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23 marzo, 2020 a las 12:12 #11334
Anónimo
Inactivo«Yo soy la resurrección y la vida».Lectura del santo Evangelio según San JuanEn aquel tiempo, las hermanas de Lázaro le mandaron recado a Jesús, diciendo:
«Señor, el que tú amas está enfermo».
Jesús, al oírlo, dijo:
«Esta enfermedad no es para la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella».
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba.
Sólo entonces dice a sus discípulos:
«Vamos otra vez a Judea».
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado.
Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedo en casa. Y dijo Marta a Jesús:
«Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá».
Jesús le dijo:
«Tu hermano resucitará».
Marta respondió:
«Sé que resucitará en la resurrección en el último día».
Jesús le dijo:
«Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mi, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mi, no morirá para siempre. ¿Crees esto?».
Ella le contestó:
«Si, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».
Jesús se conmovió en su espíritu, se estremeció y preguntó:
«¿Dónde lo habéis enterrado?».
Le contestaron:
«Señor, ven a verlo».
Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban:
«¡Cómo lo quería!».
Pero algunos dijeron:
«Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que este muriera?».
Jesús, conmovido de nuevo en su interior, llegó a la tumba.
Era una cavidad cubierta con una losa. Dijo Jesús:
«Quitad la losa».
Marta, la hermana del muerto, le dice:
«Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días».
Jesús le replico:
«¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?».
Entonces quitaron la losa.
Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo:
«Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado».
Y dicho esto, gritó con voz potente:
«Lázaro, sal afuera».
El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo:
«Desatadlo y dejadlo andar».
Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
Palabra del Señor.28 marzo, 2020 a las 18:53 #13005Anónimo
InactivoOs dejo los comentarios al Evangelio del último domingo de Cuaresma. UNA PUERTA ABIERTAEstamos demasiado atrapados por el «más acá» para preocuparnos del «más allá». Sometidos a un ritmo de vida que nos aturde y esclaviza, abrumados por una información asfixiante de noticias y acontecimientos diarios, fascinados por mil atractivos que el desarrollo técnico pone en nuestras manos, no parece que necesitemos un horizonte más amplio que «esta vida» en la que nos movemos.
¿Para qué pensar en «otra vida»? ¿No es mejor gastar todas nuestras fuerzas en organizar lo mejor posible nuestra existencia en este mundo? ¿No deberíamos esforzarnos al máximo en vivir esta vida de ahora y callarnos respecto a todo lo demás? ¿No es mejor aceptar la vida con su oscuridad y sus enigmas, y dejar «el más allá» como un misterio del que nada sabemos?
Sin embargo, el hombre contemporáneo, como el de todas las épocas, sabe que en el fondo de su ser está latente siempre la pregunta más seria y difícil de responder: ¿qué va a ser de todos y cada uno de nosotros? Cualquiera que sea nuestra ideología o nuestra fe, el verdadero problema al que estamos enfrentados todos es nuestro futuro. ¿Qué final nos espera?
Peter Berger nos ha recordado con profundo realismo que «toda sociedad humana es, en última instancia, una congregación de hombres frente a la muerte». Por ello, es ante la muerte precisamente donde aparece con más claridad «la verdad» de la civilización contemporánea, que, curiosamente, no sabe qué hacer con ella si no es ocultarla y eludir al máximo su trágico desafío.
Más honrada parece la postura de personas como Eduardo Chillida, que en alguna ocasión se expresó en estos términos: «De la muerte, la razón me dice que es definitiva. De la razón, la razón me dice que es limitada».
Es aquí donde hemos de situar la postura del creyente, que sabe enfrentarse con realismo y modestia al hecho ineludible de la muerte, pero que lo hace desde una confianza radical en Cristo resucitado. Una confianza que difícilmente puede ser entendida «desde fuera» y que solo puede ser vivida por quien ha escuchado, alguna vez, en el fondo de su ser, las palabras de Jesús: «Yo soy la resurrección y la vida». ¿Crees esto?
José Antonio PagolaTambién el de Kamiano.
TU VIDA NOS RESCATA DE LA MUERTE[/
b] Jesús acompaña a Marta y a María, comparte con ellas su dolor por la pérdida de su hermano, Lázaro. Pero su presencia no se limita a quedarse en sentimientos de muerte, a pesar de lo doloroso que supone no tener cerca al amigo, sino en conducir esa situación hacia la fe.
“Sí, Señor, creo que Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo”, declara sin titubeos Marta. Es la fe la que nos abre a una vida nueva, que no tiene fin. Jesús, con su propia vida, nos rescata para siempre de la muerte. Por eso, la actitud del cristiano ha de ser de profunda esperanza, porque nuestra vida está en las manos de Alguien que no nos deja que caigamos en el abismo del sinsentido y de esa muerte, que tanto amenaza la existencia de aquellos que no se han encontrado con el Mesías.
Señor Jesús, despierta nuestra fe y alienta nuestra esperanza en medio de este tiempo de Cuaresma y de Cuarentena. Que el dolor y la muerte nunca nos impidan ver el final del camino con esperanza, donde Tú vives en la gloria del Amor, esperándonos junto al Padre por los siglos de los siglos. Amén.
Dibujo: Patxi Velasco FANOTexto: Fernando Cordero sscc
28 marzo, 2020 a las 18:53 #19058Anónimo
InactivoOs dejo los comentarios al Evangelio del último domingo de Cuaresma. UNA PUERTA ABIERTAEstamos demasiado atrapados por el «más acá» para preocuparnos del «más allá». Sometidos a un ritmo de vida que nos aturde y esclaviza, abrumados por una información asfixiante de noticias y acontecimientos diarios, fascinados por mil atractivos que el desarrollo técnico pone en nuestras manos, no parece que necesitemos un horizonte más amplio que «esta vida» en la que nos movemos.
¿Para qué pensar en «otra vida»? ¿No es mejor gastar todas nuestras fuerzas en organizar lo mejor posible nuestra existencia en este mundo? ¿No deberíamos esforzarnos al máximo en vivir esta vida de ahora y callarnos respecto a todo lo demás? ¿No es mejor aceptar la vida con su oscuridad y sus enigmas, y dejar «el más allá» como un misterio del que nada sabemos?
Sin embargo, el hombre contemporáneo, como el de todas las épocas, sabe que en el fondo de su ser está latente siempre la pregunta más seria y difícil de responder: ¿qué va a ser de todos y cada uno de nosotros? Cualquiera que sea nuestra ideología o nuestra fe, el verdadero problema al que estamos enfrentados todos es nuestro futuro. ¿Qué final nos espera?
Peter Berger nos ha recordado con profundo realismo que «toda sociedad humana es, en última instancia, una congregación de hombres frente a la muerte». Por ello, es ante la muerte precisamente donde aparece con más claridad «la verdad» de la civilización contemporánea, que, curiosamente, no sabe qué hacer con ella si no es ocultarla y eludir al máximo su trágico desafío.
Más honrada parece la postura de personas como Eduardo Chillida, que en alguna ocasión se expresó en estos términos: «De la muerte, la razón me dice que es definitiva. De la razón, la razón me dice que es limitada».
Es aquí donde hemos de situar la postura del creyente, que sabe enfrentarse con realismo y modestia al hecho ineludible de la muerte, pero que lo hace desde una confianza radical en Cristo resucitado. Una confianza que difícilmente puede ser entendida «desde fuera» y que solo puede ser vivida por quien ha escuchado, alguna vez, en el fondo de su ser, las palabras de Jesús: «Yo soy la resurrección y la vida». ¿Crees esto?
José Antonio PagolaTambién el de Kamiano.
TU VIDA NOS RESCATA DE LA MUERTE[/
b] Jesús acompaña a Marta y a María, comparte con ellas su dolor por la pérdida de su hermano, Lázaro. Pero su presencia no se limita a quedarse en sentimientos de muerte, a pesar de lo doloroso que supone no tener cerca al amigo, sino en conducir esa situación hacia la fe.
“Sí, Señor, creo que Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo”, declara sin titubeos Marta. Es la fe la que nos abre a una vida nueva, que no tiene fin. Jesús, con su propia vida, nos rescata para siempre de la muerte. Por eso, la actitud del cristiano ha de ser de profunda esperanza, porque nuestra vida está en las manos de Alguien que no nos deja que caigamos en el abismo del sinsentido y de esa muerte, que tanto amenaza la existencia de aquellos que no se han encontrado con el Mesías.
Señor Jesús, despierta nuestra fe y alienta nuestra esperanza en medio de este tiempo de Cuaresma y de Cuarentena. Que el dolor y la muerte nunca nos impidan ver el final del camino con esperanza, donde Tú vives en la gloria del Amor, esperándonos junto al Padre por los siglos de los siglos. Amén.
Dibujo: Patxi Velasco FANOTexto: Fernando Cordero sscc
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