Inicio › Foros › Formación cofrade › Evangelio Dominical y Festividades › Evangelio del domingo 24/03/2019 3º de T. Cuaresmal Ciclo C.
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17 marzo, 2019 a las 20:49 #10893
Anónimo
Inactivo«Si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera»Lectura del santo Evangelio según San LucasEn aquel momento se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que ofrecían.
Jesús respondió:
« ¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos porque han padecido todo esto? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. O aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre de Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera».
Y les dijo esta parábola:
«Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró.
Dijo entonces al viñador:
«Ya ves, tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a perjudicar el terreno?».
Pero el viñador contestó:
«Señor, déjala todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar»».
Palabra del Señor.22 marzo, 2019 a las 15:40 #12968Anónimo
InactivoOs dejo los comentarios al Evangelio del domingo. LA ORIENTACIÓN DE FONDO[align=justify]El objetivo de la Iglesia no es preservar el pasado. Siempre será necesario volver a las fuentes para mantener vivo el fuego del Evangelio, pero su objeto no es conservar lo que está desapareciendo porque ya no responde a los interrogantes y desafíos del momento actual. La Iglesia no ha de convertirse en monumento de lo que fue. Alimentar el recuerdo y la nostalgia del pasado sólo conduciría a una pasividad y pesimismo poco acordes con el tono que ha de inspirar a la comunidad de Cristo.El objetivo de la Iglesia no es tampoco sobrevivir. Sería indigno de su ser más profundo. Hacer de la supervivencia el propósito o la orientación subliminal del quehacer eclesial nos llevaría a la resignación y la inercia, nunca a la audacia y la creatividad. «Resignarse» puede parecer una virtud santa y necesaria hoy, pero puede también encerrar no poca comodidad y cobardía. Lo más sencillo sería cerrar los ojos y no hacer nada. Sin embargo, hay mucho que hacer. Nada menos que esto: escuchar y responder a la acción del Espíritu en estos momentos.
Propiamente, tampoco ha de ser el primer propósito configurar el futuro tratando de imaginar cómo habrá de ser la Iglesia en una época que nosotros no conoceremos. Nadie tiene una receta para el futuro. Sólo sabemos que el futuro se está gestando en el presente.
Esta generación de cristianos está decidiendo en buena parte el porvenir de la fe entre nosotros. No hemos de caer en la impaciencia y el nerviosismo estéril buscando «hacer algo» como sea, de forma apresurada y sin discernimiento. Lo que seamos ahora mismo los creyentes de hoy será, de alguna manera, lo que se transmitirá a las siguientes generaciones.
Lo que se le pide a la Iglesia de hoy es que sea lo que dice ser: la Iglesia de Jesucristo. Por decirlo con palabras del evangelio de Juan, lo decisivo es «permanecer» en Cristo y «dar fruto» ahora mismo, sin dejarnos coger por la nostalgia del pasado ni por la incertidumbre del futuro.
No es el instinto de conservación sino el Espíritu de Jesús Resucitado el que ha de guiarnos. No hay excusas para no vivir la fe de manera viva ahora mismo, sin esperar a que las circunstancias cambien. Es necesario reflexionar, buscar nuevos caminos, aprender formas nuevas de anunciar a Cristo, pero todo ello ha de nacer de una santidad nueva.
La parábola de «la higuera estéril», dirigida por Jesús a Israel, se convierte hoy en una clara advertencia para la Iglesia actual. No hay que perderse en lamentaciones estériles. Lo decisivo es enraizar nuestra vida en Cristo y despertar la creatividad y los frutos del Espíritu.
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[align=right]José Antonio Pagola[/align] ANTES QUE SEA TARDE[align=justify]Había pasado ya bastante tiempo desde que Jesús se había presentado en su pueblo de Nazaret como profeta, enviado por el Espíritu de Dios para anunciar a los pobres la Buena Noticia. Sigue repitiendo incansable su mensaje: Dios está ya cerca, abriéndose camino para hacer un mundo más humano para todos.Pero es realista. Jesús sabe bien que Dios no puede cambiar el mundo sin que nosotros cambiemos. Por eso se esfuerza en despertar en la gente la conversión: «Convertíos y creed en esta Buena Noticia». Ese empeño de Dios en hacer un mundo más humano será posible si respondemos acogiendo su proyecto.
Va pasando el tiempo y Jesús ve que la gente no reacciona a su llamada, comos ería su deseo. Son muchos los que vienen a escucharlo, pero no acaban de abrirse al «Reino de Dios». Jesús va a insistir. Es urgente cambiar antes que sea tarde.
En alguna ocasión cuenta una pequeña parábola. El propietario de un terreno tiene plantada una higuera en medio de su viña. Año tras año viene a buscar fruto en ella, y no lo encuentra. Su decisión parece la más sensata: la higuera no da fruto y está ocupando terreno inútilmente, lo más razonable es cortarla.
Pero el encargado de la viña reacciona de manera inesperada. ¿Por qué no dejarla todavía? Él conoce aquella higuera, la ha visto crecer, la ha cuidado, no quiere verla morir. Él mismo le dedicará más tiempo y más cuidados, para ver si da fruto.
El relato se interrumpe bruscamente. La parábola queda abierta. El dueño dela viña y su encargado desaparecen de escena. Es la higuera la que decidirá su suerte final. Mientras tanto, recibirá más cuidados que nunca de ese viñador que nos hace pensar en Jesús, «el que ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido».
Lo que necesitamos hoy en la Iglesia no es solo introducir pequeñas reformas, promover el «aggiornamento» o cuidar la adaptación a nuestros tiempos. Necesitamos una conversión a nivel más profundo, un «corazón nuevo», una respuesta responsable y decidida a la llamada de Jesús a entraren la dinámica del reino de Dios.
Hemos de reaccionar antes que sea tarde. Jesús está vivo en medio de nosotros. Como el encargado de la viña, él cuida de nuestras comunidades cristianas, cada vez más frágiles y vulnerables. Él nos alimenta con su Evangelio, nos sostiene con su Espíritu.
Hemos de mirar el futuro con esperanza, al mismo tiempo que vamos creando ese clima nuevo de conversión y renovación que necesitamos tanto y que los decretos del Concilio Vaticano II no han podido hasta hora consolidar en la Iglesia.
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[align=right]José Antonio Pagola[/align] Fraternalmente.
22 marzo, 2019 a las 15:40 #19021Anónimo
InactivoOs dejo los comentarios al Evangelio del domingo. LA ORIENTACIÓN DE FONDO[align=justify]El objetivo de la Iglesia no es preservar el pasado. Siempre será necesario volver a las fuentes para mantener vivo el fuego del Evangelio, pero su objeto no es conservar lo que está desapareciendo porque ya no responde a los interrogantes y desafíos del momento actual. La Iglesia no ha de convertirse en monumento de lo que fue. Alimentar el recuerdo y la nostalgia del pasado sólo conduciría a una pasividad y pesimismo poco acordes con el tono que ha de inspirar a la comunidad de Cristo.El objetivo de la Iglesia no es tampoco sobrevivir. Sería indigno de su ser más profundo. Hacer de la supervivencia el propósito o la orientación subliminal del quehacer eclesial nos llevaría a la resignación y la inercia, nunca a la audacia y la creatividad. «Resignarse» puede parecer una virtud santa y necesaria hoy, pero puede también encerrar no poca comodidad y cobardía. Lo más sencillo sería cerrar los ojos y no hacer nada. Sin embargo, hay mucho que hacer. Nada menos que esto: escuchar y responder a la acción del Espíritu en estos momentos.
Propiamente, tampoco ha de ser el primer propósito configurar el futuro tratando de imaginar cómo habrá de ser la Iglesia en una época que nosotros no conoceremos. Nadie tiene una receta para el futuro. Sólo sabemos que el futuro se está gestando en el presente.
Esta generación de cristianos está decidiendo en buena parte el porvenir de la fe entre nosotros. No hemos de caer en la impaciencia y el nerviosismo estéril buscando «hacer algo» como sea, de forma apresurada y sin discernimiento. Lo que seamos ahora mismo los creyentes de hoy será, de alguna manera, lo que se transmitirá a las siguientes generaciones.
Lo que se le pide a la Iglesia de hoy es que sea lo que dice ser: la Iglesia de Jesucristo. Por decirlo con palabras del evangelio de Juan, lo decisivo es «permanecer» en Cristo y «dar fruto» ahora mismo, sin dejarnos coger por la nostalgia del pasado ni por la incertidumbre del futuro.
No es el instinto de conservación sino el Espíritu de Jesús Resucitado el que ha de guiarnos. No hay excusas para no vivir la fe de manera viva ahora mismo, sin esperar a que las circunstancias cambien. Es necesario reflexionar, buscar nuevos caminos, aprender formas nuevas de anunciar a Cristo, pero todo ello ha de nacer de una santidad nueva.
La parábola de «la higuera estéril», dirigida por Jesús a Israel, se convierte hoy en una clara advertencia para la Iglesia actual. No hay que perderse en lamentaciones estériles. Lo decisivo es enraizar nuestra vida en Cristo y despertar la creatividad y los frutos del Espíritu.
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[align=right]José Antonio Pagola[/align] ANTES QUE SEA TARDE[align=justify]Había pasado ya bastante tiempo desde que Jesús se había presentado en su pueblo de Nazaret como profeta, enviado por el Espíritu de Dios para anunciar a los pobres la Buena Noticia. Sigue repitiendo incansable su mensaje: Dios está ya cerca, abriéndose camino para hacer un mundo más humano para todos.Pero es realista. Jesús sabe bien que Dios no puede cambiar el mundo sin que nosotros cambiemos. Por eso se esfuerza en despertar en la gente la conversión: «Convertíos y creed en esta Buena Noticia». Ese empeño de Dios en hacer un mundo más humano será posible si respondemos acogiendo su proyecto.
Va pasando el tiempo y Jesús ve que la gente no reacciona a su llamada, comos ería su deseo. Son muchos los que vienen a escucharlo, pero no acaban de abrirse al «Reino de Dios». Jesús va a insistir. Es urgente cambiar antes que sea tarde.
En alguna ocasión cuenta una pequeña parábola. El propietario de un terreno tiene plantada una higuera en medio de su viña. Año tras año viene a buscar fruto en ella, y no lo encuentra. Su decisión parece la más sensata: la higuera no da fruto y está ocupando terreno inútilmente, lo más razonable es cortarla.
Pero el encargado de la viña reacciona de manera inesperada. ¿Por qué no dejarla todavía? Él conoce aquella higuera, la ha visto crecer, la ha cuidado, no quiere verla morir. Él mismo le dedicará más tiempo y más cuidados, para ver si da fruto.
El relato se interrumpe bruscamente. La parábola queda abierta. El dueño dela viña y su encargado desaparecen de escena. Es la higuera la que decidirá su suerte final. Mientras tanto, recibirá más cuidados que nunca de ese viñador que nos hace pensar en Jesús, «el que ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido».
Lo que necesitamos hoy en la Iglesia no es solo introducir pequeñas reformas, promover el «aggiornamento» o cuidar la adaptación a nuestros tiempos. Necesitamos una conversión a nivel más profundo, un «corazón nuevo», una respuesta responsable y decidida a la llamada de Jesús a entraren la dinámica del reino de Dios.
Hemos de reaccionar antes que sea tarde. Jesús está vivo en medio de nosotros. Como el encargado de la viña, él cuida de nuestras comunidades cristianas, cada vez más frágiles y vulnerables. Él nos alimenta con su Evangelio, nos sostiene con su Espíritu.
Hemos de mirar el futuro con esperanza, al mismo tiempo que vamos creando ese clima nuevo de conversión y renovación que necesitamos tanto y que los decretos del Concilio Vaticano II no han podido hasta hora consolidar en la Iglesia.
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[align=right]José Antonio Pagola[/align] Fraternalmente.
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