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  • #11144
    Anónimo
    Inactivo

    Dios hará justicia a sus elegidos que le gritan.

    Lectura del santo Evangelio según San Lucas.

    En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola:

    «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.

    En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle:

    “Hazme justicia frente a mi adversario”.

    Por algún tiempo se negó, pero después se dijo:

    “Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está molestando, le voy hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme”».

    Y el Señor añadió:

    «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante el día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?».

    Palabra del Señor.

    #12984
    Anónimo
    Inactivo

    Os dejo los comentarios al Evangelio del domingo.

    ¿SEGUIMOS CREYENDO EN LA JUSTICIA?

    Lucas narra una breve parábola indicándonos que Jesús la contó para explicar a sus discípulos «cómo tenían que orar siempre sin desanimarse». Este tema es muy querido al evangelista que, en varias ocasiones, repite la misma idea. Como es natural, la parábola ha sido leída casi siempre como una invitación a cuidar la perseverancia de nuestra oración a Dios.

    Sin embargo, si observamos el contenido del relato y la conclusión del mismo Jesús, vemos que la clave de la parábola es la sed de justicia. Hasta cuatro veces se repite la expresión «hacer justicia». Más que modelo de oración, la viuda del relato es ejemplo admirable de lucha por la justicia en medio de una sociedad corrupta que abusa de los más débiles.

    El primer personaje de la parábola es un juez que «ni teme a Dios ni le importan los hombres». Es la encarnación exacta de la corrupción que denuncian repetidamente los profetas: los poderosos no temen la justicia de Dios y no respetan la dignidad ni los derechos de los pobres. No son casos aislados. Los profetas denuncian la corrupción del sistema judicial en Israel y la estructura machista de aquella sociedad patriarcal.

    El segundo personaje es una viuda indefensa en medio de una sociedad injusta. Por una parte, vive sufriendo los atropellos de un «adversario» más poderoso que ella. Por otra, es víctima de un juez al que no le importa en absoluto su persona ni su sufrimiento. Así viven millones de mujeres de todos los tiempos en la mayoría de los pueblos.

    En la conclusión de la parábola, Jesús no habla de la oración. Antes que nada, pide confianza en la justicia de Dios: «¿No hará Dios justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?». Estos elegidos no son «los miembros de la Iglesia» sino los pobres de todos los pueblos que claman pidiendo justicia. De ellos es el reino de Dios.

    Luego, Jesús hace una pregunta que es todo un desafío para sus discípulos: «Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?». No está pensando en la fe como adhesión doctrinal, sino en la fe que alienta la actuación de la viuda, modelo de indignación, resistencia activa y coraje para reclamar justicia a los corruptos.

    ¿Es esta la fe y la oración de los cristianos satisfechos de las sociedades del bienestar? Seguramente, tiene razón J. B. Metz cuando denuncia que en la espiritualidad cristiana hay demasiados cánticos y pocos gritos de indignación, demasiada complacencia y poca nostalgia de un mundo más humano, demasiado consuelo y poca hambre de justicia.

    José Antonio Pagola

    También el de Kamiano.

    INSISTENTES COMO NIÑOS

    El Evangelio del próximo Domingo es una invitación a ser “pesados” con la oración. Si nos da por algo, no nos olvidamos de aquello que nos gusta, pero me temo que, con la oración, no pasa igual. Aficionados al fútbol, al cine, a series de TV con cierto éxito, a… Pero, ¿somos profundamente “aficionados” a la oración?

    En el Evangelio aparece el ejemplo de un viuda insistente que termina por conseguir aquello que pide. Hay que orar siempre, sin desánimo, con el mismo empuje que la viuda. Y orar en todo momento. Pero, para que toda la vida sea oración, hemos de tener también momentos cuidados de encuentro con el Señor. Él nos cuida, somos -como dice Fano- “sus niños mimados”. Pidamos, que Él no nos defraudará, siempre endulzará nuestra vida con su amor incondicional.

    Un ejercicio práctico. Miremos las horas del reloj. Puedes preguntarte: ¿y yo cuándo rezo?, ¿cómo rezo?, ¿es de calidad mi oración?, ¿utilizo la Palabra?, ¿qué puedo hacer por mejorar mi oración? Y no nos olvidemos de orar por los que más sufren y pasan por los peores tragos.

    Dibujo: Patxi Velasco FANO

    Texto: Fernando Cordero sscc

    #19037
    Anónimo
    Inactivo

    Os dejo los comentarios al Evangelio del domingo.

    ¿SEGUIMOS CREYENDO EN LA JUSTICIA?

    Lucas narra una breve parábola indicándonos que Jesús la contó para explicar a sus discípulos «cómo tenían que orar siempre sin desanimarse». Este tema es muy querido al evangelista que, en varias ocasiones, repite la misma idea. Como es natural, la parábola ha sido leída casi siempre como una invitación a cuidar la perseverancia de nuestra oración a Dios.

    Sin embargo, si observamos el contenido del relato y la conclusión del mismo Jesús, vemos que la clave de la parábola es la sed de justicia. Hasta cuatro veces se repite la expresión «hacer justicia». Más que modelo de oración, la viuda del relato es ejemplo admirable de lucha por la justicia en medio de una sociedad corrupta que abusa de los más débiles.

    El primer personaje de la parábola es un juez que «ni teme a Dios ni le importan los hombres». Es la encarnación exacta de la corrupción que denuncian repetidamente los profetas: los poderosos no temen la justicia de Dios y no respetan la dignidad ni los derechos de los pobres. No son casos aislados. Los profetas denuncian la corrupción del sistema judicial en Israel y la estructura machista de aquella sociedad patriarcal.

    El segundo personaje es una viuda indefensa en medio de una sociedad injusta. Por una parte, vive sufriendo los atropellos de un «adversario» más poderoso que ella. Por otra, es víctima de un juez al que no le importa en absoluto su persona ni su sufrimiento. Así viven millones de mujeres de todos los tiempos en la mayoría de los pueblos.

    En la conclusión de la parábola, Jesús no habla de la oración. Antes que nada, pide confianza en la justicia de Dios: «¿No hará Dios justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?». Estos elegidos no son «los miembros de la Iglesia» sino los pobres de todos los pueblos que claman pidiendo justicia. De ellos es el reino de Dios.

    Luego, Jesús hace una pregunta que es todo un desafío para sus discípulos: «Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?». No está pensando en la fe como adhesión doctrinal, sino en la fe que alienta la actuación de la viuda, modelo de indignación, resistencia activa y coraje para reclamar justicia a los corruptos.

    ¿Es esta la fe y la oración de los cristianos satisfechos de las sociedades del bienestar? Seguramente, tiene razón J. B. Metz cuando denuncia que en la espiritualidad cristiana hay demasiados cánticos y pocos gritos de indignación, demasiada complacencia y poca nostalgia de un mundo más humano, demasiado consuelo y poca hambre de justicia.

    José Antonio Pagola

    También el de Kamiano.

    INSISTENTES COMO NIÑOS

    El Evangelio del próximo Domingo es una invitación a ser “pesados” con la oración. Si nos da por algo, no nos olvidamos de aquello que nos gusta, pero me temo que, con la oración, no pasa igual. Aficionados al fútbol, al cine, a series de TV con cierto éxito, a… Pero, ¿somos profundamente “aficionados” a la oración?

    En el Evangelio aparece el ejemplo de un viuda insistente que termina por conseguir aquello que pide. Hay que orar siempre, sin desánimo, con el mismo empuje que la viuda. Y orar en todo momento. Pero, para que toda la vida sea oración, hemos de tener también momentos cuidados de encuentro con el Señor. Él nos cuida, somos -como dice Fano- “sus niños mimados”. Pidamos, que Él no nos defraudará, siempre endulzará nuestra vida con su amor incondicional.

    Un ejercicio práctico. Miremos las horas del reloj. Puedes preguntarte: ¿y yo cuándo rezo?, ¿cómo rezo?, ¿es de calidad mi oración?, ¿utilizo la Palabra?, ¿qué puedo hacer por mejorar mi oración? Y no nos olvidemos de orar por los que más sufren y pasan por los peores tragos.

    Dibujo: Patxi Velasco FANO

    Texto: Fernando Cordero sscc

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