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17 diciembre, 2012 a las 12:12 #8050
Anónimo
Inactivo4º Domingo de Adviento.¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?Lectura del santo evangelio según San Lucas 1, 39-45En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito.
– «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá. »
Palabra del Señor.19 diciembre, 2012 a las 16:41 #12293Anónimo
Inactivo[align=justify]Os dejo los comentarios:DICHOSO EL QUE CREEEl pensador francés Blaise Pascal se atrevió a decir que «nadie es tan feliz como un cristiano auténtico».
Pero, ¿quién lo puede creer hoy? La inmensa mayoría piensa más bien que la fe poco tiene que ver con la felicidad. En todo caso habría que relacionarla con una salvación futura y eterna que queda muy lejos, pero no con esa felicidad concreta que ahora mismo nos interesa.
Más aún. Son bastantes los que piensan que la religión es un estorbo para vivir la vida de manera intensa, pues empequeñece a la persona y mata el gozo de vivir. Además, ¿por qué iba a preocuparse un creyente de ser feliz? Vivir como cristiano, ¿no es fastidiarse siempre más que los demás? ¿No es seguir un camino de renuncia y abnegación? ¿No es, en definitiva, renunciar a la felicidad?
Lo cierto es que los cristianos no parecen mostrar con su manera de vivir que la fe encierre una fuerza decisiva para enfrentarse a la vida con dicha y plenitud interior. Muchos nos ven más bien como Friedrich Nietszche, que veía a los creyentes como «personas más encadenadas que liberadas por Dios».
¿Qué ha sucedido? ¿Por qué se habla tan poco de felicidad en las iglesias? ¿Por qué muchos cristianos no descubren a Dios como el mejor amigo de su vida?
Como ocurre tantas veces, parece que también en el movimiento de Jesús se ha perdido la experiencia original que al comienzo lo vivificaba todo. Al enfriarse aquella primera experiencia y al acumularse luego otros códigos y esquemas religiosos, a veces bastante extraños al Evangelio, la alegría cristiana se ha ido apagando.
¿Cuántos sospechan hoy que lo primero que uno escucha cuando se acerca a Jesús es una llamada a ser feliz y a hacer un mundo más dichoso? ¿Cuántos pueden pensar que lo que Jesús ofrece es un camino por el que podemos descubrir una alegría diferente que puede cambiar de raíz nuestra vida?
¿Cuántos creen que Dios busca solo y exclusivamente nuestro bien, que no es un ser celoso que sufre al vernos disfrutar, sino alguien que nos quiere desde ahora dichosos y felices?
Estoy convencido de que una persona está a punto de tomar en serio a Jesús cuando intuye que en él puede encontrar lo que todavía le falta para conocer una alegría más plena y verdadera. El saludo a María: «Dichosa tú, que has creído», puede extenderse de alguna manera a todo creyente.
A pesar de las incoherencias y la infidelidad de nuestras vidas mediocres, dichoso también hoy el que cree desde el fondo de su corazón.
MUJERES CREYENTESDespués de recibir la llamada de Dios, anunciándole que será madre del Mesías, María se pone en camino sola. Empieza para ella una vida nueva, al servicio de su Hijo Jesús. Marcha «aprisa», con decisión. Siente necesidad de compartir sualegría con su prima Isabel y de ponerse cuanto antes a su servicio en los últimos meses de embarazo.
El encuentro de las dos madres es una escena insólita. No están presentes los varones. Solo dos mujeres sencillas, sin ningún título ni relevancia en la religión judía. María, que lleva consigo a todas partes a Jesús, e Isabel que, llena del espíritu profético, se atreve a bendecir a su prima sin ser sacerdote.
María entra en casa de Zacarías, pero no se dirige a él. Va directamente a saludar a Isabel. Nada sabemos del contenido de su saludo. Solo que aquel saludo llena la casa de una alegría desbordante. Es la alegría que vive María desde que escuchó el saludo del Ángel: «Alégrate, llena de gracia».
Isabel no puede contener su sorpresa y su alegría. En cuanto oye el saludo de María, siente los movimientos de la criatura que lleva en su seno y los interpreta maternalmente como «saltos de alegría». Enseguida, bendice a María «a voz en grito»diciendo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre».
En ningún momento llama a María por su nombre. La contempla totalmente identificada con su misión: es la madre de su Señor. La ve como una mujer creyente en la que se irán cumpliendo los designios de Dios: «Dichosa porque has creído».
Lo que más le sorprende es la actuación de María. No ha venido a mostrar su dignidad de madre del Mesías. No está allí para ser servida sino para servir. Isabel no sale de su asombro. «¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?».
Son bastantes las mujeres que no viven con paz en el interior de la Iglesia. En algunas crece el desafecto y el malestar.
Sufren al ver que, a pesar de ser las primeras colaboradoras en muchos campos, apenas se cuenta con ellas para pensar, decidir e impulsar la marcha de la Iglesia. Esta situación nos está haciendo daño a todos.
El peso de una historia multisecular, controlada y dominada por el varón, nos impide tomar conciencia del
empobrecimiento que significa para la Iglesia prescindir de una presencia más eficaz de la mujer. Nosotros no las
escuchamos, pero Dios puede suscitar mujeres creyentes, llenas de espíritu profético, que nos contagien alegría y den a la Iglesia un rostro más humano. Serán una bendición. Nos enseñarán a seguir a Jesús con más pasión y fidelidad
Contribuye a la conversión de la Iglesia. Pásalo.
También el de Kamiano
El Espíritu nos lleva a servir con amor, como María. Carros de corazones que se esparcen por el camino y encuentran su concreción en la prima Isabel. Dos mujeres embarazadas que comparten el proyecto de vivir para Dios.
María partió. No se lo pensó. Siempre es tiempo para servir. Y hacerlo con esa decisión, alegría, entrega es, sin duda, motivo para que nosotros también nos fijemos en ella y en cómo ella hace tanto bien y de manera tan callada.
El Espíritu transporta a María. Si nos dejáramos conducir por el Espíritu, otro gallo cantaría –además del de la Misa del Gallo-.
Amigos, el próximo sábado, 22 de diciembre, recibirá las aguas bautismales una niña preciosa, Ángela, hija de Patxi y de Susana. Nos unimos a sus padres, a sus hermanos, Judit y Javi, y a toda su familia. Ángela nos acerca al misterio de la Navidad que pronto celebraremos con gozo.
Feliz semana, felices días de vivir en esperanza.
Fraternalmente.-
[/align] 19 diciembre, 2012 a las 16:41 #18346Anónimo
Inactivo[align=justify]Os dejo los comentarios:DICHOSO EL QUE CREEEl pensador francés Blaise Pascal se atrevió a decir que «nadie es tan feliz como un cristiano auténtico».
Pero, ¿quién lo puede creer hoy? La inmensa mayoría piensa más bien que la fe poco tiene que ver con la felicidad. En todo caso habría que relacionarla con una salvación futura y eterna que queda muy lejos, pero no con esa felicidad concreta que ahora mismo nos interesa.
Más aún. Son bastantes los que piensan que la religión es un estorbo para vivir la vida de manera intensa, pues empequeñece a la persona y mata el gozo de vivir. Además, ¿por qué iba a preocuparse un creyente de ser feliz? Vivir como cristiano, ¿no es fastidiarse siempre más que los demás? ¿No es seguir un camino de renuncia y abnegación? ¿No es, en definitiva, renunciar a la felicidad?
Lo cierto es que los cristianos no parecen mostrar con su manera de vivir que la fe encierre una fuerza decisiva para enfrentarse a la vida con dicha y plenitud interior. Muchos nos ven más bien como Friedrich Nietszche, que veía a los creyentes como «personas más encadenadas que liberadas por Dios».
¿Qué ha sucedido? ¿Por qué se habla tan poco de felicidad en las iglesias? ¿Por qué muchos cristianos no descubren a Dios como el mejor amigo de su vida?
Como ocurre tantas veces, parece que también en el movimiento de Jesús se ha perdido la experiencia original que al comienzo lo vivificaba todo. Al enfriarse aquella primera experiencia y al acumularse luego otros códigos y esquemas religiosos, a veces bastante extraños al Evangelio, la alegría cristiana se ha ido apagando.
¿Cuántos sospechan hoy que lo primero que uno escucha cuando se acerca a Jesús es una llamada a ser feliz y a hacer un mundo más dichoso? ¿Cuántos pueden pensar que lo que Jesús ofrece es un camino por el que podemos descubrir una alegría diferente que puede cambiar de raíz nuestra vida?
¿Cuántos creen que Dios busca solo y exclusivamente nuestro bien, que no es un ser celoso que sufre al vernos disfrutar, sino alguien que nos quiere desde ahora dichosos y felices?
Estoy convencido de que una persona está a punto de tomar en serio a Jesús cuando intuye que en él puede encontrar lo que todavía le falta para conocer una alegría más plena y verdadera. El saludo a María: «Dichosa tú, que has creído», puede extenderse de alguna manera a todo creyente.
A pesar de las incoherencias y la infidelidad de nuestras vidas mediocres, dichoso también hoy el que cree desde el fondo de su corazón.
MUJERES CREYENTESDespués de recibir la llamada de Dios, anunciándole que será madre del Mesías, María se pone en camino sola. Empieza para ella una vida nueva, al servicio de su Hijo Jesús. Marcha «aprisa», con decisión. Siente necesidad de compartir sualegría con su prima Isabel y de ponerse cuanto antes a su servicio en los últimos meses de embarazo.
El encuentro de las dos madres es una escena insólita. No están presentes los varones. Solo dos mujeres sencillas, sin ningún título ni relevancia en la religión judía. María, que lleva consigo a todas partes a Jesús, e Isabel que, llena del espíritu profético, se atreve a bendecir a su prima sin ser sacerdote.
María entra en casa de Zacarías, pero no se dirige a él. Va directamente a saludar a Isabel. Nada sabemos del contenido de su saludo. Solo que aquel saludo llena la casa de una alegría desbordante. Es la alegría que vive María desde que escuchó el saludo del Ángel: «Alégrate, llena de gracia».
Isabel no puede contener su sorpresa y su alegría. En cuanto oye el saludo de María, siente los movimientos de la criatura que lleva en su seno y los interpreta maternalmente como «saltos de alegría». Enseguida, bendice a María «a voz en grito»diciendo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre».
En ningún momento llama a María por su nombre. La contempla totalmente identificada con su misión: es la madre de su Señor. La ve como una mujer creyente en la que se irán cumpliendo los designios de Dios: «Dichosa porque has creído».
Lo que más le sorprende es la actuación de María. No ha venido a mostrar su dignidad de madre del Mesías. No está allí para ser servida sino para servir. Isabel no sale de su asombro. «¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?».
Son bastantes las mujeres que no viven con paz en el interior de la Iglesia. En algunas crece el desafecto y el malestar.
Sufren al ver que, a pesar de ser las primeras colaboradoras en muchos campos, apenas se cuenta con ellas para pensar, decidir e impulsar la marcha de la Iglesia. Esta situación nos está haciendo daño a todos.
El peso de una historia multisecular, controlada y dominada por el varón, nos impide tomar conciencia del
empobrecimiento que significa para la Iglesia prescindir de una presencia más eficaz de la mujer. Nosotros no las
escuchamos, pero Dios puede suscitar mujeres creyentes, llenas de espíritu profético, que nos contagien alegría y den a la Iglesia un rostro más humano. Serán una bendición. Nos enseñarán a seguir a Jesús con más pasión y fidelidad
Contribuye a la conversión de la Iglesia. Pásalo.
También el de Kamiano
El Espíritu nos lleva a servir con amor, como María. Carros de corazones que se esparcen por el camino y encuentran su concreción en la prima Isabel. Dos mujeres embarazadas que comparten el proyecto de vivir para Dios.
María partió. No se lo pensó. Siempre es tiempo para servir. Y hacerlo con esa decisión, alegría, entrega es, sin duda, motivo para que nosotros también nos fijemos en ella y en cómo ella hace tanto bien y de manera tan callada.
El Espíritu transporta a María. Si nos dejáramos conducir por el Espíritu, otro gallo cantaría –además del de la Misa del Gallo-.
Amigos, el próximo sábado, 22 de diciembre, recibirá las aguas bautismales una niña preciosa, Ángela, hija de Patxi y de Susana. Nos unimos a sus padres, a sus hermanos, Judit y Javi, y a toda su familia. Ángela nos acerca al misterio de la Navidad que pronto celebraremos con gozo.
Feliz semana, felices días de vivir en esperanza.
Fraternalmente.-
[/align] 23 diciembre, 2012 a las 13:25 #12294Anónimo
InactivoOs adjunto otro comentario. “¡Dichosa tú que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”
[align=justify]En los anteriores domingos de este Adviento las celebraciones eucarísticas nos han anunciado la esperanza y la fortaleza que los creyentes estamos llamados a vivir en los dramas de la historia, porque Dios viene para liberarnos del mal y sus consecuencias en nuestras vidas y en nuestro tiempo. Juan Bautista, Isabel y, sobre todo, María son modelos magníficos para nuestra experiencia cristiana.Dios manifiesta su predilección por lo pequeño y por la grandeza de ánimo de los pequeños y humildes. Lo que hay que hacer en la vida cotidiana está, pues, al alcance de todos y de cada uno. Es Dios quien acrecienta el resultado de nuestros esfuerzos.
Nada nos exime de colaborar con el Dios que se acerca anunciando un mundo mejor. Las grandes dificultades que vivimos son un desafío para la creatividad y la solidaridad, y también para la fe en que Dios mismo, hecho uno de nosotros, nos acompaña con su ternura y con su poder.
[/align] Fraternalmente.-
23 diciembre, 2012 a las 13:25 #18347Anónimo
InactivoOs adjunto otro comentario. “¡Dichosa tú que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”
[align=justify]En los anteriores domingos de este Adviento las celebraciones eucarísticas nos han anunciado la esperanza y la fortaleza que los creyentes estamos llamados a vivir en los dramas de la historia, porque Dios viene para liberarnos del mal y sus consecuencias en nuestras vidas y en nuestro tiempo. Juan Bautista, Isabel y, sobre todo, María son modelos magníficos para nuestra experiencia cristiana.Dios manifiesta su predilección por lo pequeño y por la grandeza de ánimo de los pequeños y humildes. Lo que hay que hacer en la vida cotidiana está, pues, al alcance de todos y de cada uno. Es Dios quien acrecienta el resultado de nuestros esfuerzos.
Nada nos exime de colaborar con el Dios que se acerca anunciando un mundo mejor. Las grandes dificultades que vivimos son un desafío para la creatividad y la solidaridad, y también para la fe en que Dios mismo, hecho uno de nosotros, nos acompaña con su ternura y con su poder.
[/align] Fraternalmente.-
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