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15 agosto, 2011 a las 23:41 #13498
Anónimo
Inactivo[align=justify]Confieso mi debilidad por las historias de héroes: siempre que puedo veo las películas que tratan de hecatombes en las que un grupo de hombres y mujeres toman la iniciativa y afrontan la desgracia con la única obsesión de salvar vidas (El coloso en llamas, Un pueblo llamado Dante’s Peak). No perdono casi ningún film basado en acontecimientos históricos (La máscara de Hierro, Titanic, Gladiator, El Cid, Braveheart). Me gustan las series que relatan historias de gente buena, personas normales que en cada capítulo hacen cosas notables (Doc, 7th Heaven). Disfruto planchar o hacer la cena si, mientras, veo la última serie juvenil de héroes (Smallville, Héroes, Ben Ten).Reconozco sin ningún pudor esta afición – que algunos considerarán infantil – y les diré porqué: tal como se dice en uno de los diálogos finales de “Contact”, el hombre es capaz de lo mejor… y de lo peor. Esta verdad nos hace criaturas muy especiales.
En cada historia de héroes tenemos la oportunidad de recrearnos en las virtudes que nos hacen definitivamente grandes:lealtad, honradez, sentido del honor (o de la responsabilidad), verdad, no ensañamiento, compasión hacia los más débiles, generosidad, auto sacrificio, disciplina, perseverancia, justicia, valor, equidad en el reparto de la riqueza, etc. Y todos nos sentimos más capaces, confiados y dispuestos. Lo que más me fascina de estos personajes es, que
no son héroes de forma excepcionalo solo en un momento dado, sino que tienen gestos elocuentes a lo largo del continuo de sus vidas(habida excepción, claro está, de los periodos de crisis personal). A mí esto me recuerda aquella frase de Jesús: “quien me es fiel en lo pequeño lo será también en lo grande”. O dicho de otro modo, quien no tiene por costumbre ser bueno, cuando tenga que afrontar su momento crítico solo pensará en “salvar el trasero”, su trasero. El esplendor de los héroes resulta más evidente en aquellas circunstancias aparentemente intranscendentes o cotidianas porque es entonces cuando los observadores
tomamos conciencia del valor que tiene la bondad “per sé”.En la película Gladiator, por ejemplo, una de las escenas más conmovedoras y que mejor retrata la sencillez que hace magnifica la personalidad del General Máximo, es esa en la que tras el fragor de la batalla, cuando todos sus mandos, los soldados y hasta el mismísimo emperador celebran el triunfo, él, derrotillas, venera con inmensa ternura a sus ancestros, a su mujer y a su hijo simbolizados en unas figuritas de barro. Antes de abandonarse en la autocomplacencia de la fiesta, toma conciencia de la realidad, de su pequeñez y de lo realmente importante en su existencia. El hombre o mujer entrenados en la virtud son para sus próximos (prójimos) garantía de pervivencia, de éxito en términos antropológicos, de bienestar social por el bien-hacer individual. Estar expuesto a lo mejor, aunque sea a través de historias de ficción, es una forma de educar los sentimientos, de habituarse a actitudes indiscutiblemente generosas que con el debido respaldo y cultivo (desde flancos como la familia, o la escuela) se incorporarán al criterio personal y por tanto a nuestra forma de juzgar el mundo y de exigir derechos colectivos o individuales. Ser héroe no es aguantar un asedio de 2 meses como Agustina de Aragón en Zaragoza. Es tener el coraje, el amor, el sentido del deber y del bien que tenía ella mientras atendía a los heridos de la contienda. El que disparara el cañón y provocara la retirada de los franceses en un momento dado, no deja de ser meramente accidental. Lo hizo porque estaba allí y tomó la decisión heroica de disparar lo que probablemente consideraba su última bala. Héroes son las madres que siguen adelante con sus embarazos resistiendo a la salida fácil del aborto, los padres que sobrellevan un trabajo frustrante para asegurar la manutención de su familia, los que se levantan cada día con la ilusión de hacer una obra buena y se acuestan revisando su conciencia, los que se comprometen en un plataforma solidaria desinteresadamente, los que perdonan a un hermano desoyendo las razones de su enfado y anteponen la unidad familiar, el esposo o la esposa que permanece fiel al amor pese a todo, la hija que cuida de sus padres ancianos o enfermos, los que optan por la vocación sacerdotal o religiosa como servicio a los más necesitados, los que recorren miles de kilómetros para acudir a una fiesta en Madrid -sin botellón, ni «churris» semidesnudas-,donde el acto central es escuchar el discurso de un anciano al que llaman Papa, los que afrontan cada jornada de trabajo como un servicio al bien común, los que se pasan las fiestas del pueblo atendiendo la barra del bar para que los demás disfruten. ¿Se reconoce en alguno de estos? ¡Pues tiene usted madera de héroe!
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