Recuerdo perfectamente el día que llegamos a Samoa. El vuelo llegó a las 2 de la mañana y parecía que echaban jarros de agua a dos manos “los angelitos”. Para este día habíamos hablado casi a ciegas con un tipo que encontramos en internet para tener alojamiento. La primera en la frente, allí no aparecía nadie a buscarnos. Tardamos media hora hasta que por fin alguien nos señalara su coche, ni se había inmutado en salir de él. Pero lo gracioso comenzó cuando llegamos a una zona en medio de la nada, y bajo 4 palos con una lona de plástico había plantada una cama bajo la que era ya una tormenta con rayos y truenos. Allí teníamos que dormir. Ahora nos reímos pero la “técnica de la avestruz” nunca estuvo mejor diseñada (dormir y no pensar en que podía pasar, jaja). A la mañana siguiente la lona estaba a punto de rebosar del agua que tenía y Paula tiraba de mí para salir de la cama y desaparecer, jaja