La Iglesia conmemora y celebra el 22 de noviembre, la festividad de Santa Cecilia, virgen y mártir, pues fue martirizada en la ciudad de Roma hacia el año 230. Es una de las santas más conocidas y veneradas a lo largo de la historia cristiana. Universalmente reconocida como patrona de la música.
El día de su festividad, fecha de su martirio, ha sido señalado y adoptado por la tradición en muchos países como el «Día de la Música», convirtiéndose así en musa inspiradora y personificación de la misma música.
En el siglo IV ya tenía una amplia veneración y reconocimiento por parte de la comunidad cristiana y posteriormente se la ha conmemorado tanto en Oriente como en Occidente. Su nombre se encuentra en el “Martirologio Jeronimiano” (siglo V; erróneamente atribuido a San Jerónimo)
Cecilia es una de las siete mártires mencionadas en el Canon romano y a ella está dedicada una basílica en el Trastévere de Roma desde el siglo V, que subsiste en el día de hoy.
EL NOMBRE DE CECILIA
Nombre de origen romano (Caecilia) que significa “ciega”. Lo más probable es que fuera un nombre común entre las mujeres de su época, quizá por algún antepasado que fue ciego. Era tradición en las altas familias romanas mantener un nombre o apodo a modo de nombre a lo largo de generaciones. Existen muchos Cecilios y Cecilias en la historia antigua romana, por lo que el origen del nombre está fuera de discusión.
En la Leyenda Dorada se nos dice que Cecilia provendría de (Coeli Lilia” (“Lirio del Cielo”), pero es un error del devoto Jacobo della Vorágine.
Existe una explicación posible: cerca del sitio de la iglesia Santa Cecilia en Trastévere se encuentra el templo de la Bona Dea Restituta. Esta ‘buena diosa de la salud” era la diosa romana que curaba la ceguera. Y la palabra latina correspondiente a la ceguera es cæcitas (/chechitás/ o /kekitás/), muy parecido a Cæcilia (/chechília/ o /kekília/).
De hecho a Santa Cecilia se la ha considerado abogada de la vista juntamente con Santa Lucía.
No se la menciona en ninguna de las listas de santos de la época, hasta la aparición de las Actas de Santa Cecilia (aproximadamente en el año 480). La basílica actual (Santa Cecilia in Trastévere) se encuentra en un sitio que a fines del siglo V era una casa doméstica, y es posible que una mujer piadosa donara su casa para que se convirtiera en una iglesia. La bella iglesia actual se encuentra sobre el río Tíber.
Iglesia de Santa Cecilia en Roma
LA «PASSIO» DE SANTA CECILIA
No existe ninguna duda acerca de su existencia histórica, pero no está nada claro cuándo vivió y sufrió el martirio. Cecilia de Roma es «el personaje más enmarañado en la hagiografía romana».
La devoción y el patrocinio de Santa Cecilia sobre la música se deben, sin duda, a su «Passio», que es posterior al año 486. “El culto de Santa Cecilia, se lee en la liturgia de las horas, se difundió por doquier con motivo del relato de su martirio, en el que es exaltada como ejemplo perfectísimo de la mujer cristiana, que abrazó la virginidad y sufrió el martirio por amor a Cristo”
Hacia el año 480 aparecieron unas Actas de Santa Cecilia anónimas, en latín, que se transmitieron en numerosos manuscritos y se tradujeron al griego. Se utilizaron en los prefacios de las misas del Sacramentarium leonianum
EL RELATO DE SU PASION.
Cecilia, de la rica y noble familia de los Cecilios, acudía diariamente a la misa que celebra el papa Urbano en las catacumbas de San Calixto de la Vía Apia, acaso propiedad de dicha familia, que generosamente la había cedido para sepultura de los cristianos, y donde la espera una multitud de pobres.
Repartiendo sus bienes a los pobres
En realidad, aunque en los años en que se coloca la vida de Santa Cecilia (210-230), la Iglesia gozaba de un periodo de paz sobre todo, con Alejandro Severo (222-235), gran emperador romano que hizo avanzar la tolerancia para con los cristianos, pues tenía un espíritu sincretista y ecléctico en el que se hermanaban Orfeo, Abrahán, Jesús y Apolonio de Tiana.
Pero a pesar de esta tolerancia, no dejó de haber algunos martirios, como los de San Calixto (217-222) y San Urbano I (223-230) papas y el de Santa Cecilia.
Cecilia había sido educada cristianamente, pero la prometieron, en contra de sus deseos, a un joven noble romano llamado Valeriano, cuando en realidad ella ya le había consagrado su virginidad a Cristo pues el mismo papa Urbano le había impuesto el velo de las vírgenes.
El día de su boda, en medio de la algarabía de músicos y bailarines, ella cantaba a Dios en su corazón rogándole que la mantuviera en su virginidad.
Cuando, tras la celebración del matrimonio, la pareja se había retirado a la cámara nupcial, Cecilia dijo a Valeriano que ella había entregado su virginidad a Dios y que un ángel celosamente guardaba su cuerpo; por consiguiente, él debía respetarlo. Valeriano pidió ver al ángel, después de lo cual Cecilia lo envió junto a la tercera piedra miliaria de la vía Apia, donde debía encontrarse con el papa Urbano I
El diálogo, según la Passio, transcurrió así:
-Cecilia: Tengo que comunicarte un secreto. Has de saber que un ángel del Señor vela por mí. Si me tocas como si fuera yo tu esposa, el ángel se enfurecerá y tú sufrirás las consecuencias; en cambio, si me respetas, el ángel te amará como me ama a mí.
-Valeriano: Muéstramelo. Si es realmente un ángel de Dios, haré lo que me pides.
Cecilia: Si crees en el Dios vivo y verdadero y recibes el agua del bautismo, verás al ángel.
Valeriano obedeció y fue al encuentro de Urbano, el papa lo bautizó y Valeriano regresó como cristiano ante Cecilia. Entonces se apareció un ángel a los dos y los coronó como esposos con rosas y azucenas.
Cuando Tiburcio, el hermano de Valeriano, se acercó a ellos, también fue convertido al cristianismo y a partir de entonces vivió con ellos en la misma casa.
Como los dos hermanos se dedicaran a realizar buenas obras y a dar sepultura a los mártires cristianos, fueron denunciados ante Almaquio, prefecto de Roma, y después de interrogados y juzgados fueron decapitados en el Pago Triopius (a 6 kilómetros de Roma).
Martirio de Valeriano y Tiburcio, al que se añadiría Máximo
Máximo, el funcionario del prefecto, fue designado para ejecutar la sentencia. Pero se convirtió al cristianismo y sufrió el martirio con los dos hermanos. Cecilia los sepultó a los tres en un sepulcro nuevo grabado con un ave fénix (símbolo de la resurrección) en el cementerio de Pretextato.
Santa Cecilia da sepultura a Valeriano, Tiburcio y Máximo
Luego, distribuyó los bienes de su marido entre los pobres antes de que el prefecto, como era costumbre, se los incautara.
MARTIRIO DE SANTA CECILIA
Santa Cecilia ante el juez. Se niega a ofrecer sacrificios a los dioses.
Cecilia fue luego arrestada y condenada a morir asfixiada en los vapores y humos del baño de su casa. Otras versiones la presentan escaldada viva en una olla de agua hirviendo, algo impensable en una mujer de su alcurnia.
Al salir ilesa, trataron de decapitarla. El verdugo no logró cortarle la cabeza ni con tres golpes: ella había pedido y conseguido la gracia de ver nuevamente al papa Urbano antes de morir.
Durante tres días estuvo esperando la visita del papa, y mientras, confesaba su fe en Cristo. Al no poder hablar, expresaba con los dedos de sus manos la fe en Dios uno y trino.
Santa Cecilia con el papa Urbano
Cecilia pudo ver al papa Urbano antes de morir, y le encargó que distribuyera todos sus bienes a los pobres y que su casa la convirtiera en iglesia.
Así termina la Pasión de Santa Cecilia.
El papa Pascual I (817-824) trasladó sus reliquias desde el cementerio de Calixto a la basílica de la que Cecilia era titular en el Trastévere.
FALTA DE RIGOR HISTORICO DE «LA PASSIO»
Cecilia no es mencionada en la “Depositio Martyrum” del siglo IV. No la mencionan ni los poemas de San Dámaso, ni los de Prudencio. Tampoco habla de ella ni San Jerónimo, ni San Agustín y ni siquiera aparece en el calendario de la iglesia de Cartago. Y no han llegado a nosotros las verdaderas Actas de su martirio.
Todo lo que tenemos es esta «Passio», escrita a finales del siglo IV, por un escritor anónimo y que no está fundada en documentos antiguos. Tan solo unos escasos datos podrían tener cierta verosimilitud. Parece que esta «Passio» está inspirada en la “Historia persecutionis vandalicae” de Víctor de Vita y en el “Tractatus de Trinitate” de San Agustín. Por tanto este relato es un compendio de “hechos maravillosos” con intención devota y sin autenticidad histórica.
¿CUAL PUEDE SER LA FECHA DEL MARTIRIO DE SANTA CECILIA?
Las versiones son muy diferentes y el marco establecido ronda entre el año 177 y principios del IV, un margen de muy escasa precisión, que coge prácticamente todas las persecuciones cristianas habidas. La «Passio» tampoco dice nada al respecto del día del martirio, pero la mayoría de fuentes hagiográficas lo ubican el 22 de noviembre y el año en torno al 230.
– Ado de Viena, en su Martirologio del año 858, incluye a Cecilia de Roma para el día «22 de noviembre» y sitúa el momento de su muerte en el reinado de Marco Aurelio y Cómodo (aproximadamente hacia el año 177).
Kirsch intentó fijar la fecha en el tiempo del emperador Alejandro Severo (229-230); (podría ser la más acertada.
Aubé, en la persecución de Decio (249-250), y
Kellner, en la de Juliano el Apóstata (362).
ENTERRADA EN LAS CATACUMBAS DE SAN CALIXTO
Ninguna de estas opiniones está suficientemente establecida, ya que las Actas de Santa Cecilia (única fuente disponible) no ofrecen ninguna evidencia cronológica. La única indicación temporal segura es la localización de la tumba en la catacumba de Calixto, en inmediata proximidad a la antiquísima cripta de los papas, en la que fueron enterrados los papas Ponciano y Antero, y probablemente también Urbano I.
La parte más antigua de esta catacumba fecha todos estos eventos al final del siglo II; por consiguiente, desde ese momento hasta la mitad del siglo IV es el período dejado abierto para el martirio de Cecilia: 180 a 350.
El historiador De Rossi localizó el sepulcro de Cecilia en las catacumbas de San Calixto, en una cripta adjunta a la capilla de la cripta de las papas, un nicho vacío en una de las paredes que probablemente contenía un sarcófago. Entre los frescos posteriores que adornan la pared del sepulcro, aparece dos veces la figura de una mujer ricamente vestida, y aparece una vez el papa Urbano I, quien según las Actas de Santa Cecilia) había tenido una estrecha relación con la mártir.
Las primeras guías medievales de los sepulcros de los mártires romanos señalan su tumba en la vía Apia, al lado de la cripta de los obispos romanos del siglo III.
En las firmas del Concilio de Roma de 499 se menciona al templo de Cecilia como títulus sánctæ Cæcíliæ
Lo que sí hay que remarcar que santa Cecilia es una mártir real, auténtica, una persona histórica que existió de verdad. Pero de su vida y su tiempo poco a nada se sabe. Su Passio no merece credibilidad histórica, básicamente por ser un documento posterior, compendio de otros relatos ficticios y edificantes de la época y por no haber mención de ella en las fuentes básicas martiriales; sin embargo ello no le resta credibilidad histórica a la propia Cecilia.
LAS RELIQUIAS DE SANTA CECILIA
¿Cómo han llegado sus reliquias hasta nosotros? El relato lo tenemos en la biografía de San Pascual I (817-824), donde leemos que en el año 821:
“Estando haciendo reformas en la iglesia de la mártir, se le apareció en sueños una joven de aspecto angelical que se identificó como Cecilia, sierva de Cristo. Estando obsesionado el pontífice con que el rey longobardo Astolfo había sustraído su cuerpo en el año 756, Cecilia le dice que eso no es cierto y le invita a que busque sus reliquias y las coloque en la iglesia a ella dedicada y que San Pascual estaba reconstruyendo. El papa las encuentra y las traslada junto con las de Valeriano, Tiburcio y Máximo a la iglesia”. Esta iglesia es la actual Santa Cecilia in Trastevere, donde se pueden hoy venerar sus restos.
El papa Pascual dispuso que el cuerpo de la mártir fuese colocado dentro de un ataúd de madera de ciprés y éste dentro de un sarcófago de mármol. En otro dispuso que fueran colocados Valeriano, Tiburcio y Máximo; y en un tercero a los también mártires Urbano y Lucio, que también habían ido a parar allí. Estos tres sarcófagos se encuentran actualmente en la cripta bajo el altar mayor.
La cabeza de Cecilia, sin embargo no está ahí; fue colocada en un cofre de plata que en tiempos de San León IV fue llevada a la Basílica de los Cuatro Santos Coronados (cuatro soldados mártires: Severo, Severiano, Carpóforo y Victoriano).
RECONOCIMIENTO DE LAS RELIQUIAS
El reconocimiento de estas reliquias se llevó a cabo el 19 de octubre de 1599, bajo la supervisión del cardenal Sfondati. Ella estaba incorrupta y no acostada, sino recostada del lado derecho y con las piernas encogidas como si estuviese dormida. Así lo dice literalmente el acta de reconocimiento.
Este hallazgo del cuerpo en estas condiciones probablemente inspiró la decisión de no tocarla en absoluto; no se extrajeron reliquias de ella, ni un fragmento. Por lo tanto, todos los relicarios sueltos que haya por la cristiandad y que se atribuyan a ella, con excepción de la cabeza, son falsos.
En el año 1600, acabado su reconocimiento fueron puestas a veneración pública las reliquias de la Santa, momentos en que fueron devueltos a la cripta hasta el día de hoy. Ante ellas pasaron media Roma, más de cuarenta cardenales y futuros papas.
Ahí fue cuando la vio el escultor barroco Stefano Maderno y tomando el modelo, esculpió la imagen yacente de mármol que expresaba con los dedos de sus manos la fe en Dios uno y trino.
PATRONA DE LA MÚSICA
Santa Cecilia es reconocida como patrona de los músicos y ningún santo posterior le ha arrebatado este papel en la cultura y devoción cristianas
Hasta pasada la Edad Media realmente no tuvo nada que ver con la música. De hecho, durante la Edad Media, el patrón de los músicos fue San Juan Bautista. Esto se debe en primer lugar, porque en su nacimiento su padre Zacarías entonó el Benedictus y éste acabó por convertirse en el himno oficial de laudes que se cantaba por las mañanas en los monasterios.
Y en segundo lugar porque algo tendrá que ver eso de “Escuchad la voz que clama en el desierto” y buena voz debió tener el Precursor para predicar en esas zonas tan yermas y abiertas, donde la voz es engullida por el viento. En principio ni una cosa ni otra tienen que ver con el canto en sí, pero así fueron las cosas.
En otros momentos de la historia, la música se relacionaba con el rey David (que tocaba una especie de cítara). También San Jerónimo de Estridón, San Antonio de Padua y San Francisco de Asís se representaban en un contexto musical. También existen cuadros de la Edad Media en que María Magdalena aparece bailando sola al son de instrumentos.
Sin embargo a partir del Renacimiento, es Cecilia la mártir romana, quien reemplaza al Bautista en esta función de protectora de los músicos.
No fue un cambio brusco, de la noche la mañana. Ya en manuscritos medievales iluminados, así como en tablas góticas, Cecilia empezó a ser representado con un atributo que nos recuerda claramente al canto y a la música: era un pajarillo posado en sus dedos que sin duda alude a esas especies de aves que tienen una gran capacidad de canto y entonación para atraer a las hembras.
Son los primeros indicios que luego se convertirán en atributos más sonantes, serán los instrumentos musicales. Pero célebres artistas como el Beato fra. Angélico la representaron únicamente con la palma del martirio. Nada musical había en ella.
Y por qué una antigua mártir romana que jamás había tenido que ver con la música, de repente empieza a aparecer con atributos musicales?. La causa de todo esto es una interpretación errónea de un pasaje de su «Passio». Concretamente el pasaje:
Venit díes in quo thálamus collacatus est, et, canéntibus [cantántibus] órganis, il•la [Cecilia virgo] in corde suo soli Domino decantábat [dicens]: Fiat Dómine cor meum et corpus meus inmaculatum et non confundar.
Vino el día en que el matrimonio se celebró, y, mientras sonaban los instrumentos musicales, ella en su corazón cantaba a su único Señor diciendo: Haz, Señor, mi corazón y mi cuerpo inmaculados y no sea yo defraudada.
Se refiere al pasaje que menciona su boda con Valeriano y comenta que mientras sonaban los instrumentos y la algarabía de los músicos y bailarines en el salón del banquete, ella interiormente le ruega a Dios que la preservara virgen en su noche de bodas.
A partir de esta interpretación que data del siglo XV, empezó a creerse que Cecilia era músico o cantora, cuando sabemos que en la Antigüedad y especialmente en la sociedad romana, a las mujeres de alta alcurnia no se les permitía aprender música ni canto, porque el canto y la música eran consideradas actividades libertinas, de baja estofa, propias de gente baja o esclava y por tanto indignas de una matrona romana. Pero ¿era Cecilia una matrona romana?. Eso es lo que dice la “fabulosa” Passio, por lo que no podemos afirmar ni negar nada. No sabemos nada.
Pero aún quedan otras interpretaciones todavía peores, propias del desvirtuamiento del latín clásico que llegaron a traducir este pasaje como “ y mientras sonaba el órgano, ella cantaba a Dios…”. “Organis” traducido como ´”órgano”, un instrumento musical que no existió hasta la época barroca y que no existía en aquella Antigüedad.
Posteriormente, en el arte ya tardío, manierista y neoclásico, se ha querido arreglar este anacronismo poniéndola como cantora o dándole instrumentos más propios de la época como arpas o liras; pero lo cierto es que siguen siendo instrumentos musicales que solo se hubieran permitido manejar a una esclava.
Por último, hay quien propone que quizá “organis”, hiciera referencia a los instrumentos, no de música sino de tortura: En realidad los códices más antiguos no dicen canentibus organis (canentibus como sinónimo de cantantibus), sino candentibus organis. Los «órganos» no serían ‘instrumentos musicales’, sino ‘instrumentos incandescentes’ (instrumentos de tortura), “y mientras la torturaban, ella cantaba al Señor en su corazón” (hace referencia a cuando fue condenada a morir asfixiada en los vapores del baño de su casa).
Todo es bellísimo pero igualmente fantasioso porque a una matrona de su alcurnia jamás se la hubiera sometido a tortura pues la ciudadanía romana la preservaba de ello y eso si aceptamos la «Passio2, que no es aceptable con rigor histórico.
EL PAPA GREGORIO XIII (1572-1585)
Pasaron más de mil años para que Cecilia fuera proclamada patrona de la música. Y de los músicos. En 1584, el papa Gregorio XIII (el que implantó el calendario gregoriano) la canonizó y le dio oficialmente el nombramiento, por la gran popularidad que había adquirido la asociación de esta mártir con la música y por «haber demostrado una atracción irresistible hacia los acordes melodiosos de los instrumentos. Su espíritu sensible y apasionado por este arte convirtió así su nombre en símbolo de la música».
Con los siglos, la figura de Cecilia permaneció venerada por la Humanidad con ese patronazgo de la música. El 22 de noviembre, señalado por la tradición como el día de su martirio, fue adoptado en muchos países como el «Día de la Música». La práctica musical en sí misma se estaba convirtiendo en la quintaesencia de la virtud, y tenía como meta el virtuosismo. El renacimiento de su culto en el siglo XVII generó un renovado interés por parte de poetas, músicos y pintores como una musa inspiradora, la personificación misma de la música.
Desde la mitad del siglo XVI en Francia, Italia y Alemania se celebraba su día con festivales musicales y se fue extendiendo por los demás países. Cuando se fundó en Roma la Academia de la Música en 1584, Cecilia de Roma fue nombrada patrona del instituto, después de lo cual su veneración como patrona de la música de la iglesia se generalizó universalmente. Hoy existen por todas partes las sociedades de cecilianos (asociaciones musicales).
SAN AGUSTIN EN EL OFICIO DE LECTURA DE ESTE DIA
Se lee un fragmento del comentario de San Agustín al salmo 32 aludiendo al significado del cántico:
“El cántico nuevo sólo pueden aprenderlo los hombres nuevos, renovados de su antigua condición por obra de la gracia y pertenecientes ya al Nuevo Testamento, que es el reino de los cielos. Por él suspira todo nuestro amor y canta el cántico nuevo. Pero es nuestra vida más que nuestra voz la que debe cantar el cántico nuevo. Canta con júbilo. Este es el canto que agrada a Dios, el que se hace con júbilo”.
“¿Qué quiere decir cantar con júbilo? Darse cuenta de que no podemos expresar con palabras lo que siente el corazón. El júbilo es un sonido que indica la incapacidad de expresar lo que siente el corazón. Y ese modo de cantar es el modo más adecuado cuando se trata del Dios inefable. Y, si no puedes traducirlo en palabras, y por otra parte, no te es lícito callar, lo único que puedes hacer es cantar con júbilo”.
Santa Cecilia pintada por Giovanni Battista Tiepolo
La amplia devoción popular hacia la virgen y mártir romana Cecilia ha hecho que el nuevo calendario de 1968 conserve su fiesta como memoria obligatoria, a pesar de la falta de testimonios anteriores al siglo V.
Independientemente de la historicidad de su «Passio», el culto recibido desde antiguo es su mejor aval. Es más que probable que ella jamás tuviese nada que ver con la música o el canto, pero su vida fue un canto jubiloso al Señor. Bendito error de lectura de una «Passio» legendaria porque si no fuera por esto, quién sabe si haría tiempo que hubiera sido olvidada como tantas otras. Bienvenido sea tal error y que sigan invocándola los músicos y cantores para que su memoria no se pierda.












