Inicio › Foros › Formación cofrade › Evangelio Dominical y Festividades › Evangelio del domingo 25/11/2018 34º de T. Ordinario Ciclo B
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21 noviembre, 2018 a las 11:16 #10751
Anónimo
InactivoSOLEMNIDAD DE JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO«Tú lo dices: soy rey»Lectura del santo Evangelio según San JuanEn aquel tiempo, Pilato dijo a Jesús:
«¿Eres tú el rey de los judíos?».
Jesús le contestó:
–
«¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?».
Pilato replicó:
«¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?».
Jesús le contestó:
«Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí».
Pilato le dijo:
«Entonces, ¿tú eres rey?».
Jesús le contestó:
«Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz».
Palabra del Señor.25 noviembre, 2018 a las 9:16 #12952Anónimo
InactivoDejo los comentarios al Evangelio. CONTRA LA MENTIRA[align=justify]No es frecuente escuchar a alguien defender el derecho del ser humano a la verdad. Uno se pregunta por qué no se escuchan en nuestra sociedad gritos de protesta contra la mentira, al menos, con la misma fuerza con que se grita contra la injusticia.¿Será que no somos conscientes de la mentira que nos envuelve por todas partes? ¿Será que cuando exigimos justicia nos sentimos solo víctimas y nunca opresores? ¿Será que para gritar contra la mentira, la hipocresía y el engaño, es necesario vivir con un mínimo de sinceridad personal?
La mentira es hoy uno de los presupuestos más firmes de nuestra convivencia social. El mentir es aceptado como algo necesario tanto en el complejo mundo del quehacer político y la información social como en «la pequeña comedia» de nuestras relaciones personales de cada día.
El hombre contemporáneo se ve obligado a pensar, decidir y actuar envuelto en una densa niebla de mentira y falsedad. Indefenso ante un cerco de engaños, falacias y embustes del que es difícil liberarse. ¿Cómo saber la «verdad» que se oculta tras las decisiones políticas de los diversos partidos? ¿Cómo descubrir los verdaderos intereses que se encierran tras campañas y acciones que se nos pide defender o rechazar? ¿Cómo actuar con lucidez en medio de la información deformada, parcial e interesada que diariamente nos vemos obligados a consumir?
Se dirá que la mentira es necesaria para actuar con eficacia en la construcción de una sociedad más libre y más justa. Pero, realmente, ¿hay alguien que pueda garantizar que estamos haciendo un mundo más humano cuando desde los centros de poder se oculta la verdad, cuando entre nosotros se utiliza la calumnia para destruir al adversario, cuando se obliga a las masas sencillas a que sean protagonistas de su historia desde una situación de engaño y de ignorancia?
En el fondo de toda persona hay una búsqueda de verdad y difícilmente se construirá nada verdaderamente humano sobre la mentira y la falsedad. En el mensaje de Jesús hay una invitación a vivir en la verdad ante Dios, ante uno mismo y ante los demás. «Yo he venido para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz» (Juan 18, 37).
No es absurdo que se vuelvan a escuchar en nuestra sociedad aquellas palabras inolvidables de Jesús, que son un reto y una promesa para quienes buscamos sinceramente una sociedad más humana: «La verdad os hará libres» (Juan 8, 32).
[/align]
[align=right]José Antonio Pagola[/align] CON VERDAD[align=justify]Es raro que una persona pueda vivir la vida entera sin plantearse nunca el sentido último de todo. Por muy frívolo que sea el discurrir de sus días, tarde o temprano se producen «momentos de ruptura» que pueden hacer brotar en la persona interrogantes de fondo sobre el problema de la vida.Hay horas de intensa felicidad que nos obligan a preguntarnos por qué la vida no es siempre dicha y plenitud. Momentos de desgracia que despiertan en nosotros pensamientos sombríos: ¿por qué tanto sufrimiento?, ¿merece la pena vivir? Instantes de mayor lucidez que nos conducen a las cuestiones fundamentales: ¿Quién soy yo?, ¿qué es la vida?, ¿qué me espera?
Tarde o temprano, de una manera u otra, toda persona termina por plantearse un día el sentido de la vida. Todo puede quedar ahí, o puede también despertarse de manera callada pero inevitable la cuestión de Dios. Las reacciones pueden ser entonces muy diversas.
Hay quienes hace tiempo han abandonado, si no a Dios, sí un mundo de cosas que tenían relación con Dios: la Iglesia, la misa dominical, los dogmas… Poco a poco, se han ido desprendiendo de algo que ya no tiene interés alguno para ellos. Abandonado todo ese mundo religioso, ¿qué hacer ahora ante la cuestión de Dios?
Otros han abandonado incluso la idea de Dios. No tienen necesidad de Él. Les parece algo inútil y superfluo. Dios no les aportaría nada positivo. Al contrario, tienen la impresión de que les complicaría la existencia. Aceptan la vida tal como es y siguen su camino sin preocuparse excesivamente del final.
Otros viven envueltos en la incertidumbre. No están seguros de nada: ¿Qué es creer en Dios?, ¿cómo se puede uno relacionar con Él?, ¿quién sabe algo de estas cosas? Mientras tanto, Dios no se impone. No fuerza desde el exterior con pruebas ni evidencias. No se revela desde dentro con luces o revelaciones. Sólo es silencio, posibilidad, invitación respetuosa…
Lo primero ante Dios es ser honestos. No andar eludiendo su presencia con planteamientos poco sinceros. Quien se esfuerza por buscar a Dios con honradez y verdad no está lejos de Él. No hemos de olvidar unas palabras de Jesús que pueden iluminar a quien viva en la incertidumbre religiosa: «Todo el que es de la verdad escucha mi voz» (Jn 18, 37).
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[align=right]José Antonio Pagola[/align] INTRODUCIR VERDAD[align=justify]El juicio contra Jesús tuvo lugar probablemente en el palacio en el que residía Pilato cuando acudía a Jerusalén. Allí se encuentran una mañana de abril del año treinta un reo indefenso llamado Jesús y el representante del poderoso sistema imperial de Roma.El evangelio de Juan relata el dialogo entre ambos. En realidad, más que un interrogatorio, parece un discurso de Jesús para esclarecer algunos temas que interesan mucho al evangelista. En un determinado momento Jesús hace esta solemne proclamación: «Yo para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz».
Esta afirmación recoge un rasgo básico que define la trayectoria profética de Jesús: su voluntad de vivir en la verdad de Dios. Jesús no solo dice la verdad, sino que busca la verdad y solo la verdad de un Dios que quiere un mundo más humano para todos sus hijos e hijas.
Por eso, Jesús habla con autoridad, pero sin falsos autoritarismos. Habla con sinceridad, pero sin dogmatismos. No habla como los fanáticos que tratan de imponer su verdad. Tampoco como los funcionarios que la defienden por obligación aunque no crean en ella. No se siente nunca guardián de la verdad sino testigo.
Jesús no convierte la verdad de Dios en propaganda. No la utiliza en provecho propio sino en defensa de los pobres. No tolera la mentira o el encubrimiento de las injusticias. No soporta las manipulaciones. Jesús se convierte así en «voz de los sin voz, y voz contra los que tienen demasiada voz» (Jon Sobrino).
Esta voz es más necesaria que nunca en esta sociedad atrapada en una grave crisis económica. La ocultación de la verdad es uno de los más firmes presupuestos de la actuación de los grandes poderes financieros y de la gestión política sometida a sus exigencias. Se nos quiere hacer vivir la crisis en la mentira.
Se hace todo lo posible para ocultar la responsabilidad de los principales causantes de la crisis y se ignora de manera perversa el sufrimiento de las víctimas más débiles e indefensas. Es urgente humanizar la crisis poniendo en el centro de atención la verdad de los que sufren y la atención prioritaria a su situación cada vez más grave.
Es la primera verdad exigible a todos si no queremos ser inhumanos. El primer dato previo a todo. No nos podemos acostumbrar a la exclusión social y la desesperanza en que están cayendo los más débiles. Quienes seguimos a Jesús hemos de escuchar su voz y salir instintivamente en su defensa y ayuda. Quien es de la verdad escucha su voz.
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[align=right]José Antonio Pagola[/align] También el de Kamiano.
CRISTO REY: ALABANZA, REVERENCIA Y SERVICIOPara la fiesta de Cristo Rey, nuestro querido Fano utiliza tres verbos de la espiritualidad ignaciana. Creo que merece la pena que nos adentremos en ellos con la explicación del P. Antonio J. España, de la Compañía de Jesús.
Entre el múltiple legado de Ignacio se encuentran estos tres verbos que se sitúan en el Principio y Fundamento de los Ejercicios (n. 23). Me centro en esas tres palabras porque caracterizan el modo ignaciano de estar en el mundo y en Dios. A través de ellas, se establece una relación peculiar donde alabar, reverenciar y servir ahondan nuestra relación con el Dios de Jesús.
La alabanzaa Dios requiere un corazón transparente y dispuesto a mirar al exterior, no solo a uno mismo. Es una forma de sentir que supone una segunda lectura de la realidad: todo es don, todo viene como regalo del amor de Dios y todo es gratuito. Esto impulsa una visión positiva del mundo y de la humanidad en comunicación con Dios. Es una gracia de Dios poder vivir alabando en un mundo tan roto y por hacer. Es también paradójico que Dios se haga presente cuando es más fácil dejar de verlo en el mundo. Seguro que conocemos a muchas personas que saben alabar y también otras que encuentran atascadas para ello. La reverenciapide una cabeza que sabe abajarse y respetar profundamente. Podemos existir y habitar en el mundo solo sobre nosotros mismos, sobre el poder que tenemos y sobre las pretensiones que soñamos. Reverenciar es un movimiento de reconocimiento de lo “último” en nuestra existencia y de mostrarlo por encima de uno mismo. Aunque sea contracultural, invita a considerar de forma total a los seres que nos rodean y que se vinculan como criaturas a Dios mismo. Así, cualquier persona (inmigrante, nacional, amiga o desconocida, hábil o torpe,…) lleva en sí un germen que nos estremece y ante el que nos inclinamos. También la creación entera nos sobrecoge al descubrir su misterio. El servicioindica que necesitamos manos para amar a Dios y amar al mundo. Con la actividad cuidamos a la familia humana, la hacemos más viva al poner las energías hacia fuera de nosotros. Siempre podemos actuar para nuestros intereses porque resulta más sencillo. Sin embargo, el servicio abre un dinamismo hacia el mundo desde lo que Dios quiere realizar por nosotros y en nosotros. Se trata de poner la alabanza y la reverencia hacia la incidencia en el ámbito social, cultural, político y económico, no solo en lo personal. El servicio pone en marcha los dones recibidos hacia lo mejor en la familia, en el trabajo, en la comunidad o en la sociedad. Si hoy conmemoramos a Ignacio es porque inició un camino que sigue vivo en nosotros y nos ayuda a ser felices. Por eso, hoy, desde la alabanza, la reverencia y el servicio, queremos seguir pidiendo a Dios fuerza para realizar su Misión y nuevas vocaciones a la Iglesia y la Compañía que recojan la variada herencia de Ignacio para el futuro.
[align=right]Antonio J. España, SJ[/align] 25 noviembre, 2018 a las 9:16 #19005Anónimo
InactivoDejo los comentarios al Evangelio. CONTRA LA MENTIRA[align=justify]No es frecuente escuchar a alguien defender el derecho del ser humano a la verdad. Uno se pregunta por qué no se escuchan en nuestra sociedad gritos de protesta contra la mentira, al menos, con la misma fuerza con que se grita contra la injusticia.¿Será que no somos conscientes de la mentira que nos envuelve por todas partes? ¿Será que cuando exigimos justicia nos sentimos solo víctimas y nunca opresores? ¿Será que para gritar contra la mentira, la hipocresía y el engaño, es necesario vivir con un mínimo de sinceridad personal?
La mentira es hoy uno de los presupuestos más firmes de nuestra convivencia social. El mentir es aceptado como algo necesario tanto en el complejo mundo del quehacer político y la información social como en «la pequeña comedia» de nuestras relaciones personales de cada día.
El hombre contemporáneo se ve obligado a pensar, decidir y actuar envuelto en una densa niebla de mentira y falsedad. Indefenso ante un cerco de engaños, falacias y embustes del que es difícil liberarse. ¿Cómo saber la «verdad» que se oculta tras las decisiones políticas de los diversos partidos? ¿Cómo descubrir los verdaderos intereses que se encierran tras campañas y acciones que se nos pide defender o rechazar? ¿Cómo actuar con lucidez en medio de la información deformada, parcial e interesada que diariamente nos vemos obligados a consumir?
Se dirá que la mentira es necesaria para actuar con eficacia en la construcción de una sociedad más libre y más justa. Pero, realmente, ¿hay alguien que pueda garantizar que estamos haciendo un mundo más humano cuando desde los centros de poder se oculta la verdad, cuando entre nosotros se utiliza la calumnia para destruir al adversario, cuando se obliga a las masas sencillas a que sean protagonistas de su historia desde una situación de engaño y de ignorancia?
En el fondo de toda persona hay una búsqueda de verdad y difícilmente se construirá nada verdaderamente humano sobre la mentira y la falsedad. En el mensaje de Jesús hay una invitación a vivir en la verdad ante Dios, ante uno mismo y ante los demás. «Yo he venido para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz» (Juan 18, 37).
No es absurdo que se vuelvan a escuchar en nuestra sociedad aquellas palabras inolvidables de Jesús, que son un reto y una promesa para quienes buscamos sinceramente una sociedad más humana: «La verdad os hará libres» (Juan 8, 32).
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[align=right]José Antonio Pagola[/align] CON VERDAD[align=justify]Es raro que una persona pueda vivir la vida entera sin plantearse nunca el sentido último de todo. Por muy frívolo que sea el discurrir de sus días, tarde o temprano se producen «momentos de ruptura» que pueden hacer brotar en la persona interrogantes de fondo sobre el problema de la vida.Hay horas de intensa felicidad que nos obligan a preguntarnos por qué la vida no es siempre dicha y plenitud. Momentos de desgracia que despiertan en nosotros pensamientos sombríos: ¿por qué tanto sufrimiento?, ¿merece la pena vivir? Instantes de mayor lucidez que nos conducen a las cuestiones fundamentales: ¿Quién soy yo?, ¿qué es la vida?, ¿qué me espera?
Tarde o temprano, de una manera u otra, toda persona termina por plantearse un día el sentido de la vida. Todo puede quedar ahí, o puede también despertarse de manera callada pero inevitable la cuestión de Dios. Las reacciones pueden ser entonces muy diversas.
Hay quienes hace tiempo han abandonado, si no a Dios, sí un mundo de cosas que tenían relación con Dios: la Iglesia, la misa dominical, los dogmas… Poco a poco, se han ido desprendiendo de algo que ya no tiene interés alguno para ellos. Abandonado todo ese mundo religioso, ¿qué hacer ahora ante la cuestión de Dios?
Otros han abandonado incluso la idea de Dios. No tienen necesidad de Él. Les parece algo inútil y superfluo. Dios no les aportaría nada positivo. Al contrario, tienen la impresión de que les complicaría la existencia. Aceptan la vida tal como es y siguen su camino sin preocuparse excesivamente del final.
Otros viven envueltos en la incertidumbre. No están seguros de nada: ¿Qué es creer en Dios?, ¿cómo se puede uno relacionar con Él?, ¿quién sabe algo de estas cosas? Mientras tanto, Dios no se impone. No fuerza desde el exterior con pruebas ni evidencias. No se revela desde dentro con luces o revelaciones. Sólo es silencio, posibilidad, invitación respetuosa…
Lo primero ante Dios es ser honestos. No andar eludiendo su presencia con planteamientos poco sinceros. Quien se esfuerza por buscar a Dios con honradez y verdad no está lejos de Él. No hemos de olvidar unas palabras de Jesús que pueden iluminar a quien viva en la incertidumbre religiosa: «Todo el que es de la verdad escucha mi voz» (Jn 18, 37).
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[align=right]José Antonio Pagola[/align] INTRODUCIR VERDAD[align=justify]El juicio contra Jesús tuvo lugar probablemente en el palacio en el que residía Pilato cuando acudía a Jerusalén. Allí se encuentran una mañana de abril del año treinta un reo indefenso llamado Jesús y el representante del poderoso sistema imperial de Roma.El evangelio de Juan relata el dialogo entre ambos. En realidad, más que un interrogatorio, parece un discurso de Jesús para esclarecer algunos temas que interesan mucho al evangelista. En un determinado momento Jesús hace esta solemne proclamación: «Yo para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz».
Esta afirmación recoge un rasgo básico que define la trayectoria profética de Jesús: su voluntad de vivir en la verdad de Dios. Jesús no solo dice la verdad, sino que busca la verdad y solo la verdad de un Dios que quiere un mundo más humano para todos sus hijos e hijas.
Por eso, Jesús habla con autoridad, pero sin falsos autoritarismos. Habla con sinceridad, pero sin dogmatismos. No habla como los fanáticos que tratan de imponer su verdad. Tampoco como los funcionarios que la defienden por obligación aunque no crean en ella. No se siente nunca guardián de la verdad sino testigo.
Jesús no convierte la verdad de Dios en propaganda. No la utiliza en provecho propio sino en defensa de los pobres. No tolera la mentira o el encubrimiento de las injusticias. No soporta las manipulaciones. Jesús se convierte así en «voz de los sin voz, y voz contra los que tienen demasiada voz» (Jon Sobrino).
Esta voz es más necesaria que nunca en esta sociedad atrapada en una grave crisis económica. La ocultación de la verdad es uno de los más firmes presupuestos de la actuación de los grandes poderes financieros y de la gestión política sometida a sus exigencias. Se nos quiere hacer vivir la crisis en la mentira.
Se hace todo lo posible para ocultar la responsabilidad de los principales causantes de la crisis y se ignora de manera perversa el sufrimiento de las víctimas más débiles e indefensas. Es urgente humanizar la crisis poniendo en el centro de atención la verdad de los que sufren y la atención prioritaria a su situación cada vez más grave.
Es la primera verdad exigible a todos si no queremos ser inhumanos. El primer dato previo a todo. No nos podemos acostumbrar a la exclusión social y la desesperanza en que están cayendo los más débiles. Quienes seguimos a Jesús hemos de escuchar su voz y salir instintivamente en su defensa y ayuda. Quien es de la verdad escucha su voz.
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[align=right]José Antonio Pagola[/align] También el de Kamiano.
CRISTO REY: ALABANZA, REVERENCIA Y SERVICIOPara la fiesta de Cristo Rey, nuestro querido Fano utiliza tres verbos de la espiritualidad ignaciana. Creo que merece la pena que nos adentremos en ellos con la explicación del P. Antonio J. España, de la Compañía de Jesús.
Entre el múltiple legado de Ignacio se encuentran estos tres verbos que se sitúan en el Principio y Fundamento de los Ejercicios (n. 23). Me centro en esas tres palabras porque caracterizan el modo ignaciano de estar en el mundo y en Dios. A través de ellas, se establece una relación peculiar donde alabar, reverenciar y servir ahondan nuestra relación con el Dios de Jesús.
La alabanzaa Dios requiere un corazón transparente y dispuesto a mirar al exterior, no solo a uno mismo. Es una forma de sentir que supone una segunda lectura de la realidad: todo es don, todo viene como regalo del amor de Dios y todo es gratuito. Esto impulsa una visión positiva del mundo y de la humanidad en comunicación con Dios. Es una gracia de Dios poder vivir alabando en un mundo tan roto y por hacer. Es también paradójico que Dios se haga presente cuando es más fácil dejar de verlo en el mundo. Seguro que conocemos a muchas personas que saben alabar y también otras que encuentran atascadas para ello. La reverenciapide una cabeza que sabe abajarse y respetar profundamente. Podemos existir y habitar en el mundo solo sobre nosotros mismos, sobre el poder que tenemos y sobre las pretensiones que soñamos. Reverenciar es un movimiento de reconocimiento de lo “último” en nuestra existencia y de mostrarlo por encima de uno mismo. Aunque sea contracultural, invita a considerar de forma total a los seres que nos rodean y que se vinculan como criaturas a Dios mismo. Así, cualquier persona (inmigrante, nacional, amiga o desconocida, hábil o torpe,…) lleva en sí un germen que nos estremece y ante el que nos inclinamos. También la creación entera nos sobrecoge al descubrir su misterio. El servicioindica que necesitamos manos para amar a Dios y amar al mundo. Con la actividad cuidamos a la familia humana, la hacemos más viva al poner las energías hacia fuera de nosotros. Siempre podemos actuar para nuestros intereses porque resulta más sencillo. Sin embargo, el servicio abre un dinamismo hacia el mundo desde lo que Dios quiere realizar por nosotros y en nosotros. Se trata de poner la alabanza y la reverencia hacia la incidencia en el ámbito social, cultural, político y económico, no solo en lo personal. El servicio pone en marcha los dones recibidos hacia lo mejor en la familia, en el trabajo, en la comunidad o en la sociedad. Si hoy conmemoramos a Ignacio es porque inició un camino que sigue vivo en nosotros y nos ayuda a ser felices. Por eso, hoy, desde la alabanza, la reverencia y el servicio, queremos seguir pidiendo a Dios fuerza para realizar su Misión y nuevas vocaciones a la Iglesia y la Compañía que recojan la variada herencia de Ignacio para el futuro.
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