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21 marzo, 2012 a las 12:34 #7667
Anónimo
Inactivo5ª Semana de Cuaresma.Si el grano de trigo cae en tierra y muere, da mucho fruto.Lectura del santo evangelio según san Juan 12,20-33En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; éstos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban:
– «Señor, quisiéramos ver a Jesús.»
Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús.
Jesús les contestó:
– «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre.
Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará.
Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre.»
Entonces vino una voz del cielo:
– «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo.»
La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel.
Jesús tomó la palabra y dijo:
– «Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí.»
Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.
Palabra del Señor.23 marzo, 2012 a las 15:02 #12218Anónimo
InactivoAunque un poco tarde, os adjunto los comentarios al Evangelio del domingo. ANTE LA ENFERMEDADS
[align=justify]i el grano de trigo no cae en tierra…No están habituados nuestros oídos a escuchar palabras como éstas de Jesús: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto». Nosotros pensamos que lo único realmente positivo que puede construir nuestra vida es la salud, el éxito, lo agradable, lo que nos sale bien. ¿Qué pueden aportar de bueno y positivo a nuestra existencia la enfermedad, el sufrimiento, la desgracia o el fracaso?
Pensemos, por ejemplo, en esa experiencia dolorosa de la enfermedad que todos podemos sufrir, tarde o temprano, en nuestra propia carne. La enfermedad se nos presenta como algo totalmente malo y negativo. Una fatalidad absurda e injusta que nos ataca de pronto echando por tierra todos nuestros proyectos.
Sin embargo, los mismos científicos nos advierten que la enfermedad no es siempre algo dañoso. Puede ser también la reacción sabia del organismo que emite una señal de alarma para que la persona se cure de heridas y conflictos profundos, y reoriente su vida de manera más sana.
En cualquier caso, la enfermedad puede ser una experiencia de crecimiento y renovación si el enfermo acierta a vivirla de manera positiva. He aquí algunas sugerencias.
La enfermedad grave rompe nuestra seguridad. Vivíamos tranquilos y sin problemas, y de pronto nos vemos obligados a dejar el trabajo, detener nuestra vida y permanecer en el lecho. Entonces llegan las preguntas: ¿Por qué me sucede esto a mí? ¿Me curaré? ¿Podré hacer de nuevo mi vida de siempre? Al enfermar, comprobamos que nuestra vida es frágil y está siempre amenazada. Si estamos atentos, escucharemos cómo la enfermedad nos invita a apoyarnos en algo o alguien más fuerte y seguro que nosotros.
Al mismo tiempo, en esas largas horas de silencio y dolor, el enfermo comienza a revivir recuerdos gozosos y experiencias negativas, deseos insatisfechos, errores y pecados. Y sur gen de nuevo las preguntas: ¿Y esto ha sido todo? ¿Para qué he vivido hasta ahora? ¿Qué sentido tiene vivir así? Es el momento de reconciliarse con uno mismo y con Dios, confesar los errores del pasado y acoger en nosotros la paz y el perdón.
Pero la enfermedad nos ayuda, además, a abrir los ojos y ver con más lucidez el futuro. Al caer muchas falsas ilusiones, el enfermo empieza a descubrir lo que de verdad es importan te en la vida, lo que no quisiera perder nunca: el amor de las personas, la libertad, la paz del corazón, la esperanza. Es el momento de reorientar nuestra vida de manera más humana. Intuimos que nos irá mejor.
Pasarán los días y las noches. El organismo se curará o, tal vez, caerá en un proceso incurable. Pero siguiendo a Cristo, más de uno podrá descubrir que el grano que muere da fruto, el sufrimiento purifica y la enfermedad puede conducir a una vida más sana.
PERDER O GANAREn la vida no todo es crecer, avanzar o ganar. Hay muchos momentos en que la persona puede conocer la crisis sicológica, la enfermedad física o el oscurecimiento de la luz. Algo se rompe entonces en nosotros. Comenzamos a experimentar la vida como pérdida, límite o disminución. Ya no estamos tan seguros de nada. Ya no hay alegría en nuestro corazón. No somos los mismos.
Podemos entonces rebelarnos y vivir ese momento como algo totalmente negativo que nos hace daño y mutila nuestro ser. Pero lo podemos vivir de otra manera, como un desprendimiento o una pérdida que nos llevará a asentar nuestra vida sobre bases más firmes. Jesús hablaría de una poda necesaria para dar más fruto.
Si sabemos recorrer un itinerario humilde y confiado, «perder» nos puede conducir a «ganar». Hemos de empezar por aceptar nuestra situación. No es bueno negar lo que nos está pasando, ni disimularlo ante nosotros mismos y ante los demás. Es mejor reconocer nuestra limitación y fragilidad. Ese ser frágil e inseguro, poco acostumbrado a sufrir, también soy yo.
La crisis nos obliga a preguntarnos por nuestras raíces: ¿cuál es la verdad última que nos motiva e inspira?, ¿dónde se apoya realmente nuestra vida? Hay una verdad rutinaria que nos mantiene en el día a día, pero hay una verdad más honda que, tal vez, sólo emerge en nosotros en momentos de crisis y debilidad.
El creyente vive este proceso como una experiencia de salvación. Ahí está Dios sanando nuestro ser. Y el mejor signo de su presencia salvadora es esa alegría interior humilde que poco a poco se puede ir despertando en nosotros. Una alegría que nace del centro de la persona cuando se abre a la luz de Dios.
Tal vez estas experiencias nos pueden ayudar a entender ese lenguaje difícil de Jesús que, en contra de toda lógica de apropiación y seguridad, propone la desapropiación y la pérdida como camino hacia una vida más plena: «El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece en este mundo, se guarda para la vida eterna». El que está dispuesto a perderlo todo por amor, se salva.
[/align] También el de Patxi:
Jn 12,20-33
[align=justify]Cuando nos entregamos al Evangelio y participamos de la Cruz de Jesús, terminamos por recoger los granos de la Vida que florecerán como “corazones en flor”. La entrega tiene una fuerte dosis de pasión, dolor y desgaste, pero al mismo tiempo, unidos al madero de la Cruz podemos producir muy buenos frutos.Mirar la Cruz con este fondo de trigo, es mirar al propio Cristo que se hace pan molido, alimento y semilla de una nueva vida. Podemos ser jardineros de nuevos corazones, cuando no pensamos tanto en nosotros mismos y nos hacemos servidores de este Señor de la Cruz.Sumirada dolorida entreabre una puerta ala Esperanza. Sus manos desprenden cosecha del mejor trigo que no puede caer en tierra baldía sino en corazones que aman, para seguir dando fruto y que así el Amor siga impregnando el mundo.
Contemplemos tu Cruz, Señor Jesús. ¡Cuántos lamentos e insatisfacciones se nos acallarían si te vemos enla Cruz! Tiempo de silencio para amarte, Jesús. Para entrar en tu mirada, en tus llagas, en tu desvalimiento. ¡Cuánta vida nos das desde el madero! Tú sabes de dolores y de alegría compartida, de servicio y de fidelidad al Padre. Contágianos, Señor, con tu mirada desdela Cruz. Seguro que obtenemos no solo semillas sino también una nueva primavera de “corazones en flor”.
[/align] Fraternalmente.-
23 marzo, 2012 a las 15:02 #18271Anónimo
InactivoAunque un poco tarde, os adjunto los comentarios al Evangelio del domingo. ANTE LA ENFERMEDADS
[align=justify]i el grano de trigo no cae en tierra…No están habituados nuestros oídos a escuchar palabras como éstas de Jesús: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto». Nosotros pensamos que lo único realmente positivo que puede construir nuestra vida es la salud, el éxito, lo agradable, lo que nos sale bien. ¿Qué pueden aportar de bueno y positivo a nuestra existencia la enfermedad, el sufrimiento, la desgracia o el fracaso?
Pensemos, por ejemplo, en esa experiencia dolorosa de la enfermedad que todos podemos sufrir, tarde o temprano, en nuestra propia carne. La enfermedad se nos presenta como algo totalmente malo y negativo. Una fatalidad absurda e injusta que nos ataca de pronto echando por tierra todos nuestros proyectos.
Sin embargo, los mismos científicos nos advierten que la enfermedad no es siempre algo dañoso. Puede ser también la reacción sabia del organismo que emite una señal de alarma para que la persona se cure de heridas y conflictos profundos, y reoriente su vida de manera más sana.
En cualquier caso, la enfermedad puede ser una experiencia de crecimiento y renovación si el enfermo acierta a vivirla de manera positiva. He aquí algunas sugerencias.
La enfermedad grave rompe nuestra seguridad. Vivíamos tranquilos y sin problemas, y de pronto nos vemos obligados a dejar el trabajo, detener nuestra vida y permanecer en el lecho. Entonces llegan las preguntas: ¿Por qué me sucede esto a mí? ¿Me curaré? ¿Podré hacer de nuevo mi vida de siempre? Al enfermar, comprobamos que nuestra vida es frágil y está siempre amenazada. Si estamos atentos, escucharemos cómo la enfermedad nos invita a apoyarnos en algo o alguien más fuerte y seguro que nosotros.
Al mismo tiempo, en esas largas horas de silencio y dolor, el enfermo comienza a revivir recuerdos gozosos y experiencias negativas, deseos insatisfechos, errores y pecados. Y sur gen de nuevo las preguntas: ¿Y esto ha sido todo? ¿Para qué he vivido hasta ahora? ¿Qué sentido tiene vivir así? Es el momento de reconciliarse con uno mismo y con Dios, confesar los errores del pasado y acoger en nosotros la paz y el perdón.
Pero la enfermedad nos ayuda, además, a abrir los ojos y ver con más lucidez el futuro. Al caer muchas falsas ilusiones, el enfermo empieza a descubrir lo que de verdad es importan te en la vida, lo que no quisiera perder nunca: el amor de las personas, la libertad, la paz del corazón, la esperanza. Es el momento de reorientar nuestra vida de manera más humana. Intuimos que nos irá mejor.
Pasarán los días y las noches. El organismo se curará o, tal vez, caerá en un proceso incurable. Pero siguiendo a Cristo, más de uno podrá descubrir que el grano que muere da fruto, el sufrimiento purifica y la enfermedad puede conducir a una vida más sana.
PERDER O GANAREn la vida no todo es crecer, avanzar o ganar. Hay muchos momentos en que la persona puede conocer la crisis sicológica, la enfermedad física o el oscurecimiento de la luz. Algo se rompe entonces en nosotros. Comenzamos a experimentar la vida como pérdida, límite o disminución. Ya no estamos tan seguros de nada. Ya no hay alegría en nuestro corazón. No somos los mismos.
Podemos entonces rebelarnos y vivir ese momento como algo totalmente negativo que nos hace daño y mutila nuestro ser. Pero lo podemos vivir de otra manera, como un desprendimiento o una pérdida que nos llevará a asentar nuestra vida sobre bases más firmes. Jesús hablaría de una poda necesaria para dar más fruto.
Si sabemos recorrer un itinerario humilde y confiado, «perder» nos puede conducir a «ganar». Hemos de empezar por aceptar nuestra situación. No es bueno negar lo que nos está pasando, ni disimularlo ante nosotros mismos y ante los demás. Es mejor reconocer nuestra limitación y fragilidad. Ese ser frágil e inseguro, poco acostumbrado a sufrir, también soy yo.
La crisis nos obliga a preguntarnos por nuestras raíces: ¿cuál es la verdad última que nos motiva e inspira?, ¿dónde se apoya realmente nuestra vida? Hay una verdad rutinaria que nos mantiene en el día a día, pero hay una verdad más honda que, tal vez, sólo emerge en nosotros en momentos de crisis y debilidad.
El creyente vive este proceso como una experiencia de salvación. Ahí está Dios sanando nuestro ser. Y el mejor signo de su presencia salvadora es esa alegría interior humilde que poco a poco se puede ir despertando en nosotros. Una alegría que nace del centro de la persona cuando se abre a la luz de Dios.
Tal vez estas experiencias nos pueden ayudar a entender ese lenguaje difícil de Jesús que, en contra de toda lógica de apropiación y seguridad, propone la desapropiación y la pérdida como camino hacia una vida más plena: «El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece en este mundo, se guarda para la vida eterna». El que está dispuesto a perderlo todo por amor, se salva.
[/align] También el de Patxi:
Jn 12,20-33
[align=justify]Cuando nos entregamos al Evangelio y participamos de la Cruz de Jesús, terminamos por recoger los granos de la Vida que florecerán como “corazones en flor”. La entrega tiene una fuerte dosis de pasión, dolor y desgaste, pero al mismo tiempo, unidos al madero de la Cruz podemos producir muy buenos frutos.Mirar la Cruz con este fondo de trigo, es mirar al propio Cristo que se hace pan molido, alimento y semilla de una nueva vida. Podemos ser jardineros de nuevos corazones, cuando no pensamos tanto en nosotros mismos y nos hacemos servidores de este Señor de la Cruz.Sumirada dolorida entreabre una puerta ala Esperanza. Sus manos desprenden cosecha del mejor trigo que no puede caer en tierra baldía sino en corazones que aman, para seguir dando fruto y que así el Amor siga impregnando el mundo.
Contemplemos tu Cruz, Señor Jesús. ¡Cuántos lamentos e insatisfacciones se nos acallarían si te vemos enla Cruz! Tiempo de silencio para amarte, Jesús. Para entrar en tu mirada, en tus llagas, en tu desvalimiento. ¡Cuánta vida nos das desde el madero! Tú sabes de dolores y de alegría compartida, de servicio y de fidelidad al Padre. Contágianos, Señor, con tu mirada desdela Cruz. Seguro que obtenemos no solo semillas sino también una nueva primavera de “corazones en flor”.
[/align] Fraternalmente.-
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