vida que morir rebelándose ante lo inevitable.

    Para quien se agarra a esta vida como un bien definitivo, la muerte es la máxima desgracia, el enemigo supremo que nos ataca desde fuera y nos arrebata lo más precioso que tenemos: ese aliento misterioso que nos hace existir. Pero, ¿es posible acercarse a la muerte desde otra actitud?

    Para un creyente, la vida es un regalo. El gran regalo que recibimos gratuitamente del Creador. No es una posesión. No es algo que hemos fabricado nosotros. Yo no hago nada para que la sangre corra por mis venas. No trabajo para hacer latir a mi corazón. Vivo sostenido misteriosamente por Dios.

    Quien vive desde esa actitud, sin sentirse dueño y señor exclusivo de su existencia, puede morir entregando confiadamente su vida al Creador. No es fácil. La muerte no pierde nunca su trágica seriedad. Pero morir se convierte en un acto de fe, el acto de fe más grande que podemos hacer los humanos: poner nuestra existencia definitiva en manos de Aquel que es la fuente misteriosa de nuestro ser.

    No es lo mismo morir «que entregar la vida». Para quien entrega la vida, la muerte no es algo que le sobreviene fatalmente desde fuera, sino el abandono confiado en Dios. Este «entregar la vida» no es necesariamente un acto puntual que se ha de hacer en el momento final. Es una orientación de toda la vida. La entrega final se prepara de muchas maneras y no es sino la culminación de todo un estilo de vivir.

    La muerte se anticipa en muchas pequeñas muertes. La entrega se anticipa en muchas pequeñas entregas. Es la renuncia al afán de preservar la vida en este mundo la que nos conduce a disfrutar para siempre de la vida eterna. A Jesús nadie le arrebató la vida, la entregó él confiadamente al Padre. Por eso, Dios lo resucitó.

    Éste es el núcleo de la fiesta cristiana de la Ascensión.[/align]
    [align=right]José Antonio Pagola[/align]

    NUEVO COMIENZO

    [align=justify]Los evangelistas describen con diferentes lenguajes la misión que Jesús confía a sus seguidores. Según Mateo, han de «hacer discípulos» que aprendan a vivir como él les ha enseñado. Según Lucas, han de ser «testigos» de lo que han vivido junto él. Marcos lo resume todo diciendo que han de «proclamar el Evangelio a toda la creación».

    Quienes se acercan hoy a una comunidad cristiana no se encuentran directamente con el Evangelio. Lo que perciben es el funcionamiento de una religión envejecida, con graves signos de crisis. No pueden identificar con claridad en el interior de esa religión la Buena Noticia proveniente del impacto provocado por Jesús hace veinte siglos.

    Por otra parte, muchos cristianos no conocen directamente el Evangelio. Todo lo que saben de Jesús y su mensaje es lo que pueden reconstruir de manera parcial y fragmentaria escuchando a catequistas y predicadores. Viven su religión privados del contacto personal con el Evangelio.

    ¿Cómo podrán proclamarlo si no lo conocen en sus propias comunidades? El Concilio Vaticano II ha recordado algo demasiado olvidado en estos momentos: «El Evangelio es, en todos los tiempos, el principio de toda su vida para la Iglesia». Ha llegado el momento de entender y configurar la comunidad cristiana como un lugar donde lo primero es acoger el Evangelio de Jesús.

    Nada puede regenerar el tejido en crisis de nuestras comunidades como la fuerza del Evangelio. Solo la experiencia directa e inmediata del Evangelio puede revitalizar a la Iglesia. Dentro de unos años, cuando la crisis nos obligue a centrarnos solo en lo esencial, veremos con claridad que nada es más importante hoy para los cristianos que reunirnos a leer, escuchar y compartir juntos los relatos evangélicos.

    Lo primero es creer en la fuerza regeneradora del Evangelio. Los relatos evangélicos enseñan a vivir la fe, no por obligación sino por atracción. Hacen vivir la vida cristiana, no como deber sino como irradiación y contagio. Es posible introducir ya en las parroquias una dinámica nueva. Reunidos en pequeños grupos, en contacto con el Evangelio, iremos recuperando nuestra verdadera identidad de seguidores de Jesús.

    Hemos de volver al Evangelio como nuevo comienzo. Ya no sirve cualquier programa o estrategia pastoral. Dentro de unos años, escuchar juntos el Evangelio de Jesús no será una actividad más entre otras, sino la matriz desde la que comenzará la regeneración de la fe cristiana en las pequeñas comunidades dispersas en medio de una sociedad secularizada.Tiene razón el papa Francisco cuando nos dice que el principio y motor de la renovación de la Iglesia en estos tiempos hemos de encontrarlo en «volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio».[/align]
    [align=right]José Antonio Pagola[/align]

    También el de Kamiano.

    COMPARTIENDO EL EVANGELIO

    [align=justify]El Señor se va y se queda. No, no es el juego del escondite. Es una manera de decirnos que es “nuestro tiempo”: el tiempo de actuar, de comprometernos, de vivir lo que significa la alegría de la Resurrección… Y anunciarlo incansablemente. Él se queda en su Iglesia peregrina, que anuncia compartiendo el gran don de su Señor.

    El Señor se va, pero permanece en nuestro corazón, para transformar nuestra mente y activar nuestras manos en la entrega diaria hasta el final.

    El Señor se va, pero lo tenemos tan cerca que en cualquier bombeo del corazón lo podemos sentir latir, especialmente en los pequeños, los que no cuentan, los pobres…

    El Señor se va, pero nosotros nos quedamos con Él. No hay forma que abandone el cuerpo el que es su cabeza, su motor, su Vida.

    El Señor se va, pero aquí está la Iglesia servidora de los pobres para hacerlo presente.

    El Señor se va. Es nuestro turno. No lo olvidemos.

    Mi gratitud a nuestro querido Fano por hacernos sentir a todos los que trabajamos en los Medios de Comunicación que estamos unidos en este proyecto de anuncio del Evangelio. Esta semana que celebraremos el centenario de 21 es un gran regalo sentirnos parte de este precioso proyecto del Reino junto a los medios hermanos. ¡Gracias![/align]
    [align=right]Dibujo: Patxi Velasco Fano

    Texto: Fernando Cordero ss.cc[/align]

    Fraternalmente.-

Viendo 3 entradas - de la 1 a la 3 (de un total de 3)
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